Carlos Martinez analiza la pérdida que supondría derogando (como están proponiendo los distintos partidos políticos) la reforma laboral. Y desde luego, no es un paso hacia delante, sino muy hacia atrás.
Artículo de El Economista:
Artículo de El Economista:
Sin duda, uno de los pilares fundamentales sobre los que se ha basado la recuperación del empleo en España ha sido la reforma laboral aprobada por el Gobierno en el año 2012.
Esta reforma ha permitido recuperar gran parte del terreno perdido. En dicho año, casi todos los analistas coincidían en la imposibilidad que tenía nuestro tejido empresarial para crear empleo (los más optimistas hablaban de generar 100.000 puestos de trabajo de acuerdo con los niveles de crecimiento económico que teníamos en aquel momento); existía la opinión generalizada de que con esta medida sólo conseguiríamos destruir empleo.
Es sabido por todos, la estrecha relación existente entre el crecimiento del PIB y el empleo y que, tradicionalmente, España debía crecer un 3% para crear empleo. Pues bien, con la aprobación de la reforma laboral este dogma cambió y empezamos a crear empleo con un crecimiento del 1,2%, con lo que su impacto, y analizándolo de forma objetiva más allá de valoraciones políticas, ha sido tremendamente positiva. Vamos a analizar por qué ha sido tan importante.
Después de innumerables reformas tibias donde se flexibilizaba el mercado de trabajo por un lado y, por otro, se hacían concesiones para contentar a los agentes sociales, por fin asistimos a una reforma que viene acompañada de otras medidas orientadas a favorecer la contratación, determinantes que hacen que el impacto positivo sea casi inmediato: Ley de emprendedores, reducción de cotizaciones sociales, tarifas planas, etc.
Ayuda a flexibilizar el mercado de trabajo adaptándose mejor a la realidad de las empresas, especialmente de las pymes, que son las que sirven realmente de motor en la creación de empleo.
Favorece sobremanera que las negociaciones con los agentes sociales se ajusten más a las necesidades reales de las empresas, en detrimento de las negociaciones sectoriales que, en muchas ocasiones, eran claramente perjudiciales para las pequeñas empresas.
Una de las principales críticas que recibe esta reforma por parte de sus detractores es que fomenta y perpetúa la temporalidad. No debemos olvidar, en primer lugar, que en España, el 75% de los contratos de trabajo es indefinido, que desde el año 2012, el número de contratos indefinidos ha ido aumentando cada año, el desempleo juvenil (contratos para la formación y el aprendizaje) y el de parados de larga duración se ha reducido de manera sustancial, etc. De todo, podemos deducir que por la ley de la oferta y la demanda, cuanto más baje el desempleo, menos trabajadores estarán disponibles en el mercado de trabajo y eso hará que las empresas tengan que realizar un mayor esfuerzo por retener el talento y eso se traducirá en un mayor número de contratos indefinidos.
Uno de los temas que desde mi punto de vista es crucial para reducir la temporalidad y que no ha sido objeto de reforma (esperemos una próxima reforma orientada a solucionar este tema), sería la creación del denominado contrato único; esta medida estaría orientada a terminar con la precariedad en el empleo. Actualmente, en nuestro mercado de trabajo tenemos trabajadores privilegiados con contratos indefinidos, se encuentran en una situación de máxima protección y, por otro lado, tenemos trabajadores que viven inmersos en la temporalidad y que no encuentran estabilidad laboral. Esta situación provoca que en muchas ocasiones, cuando el empresario tiene que reducir su plantilla, no lo hace por criterio de productividad o eficacia, sino que despide a quien más barato le sale. Si se instaurase un contrato único donde estas diferencias desapareciesen, mejoraría la calidad del empleo para muchos trabajadores y ganaríamos en competitividad.
En definitiva, es una reforma a la que se ha acusado de reducir salarios, esclavizar a los trabajadores, regalar los despidos, etc. Pero en verdad, lo que hemos conseguido es tener una legislación moderna y unas medidas complementarias que se ajustan a las necesidades del mercado, y que, sin duda, facilitan la contratación por parte de las empresas.
Aunque es difícil de saber, es probable que si esta reforma no hubiese entrado en vigor, hubiésemos tardado un par de años más en crear empleo. España ha empezado a crecer por encima del 2,5% a mediados de 2014, por lo tanto, hubiésemos perdido un tiempo precioso para la creación de empleo.
Pienso que una derogación total de la reforma, volviendo al marco legislativo anterior, sería realmente nefasto para nuestro mercado de trabajo y, por tanto, para nuestro país. Comenzaríamos una lenta y paulatina destrucción de empleo que nos haría perder gran parte de los avances conseguidos en estos tres últimos años.
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