Una crítica reincidente y constante contra el progreso de la tecnología, y siempre refutada y demostrada falsa.
Los errores de los enemigos del progreso tecnológico, basados en miedos que solo ven una variable de la ecuación son graves, y llevan a decisiones políticas y barreras muy negativas para el progreso y el desarrollo humano.
Este es otro artículo que lo expone nuevamente.
Artículo de El replicador liberal:
Los errores de los enemigos del progreso tecnológico, basados en miedos que solo ven una variable de la ecuación son graves, y llevan a decisiones políticas y barreras muy negativas para el progreso y el desarrollo humano.
Este es otro artículo que lo expone nuevamente.
Artículo de El replicador liberal:
La mecanización de la sociedad no empeora la vida de la gente, y por tanto no se le puede tener miedo. Los luditas no tienen razón. Los robots no vienen a destruir nada, sino a construir una sociedad más eficaz, llena de empleos y de trabajo. Todo el que quiera podrá esforzarse para generar riqueza y recursos. En el futuro, gracias a la tecnología, se va a amplificar enormemente el campo de acción del ser humano. Y cuando los límites humanos se amplían, las posibilidades de trabajar también lo hacen:
- Los robots destruyen muchos puestos de trabajo, pero también generan otros nuevos. El progreso tiene esa particularidad. Como decía Schumpeter, la evolución de la sociedad es siempre una destrucción creativa. Y así tiene que ser. Toda evolución lo es. En consecuencia, no debemos fijarnos en lo que se destruye y se pierde con el transcurso del tiempo, sino en todo lo que ganamos al sustituir ese pasado por algo mucho mejor.
- Los robots incrementan la productividad y abaratan los costes y el precio de todas las mercancías, con lo cual benefician a todos los consumidores, y de éste modo todos pueden trabajar menos para acceder a los mismos bienes, o trabajar lo mismo para obtener más productos y generar más tránsito de mercancías y más empleo.
- Los robots otorgan más protagonismo a la microeconomía, y, por tanto, empoderan al individuo particular, favorecen las relaciones de intercambio, ponen al alcance de la mano más factores de producción y herramientas que antes estaban reservadas a unos pocos, y que permiten ganar más dinero y trabajar más. Todos podremos tener un pequeño ejército de robots que trabajarán por nosotros y que alquilaremos para distintas funciones. Todos nos volveremos pequeños productores, generaremos riqueza, movilizando el mercado y creando un sinfín de nuevas necesidades laborales. Ahora se suele llamar a esto “economía colaborativa”, pero eso es un pleonasmo, la economía siempre es colaborativa, pues no tiene otro sentido que ese, el de intercambiar bienes y colaborar con el prójimo en esa tarea. Yo lo llamaría economía de pequeños productores. Hoy en día todos somos consumidores (de hecho, es lo que tenemos que ser si queremos sobrevivir), pero solo algunos de nosotros podemos ejercer la función de primeros productores o desempeñar el papel de capitalistas. En cambio, mañana seguiremos siendo consumidores de última instancia, pero también podremos ejercitarnos como rentistas y productores de bienes de capital, y eso traerá aparejada una explosión de relaciones, colaboraciones y oportunidades de negocio nunca antes vistas.
Como vemos, el trabajo no disminuye con la robotización de la economía sino que aumenta, se potencia, se renueva, y se diversifica. Trabajaremos lo mismo para ser mucho más ricos. Y podremos optar por trabajar aún mucho más si lo que queremos es ser infinitamente más ricos.
El ludismo siempre ha venido a rechazar las innovaciones bajo la excusa de proteger a los trabajadores. Los sindicatos y los socialistas de todos los partidos se arrogan la defensa exclusiva del empleado y utilizan para ello todo tipo de protecciones (subvenciones, aranceles, prebendas, nacionalizaciones). Y también consideran que la robótica es un peligro para el trabajador, coincidiendo en eso con los luditas. Suelen pensar que los recursos son siempre los mismos y que habremos de compartirlos con los robots del mañana. No entienden que la tecnología tiene el efecto de aumentar indefinidamente esos recursos. No saben que el hombre también es inventor. Tampoco entendieron que el petróleo no se iba a terminar, pues estamos descubriendo continuamente nuevos pozos, gracias a las nuevas técnicas de sondeo y prospección. Los luditas y los socialistas se dicen progresistas, pero son conservadores, como también lo son los tradicionalistas o los nacionalistas, que tampoco quieren que cambie nada, ninguna tradición. Su maniática y obsesiva forma de proteger los derechos del trabajador impide que estos evolucionen al mismo ritmo que lo hace la sociedad, y por consiguiente condenan a ésta a una vida permanente de atraso y de penuria. Los verdaderos progresistas somos los liberales, aquellos que creemos en el mercado, quienes optamos por dejar que la tecnología nos absorba y nos sustituya, sin proteccionismos de ningún tipo, y aunque ello suponga la pérdida de algunos puestos de trabajo.
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