lunes, 7 de enero de 2019

Una hipótesis loca sobre la violencia de género

Daniel Rodríguez Herrera lanza una hipótesis "loca" sobre la violencia de género y el daño que produce (y que en nada ayuda a las mujeres y potenciales victimas) el feminismo tóxico (de tercera ola). 
David Alonso Rincón
Cuando aún no se había convertido en la versión cutre de PúblicoEl País publicó un amplio reportaje de una investigación exhaustiva sobre asesinatos de mujeres a cargo de sus parejas en la que colaboraban hasta 500 personas, provenientes de universidades, colegios de psicólogos y fuerzas policiales. Se trataba de analizar caso por caso y ver qué patrones se repetían y cuáles no, para poder mejorar las políticas de prevención. Se armó una escandalera notable, con el feminismo tóxico gritando que la causa era el machismo y solo el machismo, y que el mero hecho de dudarlo ya era machista. "Decir que todo es machismo es quedarse en la superficie, hay que averiguar qué detona esa agresividad letal", decían los investigadores. Ay. Pobres ingenuos, que aún se creen que el feminismo tóxico tiene realmente como objetivo prevenir la violencia de género, y no usarla como validación personal a través de una ideología que ha hecho del odio al hombre su religión.
Más de un año después, El Mundo publicó un artículo sobre los avances de la investigación. Ya había dado algún fruto: dado que en un 34% de los casos al crimen le seguía el suicidio del asesino –recordemos que tres de cada cuatro suicidios los cometen hombres, desigualdad sobre la que nadie parece preocuparse–, centrarse en intentos de suicidio previos podría prevenir algunos asesinatos. Pero también se lanzaba una advertencia: la mayoría de los casos parecen ajustarse a la definición de cisne negro, un suceso esencialmente impredecible. No hay ningún hecho previo que permita dar más atención a un caso, no existe la famosa escalada que se nos vende como modelo único, y que empezaría por los intentos de controlar el móvil, los insultos, etc., para pasar a las agresiones físicas y, finalmente, al asesinato. No es que tales casos no existan, claro, pero son un porcentaje minoritario. No obstante, al feminismo tóxico le conviene centrarse en ellos, porque son los que responden a su teoría de que chorradas como abrirse demasiado de piernas al sentarse en el metro es la base de una supuesta pirámide en cuya cúspide estarían los asesinatos de mujeres. Y la ideología siempre ha de ir por delante de la realidad, aunque eso pueda dificultar la prevención de nuevos crímenes.
Así que permítanme proponer una hipótesis completamente loca e irracional sobre por qué los hombres matan a sus mujeres mucho más frecuentemente de lo que las mujeres matan a sus hombres: los hombres son más agresivos que las mujeres, en todas las culturas. Eso no significa que todos los hombres sean más agresivos que todas las mujeres, tan sólo que es más probable que, entre dos individuos escogidos al azar, el hombre sea más agresivo que la mujer. Son diferencias estadísticas. Pero precisamente porque son diferencias estadísticas serán menores en los valores centrales, donde nos situamos casi todas las aburridas personas normales, pero enormes en los extremos. De ahí que, según datos del INE, el 92% de los presos sean hombres. De ahí que, según un reciente informe sobre homicidios del Ministerio del Interior (tabla 3.4), el 89% de los asesinos sean hombres y el 88% de los asesinatos en parejas y exparejas heterosexuales los cometan hombres. Esa diferencia también se ve en parejas homosexuales, porque hubo cinco asesinatos de hombres y uno de mujeres en el periodo estudiado, de 2010 a 2012.
Es decir, no es necesaria ninguna hipótesis extra –en este caso el machismo, el heteropatriarcado, o como quieran ustedes llamarlo– para explicar la abrumadora diferencia entre hombres y mujeres a la hora de matar a la pareja, porque es la misma diferencia que se da en otro tipo de asesinatos o en el caso de las parejas homosexuales. Bien está que los especialistas estudien los casos uno a uno y busquen regularidades que puedan ayudar a prevenir futuros crímenes. Es una de las cosas que permiten que España sea uno de los países del mundo donde es menos probable que te maten.
Pero lo que resulta ridículo es que a esos crímenes en concreto se los llame "violencia machista", dando por sentada la causa, y se insulte y califique de machistas a quienes investigan las causas reales de estos asesinatos y a quienes queremos que se haga. El concepto de violencia machista es puramente ideológico. Forma parte del ideario de ese feminismo tóxico del "nos están matando" y el "machete al machote", hegemónico en la política y los medios de comunicación. Un feminismo del que debemos librarnos si de verdad nos interesa reducir el número de mujeres que mueren a manos de quienes dicen quererlas.

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