Simon Wilson analiza y refuta la crítica de ciertos partidos (el caso analizado es del Reino Unido y sus partidos) de que no hay que gastar dentro de tus posibilidades, sino mucho más, como afirma el nuevo Partido Laborista radical de Izquierda, exponiendo la falacia del "hombre de paja" que realiza Chang para defender dicha afirmación y la evidente diferencia en su falacia entre el sector privado y el sector público y qué es lo que supone.
Artículo de Mises Hisapano:
Mientras el Partido Laborista lucha con los conservadores sobre la necesidad de controlar ligeramente el gasto público en Reino Unido, los opositores a incluso una mínima austeridad han empezado a afirmar que no hay ninguna virtud en “vivir dentro de tus posibilidades”.
En un artículo reciente en The Guardian, Ha-Joon Chang atacaba incluso la tímida afirmación del gobierno conservador de que no era una buena idea gastar más de lo que se recauda en impuestos. Pero para el nuevo Partido Laborista radical de izquierda en cuyo nombre está escrito el artículo de Chang, esa idea es tan pintoresca como “sencillamente errónea”.
Para Chang, ya sea por conveniencia política o por una corriente filosófica más profunda, una afirmación de que uno debería vivir “dentro de sus posibilidades” es errónea porque supone que nuestras posibilidades son y siempre serán una cantidad fija. De hecho, podemos determinar cuáles serán nuestras posibilidades futuras con las acciones que llevemos a cabo en el presente. Chang escribe:
Si tomas dinero prestado para estudiar una carrera o conseguir una cualificación técnica, estarás gastando hoy por encima de tus posibilidades. Pero tu nueva cualificación aumentará tu potencial de ingresos futuros. Tus posibilidades futuras serán mayores de las que habrían sido si no hubieses tomado el préstamo. En este caso, vivir por encima de tus posibilidades es lo correcto a hacer.
Bueno, entonces es eso. De un solo golpe, Chang cree destrozar las “filosofías de andar por casa” del conservadurismo fiscal y la política de “austeridad”. Por supuesto, tomar prestado es bueno, nos dice Chang. ¡Qué ignorancia económica resulta ser sugerir otra cosa!
Sin embargo, el problema de Chang aquí es que realmente está atacando a un hombre de paja.
Tomar prestado no es de por sí bueno ni malo
Todo lo que ha indicado es la evidente verdad de que invertir en el presente es probable que genere mayores retornos en el futuro, y eso está bien.
Sin embargo, la fuente de una inversión podría provenir igualmente del ahorro que de tomar prestado. El estudiante del ejemplo de Chang podría, en lugar de tomar prestado, restringir su consumo (sufrir su propia “minirrecesión”) en los años anteriores a estudiar y pagar directamente sus gastos universitarios para disfrutar de mayores ingresos futuros sin sufrir la carga del interés. ¿No demostraría esto la propia virtud del ahorro por encima del préstamo?
En realidad, ni tomar prestado ni ahorrar son de por sí buenos o malos. Al menos en el sector privado. El que se elija ahorrar o tomar prestado para financiar un proyecto depende de una evaluación subjetiva de las compensaciones relativas.
¿Es voluntario?
Otra cosa completamente distinta es sin embargo cuando se habla del sector público. Chang intenta rechazar argumentos para vivir dentro de las propias posibilidades comparando el tomar prestado en el sector privado con tomar prestado por el sector público. Pero ambos no son comparables.
Por ejemplo, cuando Lenin requisó el grano de los campesinos en el campo ruso para alimentar a los trabajadores en las ciudades, también estaba “viviendo por encima de sus posibilidades” en el presente para crear una base industrial que proporcionara mayores posibilidades en el futuro. Podríamos decir que Lenin estaba tomando prestado o tal vez “rescatando desde dentro” a los campesinos o podríamos decir que las requisas era un impuesto para formar los “ahorros” necesarios para conseguir un futuro paraíso socialista.
El problema aquí no es que la riqueza se transfiriera de los granjeros a los habitantes de la ciudad. Los granjeros, por supuesto, podrían haber prestado voluntariamente su riqueza a los habitantes de la ciudad si hubieran querido. El problema es que su riqueza se transfirió contra su voluntad y sin su consentimiento. Lenin estaba viviendo por encima de sus posibilidades y otros pagaron el precio.
Es improbable que Chang se vea sin embargo a sí mismo como defensor de transferencias violentas de propiedad. Cuando anima a los gobiernos a vivir por encima de sus posibilidades, puede simplemente pensar que quiere decir crear algo a partir de nada y “tomar prestado” del banco central creando dinero que se gastaría en la economía. Según Chang, esta es una receta para tener éxito:
Si como consecuencia empresas y consumidores se forman expectativas positivas, invertirán y gastarán más. La mayor inversión y consumo generaran entonces mayores rentas y mayores ingresos fiscales. Si los ingresos fiscales aumentan lo suficiente, puede eliminarse el déficit público, lo que significa que el gobierno tenía después de todo el dinero que se gastó.
Tristemente, la diferencia entre la acumulación primitiva leninista y las políticas de dinero fácil del keynesianismo moderno es solo de grado. La expansión del crédito devalúa el valor de la moneda, imponiendo un impuesto oculto a todos los que lo tienen. También confiere un privilegio sin parangón con todos los más cercanos a donde el crédito entra en la economía (el estado, el sistema bancario y las élites empresariales bien relacionadas). Por supuesto, siempre puede justificarse esto, como Lenin, ante los individuos afectados, diciéndoles que se verán compensados en forma de un impulso al crecimiento económico que generará mejores niveles de vida en el futuro.
Con el gobierno, “vivir por encima de tus posibilidades” es un problema moral
El problema se produce cuando se abandona la moralidad, ya que se abandona también la economía. Cuando los soviéticos abolieron la propiedad privada, eliminaron la capacidad de la persona de intercambiar la propiedad a un precio que elijan, de medir las ganancias o de hacer cálculos económicos con respecto a dónde deberían asignarse los recursos productivos. Al desaparecer las señales de los precios, los soviéticos tenían que confiar en adivinar, llevando a la construcción de grandes proyectos vanidosos, que no servían a nadie.
Lo mismo vale para la impresión de dinero y toma de préstamos al estilo keynesiano. El gasto público toma recursos que sirven a fines individuales y los desvía a fines elegidos por el gobierno, creando así una demanda artificial en aquellos sectores de la economía donde se gasta el dinero. Sin un mercado de bienes públicos que indique cuáles son los más valiosos para los consumidores, los gobiernos esencialmente dirigen a ciegas, tratando de elegir ganadores y esperando lo mejor. Podrían no tener silos vacíos de misiles, pero tendrás deuda crónica y una desperdicio de recursos que de otra forma habrían sido usados más eficientemente por las personas.
Contra lo que dice Chang, no “vivir por encima de tus posibilidades”, en lo que se refiere al gobierno, no es una simple letanía. Es un mandato moral a abstenerse de violencia.
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