miércoles, 30 de enero de 2019

La sangre ya corre en Venezuela, hipócritas

Carmelo Jordá analiza la miserable inmoralidad e hipocresía de los que justifican la continuación del régimen de Maduro (envolviéndose bajo el paraguas de que se entienda hablando con el pueblo, como si esto haya llevado o fuera llevar a algún punto democrático o abandonar la dictadura actual de Maduro, habiendo sucedido justo lo contrario) o apelando a que apoyar el cambio o la vuelta a la democracia y el respeto a los derechos constitucionales liberando al pueblo podría tener consecuencias sangrientas (mostrando como esa sangre lleva manchando el país durante años con su silencio cómplice). 

Artículo de Libertad Digital: 
Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela
Durante prácticamente toda la dictadura chavista, pero muy especialmente en los últimos años, Venezuela se ha convertido en uno de los países más violentos del mundo y en los que más probable es morir asesinado. Por si lo anterior no fuese suficiente, Caracas tiene el triste honor de ser la ciudad más peligrosa de todo el planeta (y no lo digo yo sino el muy políticamente correcto El País).
Cada año mueren en el paraíso del socialismo del siglo XXI cerca de 30.000 personas. Les daré dos datos para que se hagan una idea de la magnitud de esa cifra: en España, que tiene un 50% más de habitantes, hubo en 2017 menos de 300 asesinatos; en Afganistán, un país también más poblado que Venezuela y que está en guerra permanente, se habla de 10.000 afectados por la violencia en 2017, pero esa cifra incluye muertos y heridos.
Y la cosa sigue: sólo en los últimos días y según los datos de la ONU –que todos sabemos de qué pie cojea– han muerto 43 personas, la mayor parte a manos de las fuerzas represoras del régimen o por los grupos paramilitares que también ha armado y paga el chavismo.
Venezuela es, por tanto, un país que en la práctica está en guerra desde hace no poco, un país que se desangra porque el régimen ha decidido que la proliferación de la violencia y el terror es parte de las condiciones que garantizan su permanencia en el poder y, por tanto, ha hecho todo lo que ha podido para que los delincuentes, entre los que obviamente están casi todos los prebostes del chavismo, campen a sus anchas.
Este es el panorama real de un país que por primera vez tiene una esperanza real de salir de semejante pozo; por eso aquellos que, como el siempre impresentable Bergoglio, se muestran "asustados" ante un posible "derramamiento de sangre" sólo están disimulando su propia miseria moral y colocándose de perfil, porque eso es lo que pueden hacer ahora para tratar de sostener esa infame narcodictadura.
Porque aunque este papaflauta infame y satánico –y otros muchos biempensantes como él, en esto Bergoglio no está sólo– parece no que no se ha querido enterar, en Venezuela hace años que se está derramando la sangre, y por hectolitros. Y además la gente se está muriendo de hambre, y además los enfermos agonizan en los hospitales por falta de medicinas, y además hay detenciones arbitrarias y torturas y toda clase de crímenes políticos. Esta es la realidad del socialismo bolivariano, y lo era mucho antes de que Guaidó reclamase lo que en justicia y según la legalidad le corresponde.
No, la sangre no va a empezar a derramarse ahora en Venezuela por que por fin llegue la libertad: al contrario, echar a los asesinos es precisamente lo necesario para que acaben las muertes. Pero, claro, eso ya lo saben todos estos asquerosos hipócritas, por no decir algo peor.

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