Juan Rallo analiza el sistema estructuralmente perverso de la banca pública, de lo cual el escándalo de las tarjetas black solo es un mero símbolo, no la causa de su perversión.
Artículo de su página personal:
El uso (y abuso) de las tarjetas black dentro de Caja Madrid se ha convertido en el símbolo de los desmanes de una época: consejeros colocados a dedo por las distintas formaciones políticas y sindicatos que, a cambio de instrumentar a la entidad para satisfacer los intereses de sus padrinos (y de los grupos de presión que revoloteaban alrededor de sus padrinos), obtenían elevadas remuneraciones no sólo de forma legal sino también presuntamente ilegal. Más allá de los propios sobrecostes que le generaron a la entidad, no es necesario ser un lince para comprender cómo este perverso juego de incentivos desalineados terminó empeorando una gestión de la caja madrileña que ya por sí sola la condenaba a una situación de incorregible insolvencia.
Sin embargo, tampoco deberíamos caer en la trampa de utilizar el caso de las tarjetas black como un pretexto para desviar el foco de los auténticos problemas que rodearon durante esos años a las cajas y que fueron los verdaderos culpables del fiasco económico que terminaron generando. Las black puede que sean un símbolo, pero desde luego no son la causa profunda de la perversión del sistema que las alumbró. Otras entidades sin este tipo de remuneraciones opacas corrieron igual o peor suerte que Caja Madrid (el agujero de la propia Bancaja era superior) y, a su vez, la magnitud del agujero directo que representaron las black es absolutamente ridículo en relación con el conjunto de las pérdidas de la entidad: 12 millones de euros sobre una oquedad financiera de más de 23.000 millones (esto es, en torno al 0,05%).
Así pues, la enorme atención mediática que se ha prestado a las black no debe hacernos olvidar que éstas fueron solo un síntoma —otro más— de un sistema estructuralmente perverso y corrupto: el sistema de la banca pública al que ahora tantos desean regresar. Bien está que se persiga judicialmente este caso, aunque sólo sea para dilucidar lo realmente ocurrido: pero lo importante es atajar el mal de raíz, esto es, denunciar la gestión intrínsecamente politizada de toda banca pública así como los gigantescos perjuicios que siempre acaba generando.
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