Antonio José Chinchetru analiza y muestra los graves errores (y peores consecuencias) del nacionalismo económico y proteccionismo (que se une en muchos al boicot) que defiende el vídeo del agricultor español (que se ha hecho viral) criticando las patatas israelíes que se venden en Mercadona, pretendiendo salir en defensa del agricultor español.
Al artículo de Chinchetru y las pésimas consecuencias que conllevaría hacer caso las exigencias del agricultor español, habría que añadir más. Primero, que lo que defiende el agricultor es privar de libertad al consumidor y al proveedor, imponiendo a todo el mundo la venta de SUS productos, más caros y/o de peor calidad. Porque él lo vale. Es como obligar a todo el mundo a comprar un coche 600 de producción español, impidiendo a la gente (y criticando y pidiendo boicot a los concesionarios por venderlos) comprar BMW, Audis, Kia o cualquier otra marca de coche, que ofrece distintas calidades y precios (pero poniendo el caso más sangrante de que dicho 600 se vendiera a mayores precios que los vehículos comentados).
Pero no solo es un argumento de libertad (frente al totalitarismo que pretende imponer), sino económico, de mejora de la renta, de trabajo y de bienestar para el conjunto de la sociedad.
Adquirir un bien en Mercadona a menor precio que el de dicho agricultor que exige vender su producto (más caro) implica que las familias tendrán menor poder adquisitivo, pues emplean más dinero en adquirir un mismo bien. En consecuencia pueden comprar menos bienes (por ejemplo, otra verdura, agua...). Por lo que perjudica a otros productores (españoles en su mayoría para más inri, siguiendo su lógica nacionalista) al impedir que les compren bienes, destruyendo empleo. Es decir resta bienestar al consumidor (menos bienes por el mismo precio) y resta empleo y riqueza al resto de trabajadores y productores del resto de la economía (la gente tiene menos dinero para comprar otros bienes, reduciendo la demanda y por tanto la producción y el empleo). Es decir todos salen perdiendo menos precisamente el que quiere imponer sus ventas.
Pero el conjunto de la economía gana pues aumenta el bienestar y empleo en su conjunto, el número de bienes que se disfruta por persona, la productividad y la eficiencia (más productos con menos recursos, que son limitados, lo que reduce el despilfarro, y permite una mejor asignación de recursos para satisfacer las demandas de la gente), y en resumen, la riqueza y bienestar global.
Al artículo de Chinchetru y las pésimas consecuencias que conllevaría hacer caso las exigencias del agricultor español, habría que añadir más. Primero, que lo que defiende el agricultor es privar de libertad al consumidor y al proveedor, imponiendo a todo el mundo la venta de SUS productos, más caros y/o de peor calidad. Porque él lo vale. Es como obligar a todo el mundo a comprar un coche 600 de producción español, impidiendo a la gente (y criticando y pidiendo boicot a los concesionarios por venderlos) comprar BMW, Audis, Kia o cualquier otra marca de coche, que ofrece distintas calidades y precios (pero poniendo el caso más sangrante de que dicho 600 se vendiera a mayores precios que los vehículos comentados).
Pero no solo es un argumento de libertad (frente al totalitarismo que pretende imponer), sino económico, de mejora de la renta, de trabajo y de bienestar para el conjunto de la sociedad.
Adquirir un bien en Mercadona a menor precio que el de dicho agricultor que exige vender su producto (más caro) implica que las familias tendrán menor poder adquisitivo, pues emplean más dinero en adquirir un mismo bien. En consecuencia pueden comprar menos bienes (por ejemplo, otra verdura, agua...). Por lo que perjudica a otros productores (españoles en su mayoría para más inri, siguiendo su lógica nacionalista) al impedir que les compren bienes, destruyendo empleo. Es decir resta bienestar al consumidor (menos bienes por el mismo precio) y resta empleo y riqueza al resto de trabajadores y productores del resto de la economía (la gente tiene menos dinero para comprar otros bienes, reduciendo la demanda y por tanto la producción y el empleo). Es decir todos salen perdiendo menos precisamente el que quiere imponer sus ventas.
Pero el conjunto de la economía gana pues aumenta el bienestar y empleo en su conjunto, el número de bienes que se disfruta por persona, la productividad y la eficiencia (más productos con menos recursos, que son limitados, lo que reduce el despilfarro, y permite una mejor asignación de recursos para satisfacer las demandas de la gente), y en resumen, la riqueza y bienestar global.
Artículo del Instituto Juan de Mariana:
Aunque la historia tiene ya algún tiempo, se remonta a finales del pasado marzo, ha vuelto a convertirse en viral después de que un par de medios digitales muy enfocados a las redes sociales hayan vuelto a sacarla a la palestra. Un agricultor catalán, de nombre Chema Mateo, se convirtió en una especie de héroe digital después de subir a Facebook una foto de unas patatas vendidas en Mercadona. La clave estaba en el etiquetado, donde se especificaba que el país de origen de los tubérculos era Israel. Acompañaba la imagen un duro texto donde se acusaba a la cadena de supermercados de llevar "a la ruina" a los agricultores españoles.
Chema Mateo consiguió su momento de gloria, ahora revivido. La entrada en Facebook en cuestión ha sido compartida más de 30.000 veces y ha logrado casi 24.000 reacciones entre "me gusta", "me enfada", "me entristece" y otras. En este caso dudamos de que se trate de antisemitismo, incluyendo el que se disfraza con la careta políticamente correcta de antisionismo. Se trata más bien de mero nacionalismo económico y una muestra de pensamiento proteccionista. Otra cosa, claro está, es que muchos hayan aprovechado (en los comentarios al post y otros sitios) para atacar a los judíos e Israel y pedir el boicot a Mercadona por comerciar con ese país.
Da igual que Mercadona explicara, incluso antes del arranque de esa polémica, que el 80% de las patatas que vende es de producción española (aunque fuera de otro país, sería igual de legítimo). La "indignación" de un agricultor local era perfecta para difundir un mensaje contra el comercio internacional y las grandes superficies. Lo curioso es que muchos de los que se quejan de que Mercadona compre productos a agricultores extranjeros sin duda alguna rechazan a Donald Trump, cuando defienden lo mismo que él: el proteccionismo económico.
El error del proteccionismo tanto de Trump como de Chema Mateo y los miles de personas que comparten su indignación es el mismo. Ellos ven una parte del comercio internacional. En el caso de las patatas de Mercadona se trata de los tubérculos que no ha vendido algún español. Pero no ven el resto. Sigamos con nuestro protagonista y sin salir del país de origen de los productos de la polémica. El móvil que usó para hacer la fotografía lleva tecnología desarrollada en Israel (todos esos teléfonos la tienen). Pero hay más. Es bastante probable que el propio Mateo o algún amigo suyo, como muchos miles de agricultores españoles, mejore la productividad de sus tierras usando sistemas de riego fabricados en el Estado judío o al menos con patente de alguna empresa o instituto tecnológico de ese país.
¿Estaría dispuesto Mateo a que Israel deje de importar productos agroalimentarios españoles a cambio de que Mercadona no compre patatas en ese país? Las pérdidas para los agricultores, ganaderos e industrias alimentarias de España serían importantes. El sector exportó al pequeño país de Oriente Medio (tiene el tamaño de la Comunidad Valenciana) por un total de 88,5 millones de euros en 2015, y sólo en los ocho primeros meses de este año lo hizo por 56,6 millones de euros. La previsión es que cierre 2016 con unas exportaciones totales al mercado israelí de 120 millones de euros. Y la cosa no se limita a la agricultura. La balanza comercial es favorable a España: según los datos del ICEX, las exportaciones al Estado judío sumaron 1.332 millones de euros en 2015 frente a unas importaciones de 722 millones de euros.
Y tampoco hay que quedarse en Israel. Quien defiende que un supermercado español no compre patatas extranjeras debería aceptar que el resto de países dejaran de adquirir productos de España. El resultado de ello sería desastroso, con miles o millones de personas arruinadas. Sólo el sector agroalimentario exportó en 2015 por una cifra total de 44.065 millones de euros. Cualquiera que haya entrado en un supermercado fuera de nuestras fronteras puede dar cuenta de ello. Quien esto escribe lo ha hecho en más de una ocasión en algunos de Europa central, en los que ha adquirido cosas como tomates o pepinos tal vez cosechados por el propio Chema Mateo o algún vecino suyo. Y en las estanterías de esos establecimientos no faltaban aceitunas andaluzas, vino de Toro y La Rioja y otros muchos productos made in Spain.
Si Chema Mateo y quienes han visto en él a un héroe fueran coherentes, deberían votar a Trump si se presentara a unas elecciones en España. El problema es que su proteccionismo, de ponerse en marcha, llevaría a la ruina a muchos de esos agricultores españoles en nombre de los que se indignan.
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