domingo, 25 de diciembre de 2016

Videojuegos terroristas

Juan Rallo responde a las palabras de Errejón sobre la causa de los atentados en Berlín, sobre la responsabilidad de los videojuegos, por supuesto, y como siempre, sin evidencia disponible detrás. 
Pero es lo de siempre en estos doctrinarios. Primero, justificar de la manera que sea, quitándoles toda responsabilidad por sus actos al propio terrorista, cuando realiza cualquier acto terrorista contra Occidente, al que quieren desintegrar (y para ello el islam es un gran aliado) para imponer su modelo socialista (que no ha traído más que miseria, hambre, erradicación del que discrepa, esclavitud y muerte allá donde se ha llevado a cabo sin excepción a lo largo de la historia). 

Y en segundo lugar, y relacionado con lo primero, sus ansias de controlar y regular todo, en su ansia de ingeniería social para crear un "hombre nuevo", el fin de toda dictadura colectivista, empezando por el socialismo (y pasando por el nazismo), y que es la base teórica que lleva a dichas sociedades al desastre (pues es sinónimo de dictadura, imposición, falta de libertad, violencia y represión institucional, control absoluto de la sociedad, persecución y erradicación de los "desviados"...

Artículo de su página personal:

Videojuegos terroristas

El número dos y portavoz parlamentario de Podemos, Íñigo Errejón, aprovechó el reciente atentado terrorista en Berlín para criminalizar a los videojuegos violentos. Según manifestó en una entrevista en la Cadena Ser: “Creo que también hay un efecto imitación. Estoy convencido de que el que ha hecho lo de Berlín no lo habría hecho de la misma forma si no es porque conoce lo de Niza y porque ha visto videojuegos similares y películas similares”. Uno esperaría de nuestros representantes un poco más de prudencia a la hora de efectuar declaraciones tan gratuitas y aventuradas que, en última instancia, sólo contribuyen a colocar el foco de la sospecha sobre centenares de miles de adolescentes que disfrutan de su tiempo libre sin dañar ni entrometerse en la vida de nadie. Si en asuntos de Justicia solemos aplicar la máxima de la “presunción de inocencia” y exigimos pruebas suficientes como para despejar toda “duda razonable” antes de efectuar una declaración de culpabilidad, sería conveniente emplear reglas igualmente prudenciales a la hora de juzgar de un modo tan severo las consecuencias presuntamente derivadas de jugar a los videojuegos. Sobre todo porque la evidencia disponible a la hora de efectuar tales afirmaciones es más bien escasa.
Es verdad que en los experimentos controlados en laboratorio sí suele encontrarse una cierta relación positiva entre exposición a videojuegos violentos y pulsiones agresivas u hostiles: es decir, aquellas personas que han dedicado parte de su tiempo a visualizar o participar en videojuegos violentos tienen ulteriormente respuestas, pensamientos o actitudes algo más agresivas que el resto. Pero un cierto aumento de la agresividad según los artificiales parámetros experimentales de un laboratorio no equivale a un incremento de los comportamientos violentos en el mundo real y, mucho menos, a un aumento de las actividades terroristas. Precisamente, uno de los últimos estudios publicados al respecto (Violent Video Games and Violent Crime, de Cunningham, Engelstätter y Ward) no encuentra relación alguna entre mayor exposición a los videojuegos violentos e incrementos de la delincuencia; más bien al revés, los autores constatan que, de existir algún tipo de conexión, sería más bien negativa. A más videojuegos violentos, menor criminalidad: “no hallamos ninguna evidencia de los videojuegos aumenten la delincuencia, si acaso la reducen”. Antes de seguir degenerando hacia el meapilismo doctrinario, más valdría que Podemos le echara un vistazo a la evidencia disponible y contuviera su incontrolable ansia de ingeniería social.

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