Per Bylund expone cómo la regulación pública nos hace más pobres.
Artículo del Instituto Mises:
[Extraído de The Austrian (Noviembre – Diciembre 2016)]
Este año, el investigador asociado del Instituto Mises, Per Bylund, publicó The Seen, the Unseen, and The Unrealized: How Regulations Affect Our Everyday Lives. Hablamos recientemente con el profesor Bylund acerca de su libro y de cómo los efectos de la regulación pública son de mayor alcance y más dañinos de lo que piensa mucha gente.
INSTITUTO MISES: ¿Por qué es tan importante el concepto de “lo que no se ve” para entender los efectos de la regulación?
PER BYLUND: Es esencial para entender la regulación, pero en realidad “lo que no se ve” es fundamental para la comprensión y el análisis económico en general. “Lo que no se ve” es la piedra de toque apropiada. Tenemos que considerar tanto lo que no pasó como lo que habría pasado.
A menudo la gente, incluyendo los llamados expertos, comparan manzanas y naranjas mirando los datos “antes” y “después” de un acontecimiento, por ejemplo cuando discuten los efectos de aumentar el salario mínimo. Así que pueden decir que el empleo antes de la subida era similar a después de esta y luego concluyen que el cambio no ha tenido ningún efecto. Pero esto es erróneo, porque hay muchos cambios en la economía que tuvieron lugar entre el antes y el después, no solo el salario mínimo. Así que para apreciar concretamente el efecto del salario mínimo debemos comparar la situación “después” con la que habría sido sin ningún aumento de dicho salario mínimo: lo que no se ve.
Por supuesto, esto es aplicable a cualquier cambio en la economía y no solo a la regulación. Bastiat, en su ensayo clásico sobre la mentira del cristal roto, explica los efectos cuando un niño rompe una ventana. Pero en las economías modernas planificadas por el estado, las regulaciones son con mucho el cambio más común y más destructivo, así que ahí es donde también encontramos más análisis. Como el análisis económico se usa para evaluar los efectos de las regulaciones antes de que sean implantadas, es importante usar las comparaciones apropiadas: lo que se ve y lo que no se ve, no lo que se ve en momentos distintos (antes y después).
IM: También emplea usted el concepto de “lo inadvertido”.
PB: Lo inadvertido es en realidad mi propia extensión del famoso análisis de Bastiat y pretende redirigir nuestra atención del nivel macro de la economía a cómo afectan los cambios a los individuos, especialmente qué opciones se les presentan. Lo que intenta el libro es demostrar que regular una parte de la economía tendrá efectos en todo el sistema económico y que este tipo de restricción artificial llevará a algunas personas a perder las alternativas que habría tenido en otro caso.
Pongo como ejemplos de esto los talleres clandestinos, contra los que se argumenta habitualmente utilizando solo “lo que se ve”. Las condiciones de trabajo son terribles en un taller clandestino, especialmente comparados con nuestros confortables trabajos en Occidente. Ben Powell y otros han hecho un gran trabajo señalando que también está lo que no se ve, en el sentido de que sin esos talleres esos trabajadores estarían en una condición todavía peor. De hecho, tienen grandes deseos de conseguir trabajos en los talleres, porque son mucho mejores que todas las demás opciones que tienen.
Sin embargo, con “lo inadvertido” creo que tenemos una imagen más detallada. Argumentó que la razón por la que los trabajadores de los talleres clandestinos optan entre el trabajo duro en un taller y algo que es mucho peor es la regulación. Si hubiera habido en un mercado libre, probablemente habría habido muchas empresas ofreciendo trabajos en talleres y probablemente competirían entre sí ofreciendo pagas más altas, mejores condiciones de trabajo, etcétera. Evidentemente hay dinero a ganar dirigiendo talleres, así que ¿por qué no hacen esto más empresas?
La existencia de un taller clandestino demuestra que el mercado está suficientemente desarrollado para soportarlo: la estructura tecnológica y de capital, incluyendo las cadenas de transporte y suministro, evidentemente están ahí. Las condiciones económicas también hablan a favor de los talleres por encima del trabajo duro en el campo y las otras opciones mucho peores que se les presentan a sus trabajadores. Los trabajadores son más productivos en los talleres clandestinos. Así que realmente no hay ninguna razón por la que no deba haber competencia por su trabajo por parte de diversos talleres. Pero las muchas opciones que deberían estar ahí no están.
Así que es probable que algo esté restringiendo la creación de estas otras opciones. Esos otros empresarios que nunca aparecieron son las alternativas inadvertidas y el argumento del libro es que estas opciones tendrían que haber estado disponibles si no hubiera sido por la regulación.
Además, esas regulaciones pueden en realidad estar muy lejanas de estos trabajadores, de que una restricción lleva a los actores económicos a otras acciones comparativamente menos valiosas. A su vez, las regulaciones tienen efectos ondulatorios (una especie de efecto Cantillon, podríamos decir) a través de la economía, ya que las acciones que se ven reemplazan a las que no se ven o a lo que debería haber existido.
Estas otras cosas ocurren en lugar de lo que debería haber ocurrido si los actores no hubieran sido restringidos arbitrariamente por las regulaciones. Pero estas “otras cosas” son subóptimas y dañan a la gente ya que no son lo que esta habría elegido hacer en ausencia de las regulaciones. De ese sentido, la regulación en cualquier lugar de la economía causa daño y este daño afecta principalmente a quienes tienen poca o ninguna influencia sobre la política o los medios para eludirla. Así que el mayor daño se produce sobre la gente pobre en los países pobres, incluso donde las regulaciones parecen limitarse a las personas relativamente ricas en los países ricos.
IM: En el caso de que el negocio esté regulado, ¿Cuánta de esa carga recae directamente sobre la empresa? ¿Hay otros grupos (como los clientes) afectados también por las regulaciones?
PB: Realmente depende del negocio. Las regulaciones hacen más costoso actuar y por tanto algunas acciones ya no son rentables cuando lo habrían sido en otro caso. Así que, para aquellas empresas que no tengan influencia política o no sean las más eficaces, una regulación puede decidir si hay negocio o no. Al mismo tiempo, las empresas que sobrevivan a la regulación podrían beneficiarse de una situación protegida, porque la regulación crear barreras de entrada. Por eso, por ejemplo, es racional para Walmart apoyar un salario mínimo más alto: daña a su competencia más de lo que le daña a ella.
Los perdedores reales son las personas comunes que, como consumidores, no consiguen los bienes y servicios valiosos que habían obtenido en caso contrario y, como productores, no pueden contar con los trabajos que habrían encontrado en caso contrario. Los ganadores son los supervivientes, al menos a corto plazo, y (como siempre) la clase política.
IM: se refiere a los mercados usando términos como “desordenados”, “aproximados” e “imperfectos”. ¿No es éste un argumento contra los mercados? ¿No puede la regulación pública darnos resultados más racionales?
PB: Por el contrario, el desorden es un argumento a favor de los mercados. La planificación pública racional podría ser realizable en una economía con límites fijados. Es decir donde no haya crecimiento, no haya creación de nuevo valor y por tanto el “grado” de mercado permanezca igual. Pero no existen esas economías en el mundo real y no estoy seguro de que sean siquiera posibles a largo plazo. Una economía es realmente el uso combinado de recursos dedicados a la satisfacción de deseos. Así que es inconcebible tener una economía que no mejore a lo largo del tiempo o que funcione mal y caiga en decadencia. En un proceso del mercado creativo y dirigido empresarialmente, no hay razón para planificar una economía a través de un plan público centralizado. Desarrollo cómo se produce este proceso de expansión del mercado en mi libro anterior de 2016: The Problem of Production: A New Theory of the Firm (Routledge).
Crecimiento y emprendimiento en un mercado no se refieren tanto a la asignación de recursos existentes dentro de este como a especular acerca de cómo pueden crearse y usarse recursos de maneras más valiosas. El mercado es una empresa creativa siempre dirigida al futuro y a la satisfacción de más deseos y deseos recién descubiertos. Así, un regulador planificador central público no tiene datos para usar a la hora de realizar un plan “racional”, porque los datos todavía no existen. Ese es el problema de la planificación centralizada: no puedes planificar teniendo solo cosas desconocidas y desconocibles. También por eso los mercados están desordenados, pero la toma de decisiones descentralizadas dentro de un sistema de pérdidas y ganancias genera la misma estructura necesaria para dicha toma de decisiones.
IM: ¿Pero en una economía puramente no regulada, las empresas no explotarían a los trabajadores?
PB: Concluyo exactamente lo contrario en el libro. Puede hacerse un alegato de explotación de tipo marxista de trabajadores en fábricas, tal vez más en países en los que hay fábricas similares a talleres clandestinos que en otros lugares. Pero la razón para esta explotación es la regulación. Si a los trabajadores no se les hubieran negado sus alternativas (lo inadvertido) no estarían satisfechos con los trabajos en esos talleres en los que están relativamente contentos tal y como están las cosas. La explotación no es tanto el resultado de capitalistas pagando a trabajadores menos de lo que podrían haber pagado en caso contrario. Es el resultado de que se han eliminado las opciones de los trabajadores. Las empresas con un taller clandestino en un país pobre no son las que quitan opciones a los trabajadores. La empresa es la que está dando los trabajadores una opción. No es tan buena como habría sido en caso contrario, pero eso no es necesariamente culpa de la empresa. Lo que daña a los trabajadores (y les mantiene en la pobreza al no poner suficiente presión competitiva sobre las empresas) es la regulación, que restringe la competencia y por tanto da poder a las empresas a costa de los trabajadores.
Así que el asunto de la explotación, y especialmente de cómo librarse de ella, es un asunto de encontrar la causa real y definitiva de la situación. Normalmente no se trata de que los empresarios tengan “poder” sobre el trabajador. Ese poder no existe naturalmente, sino que es causado por algo y mi argumento sugiere que el poder económico del empresario es un síntoma, pero no la causa. La causa real es la regulación pública.
El artículo original se encuentra aquí.
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