lunes, 19 de diciembre de 2016

¿Rivera, liberal?

Buen análisis de Luís Herrero sobre el último cambio de definición ideológica de Ciudadanos. 
Artículo de Libertad Digital: 
Albert Rivera le encandila tanto la figura de Adolfo Suárez que este fin de semana ha sentado las bases para revestir a Ciudadanos del ropaje ideológico que tuvo en su día el CDS. No voy a perder el tiempo buscando en la hemeroteca paralelismos exactos entre las expresiones identificativas de ambos partidos. Me fío de mi memoria. Cuando el CDS, como ahora Ciudadanos, entró en la Alianza de los Liberales y Demócratas del Parlamento Europeo, a Suárez también le dio la venada, como ahora a Rivera, de repellar su definición ideológica con una mano de pintura liberal, demócrata y progresista encima de la marca fundacional socialdemócrata y de centro izquierda. Naturalmente, aquella pirueta no despertó excesivo interés social. Sólo cierto sonrojo entre los lugartenientes de Suárez que tuvieron que darle soporte argumental a la machada de su jefe.
Suárez hizo todo lo que pudo, que fue mucho, por traer un régimen de libertades a España. Pero no era liberal. Se sentía más cómodo promoviendo "la necesaria intervención de los poderes públicos para asegurar la efectividad de los derechos sociales" (expresión que Rivera ha hecho desaparecer de la definición de Ciudadanos en el borrador de la ponencia de valores de su partido) que jaleando la libre competencia. Por fortuna para él -para Suárez, me refiero-, el rápido hundimiento del CDS le ahorró el esfuerzo de tener que defender en público durante mucho tiempo una posición ideológica impostada. ¡Y eso que llegó a ser presidente de la Internacional Liberal! Recuerdo con infinita simpatía los ímprobos esfuerzos que hizo Antonio Jiménez Blanco, auténtico liberal y devoto suarista, para convencerme de que el liberalismo moderno, el de las tesis de Kiel, estaba en perfecta sintonía con la clave intelectual del Adolfo renovado.
Lo que pretendo decir es que esa faceta de Suárez, la del travestismo ideológico en busca de apariencias espurias, no es la que debería mover a Rivera a un ejercicio de imitación de su modelo. Rivera tampoco es liberal y sus esfuerzos por parecerlo recuerdan demasiado al peor Adolfo, no al mejor. Si fuera liberal clamaría al cielo por la deriva de la política económica del PP, denostaría la subida del impuesto de sociedades, lucharía por rebajar el techo de gasto, se opondría al incremento del salario mínimo interprofesional, abjuraría de la defensa de la negociación colectiva, se batiría el cobre por adelgazar el tamaño del Estado, clavaría estacas en el corazón vampírico de la presión fiscal y no tocaría una coma de la reforma laboral si no fuera para hacerla aún más profunda. Creo que en España hace falta un partido que de verdad defienda esas ideas, una vez que ha quedado claro que el PP decidió hace tiempo dejar de hacerlo, pero tengo para mí que Ciudadanos no da el perfil necesario. A los partidos, como a las personas, no se les identifica por lo que dicen, sino por lo que hacen. No basta con que Rivera diga de sí mismo que es liberal, lo importante es que actúe como si lo fuera. De lo contrario puede pasarle lo que le pasó a Suárez: puede llegar a ser presidente de la Internacional Liberal y que nadie le vote por ello.
Déjeme Rivera que le diga una cosa que tal vez le sorprenda: si Suárez estuviera vivo, le envidiaría. Ciudadanos ha conseguido lo que él nunca consiguió con el CDS a pesar de haberlo intentado denodadamente. Su mejor resultado electoral, en 1986, le concedió 19 escaños en el Congreso gracias al apoyo de 1.800.000 españoles, el 9,2 % de los votos emitidos. Ciudadanos tiene 13 escaños más, un millón trescientos mil votos más y cuatro puntos porcentuales más de lo que él nunca tuvo tras abandonar UCD. Y, encima, Rivera llega a un Parlamento sin los rodillos de las mayorías absolutas. Ese era el sueño de Suárez: convertirse en la bisagra que pudiera darle estabilidad a Gobiernos precarios sin que las minorías nacionalistas esquilmaran la fortaleza del Estado. Nunca pudo conseguirlo porque el bipartidismo, como una tenaza implacable, le aplastó la cabeza como a una nuez. La respuesta a la pregunta de qué es lo que estaría haciendo Suárez hoy en día si estuviera en el pellejo de Rivera admite muchas conjeturas. Yo arriesgo la mía: lo que haría es suplir carencias, ocupar los espacios libres, evitando en todo lo posible las duplicidades.
Tengo la impresión de que Ciudadanos, en su próximo Congreso de principios de febrero, tiene más interés por alzar un proyecto de sustitución al PP, disputándole su espacio ideológico, que por consolidar una posición de bisagra. Lo segundo le llevaría a poner la lupa en los aspectos que le hacen diferente a Rajoy. Lo primero, en cambio, le lleva a disputar con él las mismas señas de identidad. El PP debe su retroceso, básicamente, a tres grandes calamidades: el incumplimiento del contrato con sus votantes en materia económica, la ineficacia en la defensa de la idea de España y la obsolescencia de su modelo organizativo, del que cuelga, como una lacra ignominiosa, la pústula de la corrupción. Ciudadanos ya se parece tanto al PP que ha dejado de ser, de hecho, una alternativa atractiva a las dos primeras.
Y para colmo, los estrategas del nuevo riverismo dan por cancelada su obstinada negativa a formar parte de gobiernos que no presidan y ponen rumbo a lo que en otros tiempos se conocía con la expresión de "pisar moqueta". Desde luego, hay argumentos a favor y en contra de quedarse en los bancos de la oposición a pesar de haber firmado pactos de gobernabilidad con otros partidos, pero ellos optaron por esa opción, más que otra cosa, por razones de estética. Querían evitar la imagen de apetencia de poder en un momento en que la ciudadanía tendía a identificar a la clase política con una casta vorazmente atraída por los privilegios. ¿De verdad creen que ha cambiado esa percepción lo suficiente como para que puedan mudar de criterio sin pagar las consecuencias? Yo sólo digo que corren el peligro de dejar de ser quienes venían a cambiar el statu quo para convertirse en simples partidarios de mimetizarse con él. Y si tengo razón, están muertos.

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