Daniel Lacalle analiza las peregrinas promesas de los políticos (en una carrera a ver quien promete más gasto) basadas en irreales e interesadas (al alza) cifras de recaudación que nunca se cumplen y en reales (y mayores siempre a las previstas) cifras de gasto que devienen en mayores déficits, gasto público, deuda e impuestos (sin mejora en el servicio).
Artículo de El Confidencial:
Corbis
"Biased forecasts have played an important role in the generation of excessive deficits in the past” Jonung y Larch, 2006
Ayer leía, con cierta sorpresa y divertimento, el estupendo artículo de El Confidencial sobre “cómo financiar las propuestas de las elecciones” y me pareció que daba mucho que pensar.
Ayer leía, con cierta sorpresa y divertimento, el estupendo artículo de El Confidencial sobre “cómo financiar las propuestas de las elecciones” y me pareció que daba mucho que pensar.
Es curioso que una sociedad que critica a los “políticos” con tanta vehemencia busque curar su decepción votando a otros que prometan cosas más peregrinas.
Porque la promesa de subir impuestos a los ricos siempre es subir a los pobres.
Uno detrás de otro, los partidos más intervencionistas, Podemos, PSOE o IU, prometen ingentes cantidades de dinero para todo tipo de gastos que van a financiar “relajando el déficit”, es decir, deuda (como si pudiesen saltarse aún más el pacto de estabilidad, que llevamos incumpliendo sólo nueve años) y subiendo impuestos a los ricos.
Esos gastos, por supuesto, son ciertos, reales y los exprimen hasta el último euro. De hecho, la media histórica de exceso de gasto sobre el presupuesto es del 20% en los últimos diez años (mención honorifica a ciertas comunidades autónomas que han gastado hasta dos veces más de lo estimado).
Pues bien, los gastos son reales y evidentes. Vayamos a los ingresos.
Las estimaciones de ingresos presentadas por Podemos en el capítulo de “lucha contra el fraude” ya han sido negadas públicamente por los Inspectores de Hacienda (los de verdad), en enero de 2015, alertando sobre “propuestas inadecuadas e imposibles” basadas en informes inexistentes. (“Algunos otros estudios, en su afán por aportar datos llamativos que calan con facilidad en la opinión pública y a medios de comunicación, realizan estimaciones desglosando las magnitudes del fraude por regiones, por tamaño de empresas o por tipologías. Sería, además, muy interesante que aquellos que hablan una y otra vez de esas llamativas cifras aportaran los estudios en los que se basan para poder contrastarlas. De unos estudios previos sin fundamento surgen propuestas inadecuadas e imposibles", Inspectores de Hacienda, 2015).
Las estimaciones sobre recaudación por tasa a transacciones financieras e impuestos adicionales son igualmente optimistas. En los países europeos donde se instauró dicha tasa se recaudó mucho menos. En Suecia se recaudó 15 veces menos de lo previsto. Querían ingresar 1.500 millones de coronas, no llegó a 100 millones y, encima, cayó la recaudación por plusvalías.
Recuerden que la media de error en estimaciones de ingresos por nuevos impuestos de los últimos diez años ha sido del 50%.
Un estudio excelente de los profesores Carvalho y Alfonso de la Universidad de Lisboa muestra que gran parte de las subidas de impuestos de la Unión Europea vienen por estimaciones de ingresos optimistas y exageradas (Revenue Forecast Errors in the European Union, 2014).
La media de error (desviación estándar) en las estimaciones de ingresos en España ha sido de un 1% del PIB en el primer año y, atención, el 1,6% el segundo y el 1,8% el tercero. Un país donde en todos los años observados se ha producido una desviación real entre ingresos estimados y reales.
Gastos muy reales, aumentos de déficit –deuda- muy reales, y estimaciones de ingresos “de los ricos” optimistas. Tachaaaan. Una ecuación que siempre termina en “subir los impuestos a todos”.
El propio Banco Central Europeo lo alerta en su informe “Lecciones de las estimaciones fiscales”. Explica “los objetivos han sido criticados por ser sistemáticamente parciales como resultado de presentar planes irreales, políticamente motivados”. Y no es “por la crisis”. Ya en 2006 Jonung y Larch analizaban el error sistemático en la presentación de objetivos por parte de la mayoría de los países de la Unión Europea.
Vean en el gráfico la diferencia entre cifras reales y estimadas en diferentes periodos (primavera y otoño).
Y es que la literatura sobre la historia de errores de estimación es aplastante, tanto desde el BCE como las universidades de Europa. Los políticos, oh sorpresa, siempre se equivocan en los ingresos esperados y en las previsiones de déficit, con un efecto acelerador. Se equivocan más –en contra del ciudadano y del contribuyente- cada año adicional previsto.
Y encima de gastar más y subir más los impuestos, los servicios empeoran, según análisis de Public Sector Trends (2014) o la Comisión Europea. Ya antes de la “crisis”.
En España el gasto público creció un 48% en 5 años, del 2004 al 2009, y la percepción de calidad del sector público no mejoró (AEVAL). Mucho observatorio, mucho comité y mucha burocracia.
¿Cómo evitamos, como ciudadanos, este incentivo perverso a equivocarse en ingresos y acabar asaltando nuestro bolsillo mientras empeoran los servicios? Votando contra los que prometen decenas de miles de millones de gasto y más gasto. Exigiendo desde la sociedad civil que los programas electorales no sean una carta a los Reyes Magos de un burócrata.
Si no aprendemos que las promesas de “relajar el déficit”, “subir los impuestos a los ricos” y “retrasar el objetivo de estabilidad”, “estimular la demanda interna con gasto público” terminan en mayores impuestos, peores servicios y más asfixia burocrática, la culpa es nuestra.
Entonces, por supuesto, criticaremos a los “políticos”. Alguno sacará otra cifra “mágica” de ingresos de la manga, y votaremos al que prometa el gasto más peregrino… con nuestro dinero.
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