lunes, 7 de diciembre de 2015

Cuando el pan es malo se da más circo

Artículo de Juan Pina acerca de la generalización de la socialdemocracia en el sistema y lo que conlleva, que no es otra cosa que el status quo con peor pan y más circo.
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Artículo de Voz Pópuli:




La socialdemocracia generalizada y transpartita nos da pan y nos da circo —aunque a algunos, sobre todo, nos da grima—. En época de supuesta bonanza económica, artificialmente inducida por los políticos que manipulan la moneda y el crédito, se da mucho pan y no hace falta tanto circo, aunque, como sobra el dinero, pues también se da. En época de austeridad —austeridad del sufrido ciudadano, no de la élite política ni del Estado paquidérmico— se tiene que mejorar la capacidad de engagement del circo socialdemócrata, porque el pan es más escaso y sabe peor. Todos los regímenes políticos se sostienen en parte por el consentimiento de los ciudadanos y en parte por la coerción estatal. La socialdemocracia, que va de guay, dice legitimarse en las urnas mediante un juego pluralista abierto a todos. Pero no, no es así. La vieja democracia liberal a la inglesa, inspirada en el parlamentarismo de Westminster, dio paso tras la Segunda Guerra Mundial a un sistema diferente. No se restauró la democracia, se instauró la socialdemocracia. Y ésta tiene una legitimidad formal en las urnas, sí, pero la legitimidad auténtica, la que de verdad sostiene el sistema, es la que compra pagando en circo y, sobre todo, en pan. Estamos ante un régimen particularmente basado en esa transacción, una transacción siempre fraudulenta porque lo que se da no compensa lo que a cada cual se quita, y porque además induce unos niveles de endeudamiento extremadamente peligrosos, que hipotecan el futuro de las generaciones siguientes.

Como la socialdemocracia está aquejada ya de fatiga crónica a causa de los vaivenes del ciclo económico, intenta convencernos de lo maravilloso que es su pan, pero no deja de crecer el porcentaje de súbditos —sobre todo jóvenes—, que lo desprecian por rancio. Y como es consciente de que el andamiaje se tambalea y el discurso oficial es cada día menos creíble, pues recurre entonces a extremar el circo. Y por otro lado va aumentando también la coerción y vemos así menguar los derechos individuales y las libertades públicas mientras el Estado socialdemócrata va perdiendo su pátina de bondad y se torna cada vez más orwelliano.

Una de las necesidades de acreditación del sistema es mantener la farsa del pluralismo. Por ello surgen formaciones políticas que aparecen como alternativas limpias a la pocilga política de los de siempre. Pero son más de lo mismo, son operaciones de encauzamiento del descontento para que quede dentro del régimen. Una de color morado para el público que es culturalmente “de izquierdas”, y otra de color naranja para apelar al público “de derechas”. Se pretende así transmitir la sensación de alternativas, de pluralismo, de cambios mayores en la composición del sistema político cada ciertas décadas. La serpiente muda la piel, se desechan organizaciones demasiado avejentadas o demasiado tocadas por las inmundicias de corrupción propias del Hiperestado, y se presenta en sociedad supuestas alternativas, brindando a los electores descontentos un call to action que les haga sentir que han protagonizado un cambio de alcance.

¿De alcance? En enero vamos a tener lo mismo que tenemos desde 1978, por más que haya nuevas caras y nuevos logos: vamos a tener un gobierno socialdemócrata, ya sea de coalición o con pacto de legislatura, y lo integren quienes lo integren. No, no hay pluralismo político real porque las barreras de entrada son abusivas e impiden de facto, no ya la influencia, sino hasta la misma presencia de cuantos cuestionamos el sistema socialdemócrata en su conjunto y promovemos su desmantelamiento ordenado y paulatino para recuperar la Libertad económica y personal. Esa mera presencia sería demasiado peligrosa por su potencial efecto dominó, porque revelaría las verdades del barquero —desde la quiebra de las pensiones hasta el fraude monetario, desde el robo generalizado hasta la corrupción total y absoluta de la casta político-corporativa que ha desvirtuado nuestro capitalismo—. La reforma de la LOREG a manos de los partidos del régimen asestó en 2011 un duro golpe a la pluralidad de opciones. La oferta electoral libertaria va a estar en los colegios electorales de casi diez millones de españoles, pero podría haber estado en casi todos, y seguramente otras formaciones políticas han atravesado iguales o peores dificultades.

¿Pluralismo? La socialdemocracia multicolor y sistémica trata de conciliar el control absoluto del poder con la apariencia de fair play de las viejas democracias parlamentaristas europeas pero, en el paradigma informativo actual, esa apariencia ya no se la cree casi nadie, porque casi todos ven la realidad: que estamos en un sistema atado y bien atado. En el régimen de socialdemocracia, imperante en todo el mundo desarrollado, manda la élite estatal y da igual quiénes sean las caras visibles porque en realidad siempre son los mismos. Los súbditos existimos fundamentalmente para pagarle a esa élite estatal, de forma forzosa, más de la mitad de la riqueza que producimos. O sea, cumplimos pena de trabajos forzados a cambio de unos servicios que la sociedad civil podría proveerse de forma libre con mayor eficiencia y a precios más bajos. El Estado nos lastra, nos asfixia, induce nuestro comportamiento en función de lo que en cada momento interesa a su élite, nos administra su cloroformo en el pan malo y duro que nos da, y cuando nos revolvemos en el sueño inducido y podríamos llegar a despertar, cambia el programa de varietés y nos da un circo distinto, morado o naranja, para devolvernos a la fase REM.

Seguramente a la socialdemocracia, a nivel mundial, no la venceremos sus adversarios políticos sino la realidad: por un lado su insostenibilidad económica y por otro la rápida reconfiguración social que se deriva de las nuevas tecnologías. Entre tanto, el día 20 tenemos una oportunidad de no seguir el juego al sistema, de no votar ni a los mismos perros con los mismos collares ni a los mismos perros con distinto collares, y de impulsar en cambio el tercer camino, el camino libertario, un camino exasperantemente lento, sí, pero el único camino de vuelta desde la servidumbre.

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