jueves, 14 de junio de 2018

Dejen de prometer que pueden pagarlo todo: señores políticos, no se sostiene

Una pequeña muestra el engaño populista al que está siendo sometida la sociedad con las falsas (e interesadas y electoralistas) promesas por parte de los políticos de que hay dinero para todo, a raíz de la última decisión sobre las pensiones. 
Efectivamente, el susto y la dosis de realidad vendrá repentinamente, cuando la mentira sea del todo insostenible y el sistema tal como está hoy se viniera abajo. 

Lo peor de todo, es que la mentira populista y electoralista política lleva a la creciente frustración de la gente cuando es cada vez más consciente de ello, a un enfado y "deshubicación" que tiene consecuencias dramáticas, y que suele tener una respuesta socialmente desastrosa, al buscar nuevos "amos" (en esta cultura de creciente dependencia del poder político que se han encargado de tejer década a década), echándose en brazos de nuevos "mesías" que prometen devolverles a la deseada situación pretérita (que era un mero engaño, y por tanto imposible de mantener en el tiempo) jugado con la desesperación de la gente, y que acepta todo tipo de locuras (aunque suenen muy bien, por sus repercusiones perversas sobre la sociedad) a cambio de dichas promesas. 
Y ante esa situación, la aplicación de la razón, la lógica o el sentido común no tienen cabida, pues preponderan las emociones, que como bien sabe el premio Nobel Daniel Khaneman (perfectamente expuesto en su obra "Pensar rápido, pensar despacio"), es lo que mueve en mayor medida a las personas (de ahí la búsqueda de la exaltación de emociones por parte de los políticos y el éxito del populismo). 
Lo que lleva ante situaciones tan críticas, a la demagogia creciente a todos los partidos (con medidas más y más desastrosas para el medio y largo plazo, pero muy vendibles en el corto plazo para ingenuos). 
Lo que evidencia una vez más, que el político no busca la verdad, no busca el "bien común" (todo esto son artimañas para alcanzar su verdadero objetivo, que no es otro que el poder), sino su propio interés (ser ascendido, ganar las elecciones, alcanzar más poder, mantenerse en él, controlar más recursos, lucrase, asegurarse el futuro...). 
Los votantes, son meros instrumentos del juego de poder que es la política, pero la mejor forma de utilizarles es haciéndoles creer que lo hacen por ellos y que todo lo que hacen es por su bien (mientras lo que hay es un constante embrollo clientelar tejido para ganarse apoyos y hacer imposible la disolución de dicho tejido por la resistencia de clientes que alcanza todas las esferas de la sociedad) con el dinero de terceros (lo que te sale de un bolsillo sin que lo percibas te lo dan en menor medida al otro) que implican políticas cortoplacistas que llevan a un  sistema de creciente gasto, impuestos y deuda, de cuyos efectos (en el tiempo, una vez no esté en el gobierno) poco les preocupa ya...
José Luís Bajo hace una pequeña reflexión al respecto, tras la última medida del nuevo gobierno (PSOE) sobre las pensiones.
Artículo de El Economista:
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Está claro que los votos valen más que la estabilidad del país. Lo demuestra el nuevo Gobierno, dispuesto a mantener su hoja de ruta de revalorización de pensiones con el IPC, y lo demuestra el PP, que impuso la reforma de 2013 pero que ahora se sube al carro de subir jubilaciones con la inflación. No perdamos de vista que, en mayo de 2019, nos jugamos las habichuelas en las autonómicas y municipales. Y en las europeas.
Repitan conmigo, señores políticos: no se sostiene. Díganlo, hagan pedagogía, dejen de decir medias verdades. No se sostiene. Se pongan ustedes como se pongan, revalorizar pensiones con el IPC es inviable a medio plazo, más allá de que este año solucionemos el apaño con un impuesto a la banca y de que el próximo nos inventemos la tasa Google. Para mantener el poder adquisitivo de los mayores habría que reclamar tal esfuerzo fiscal, que ya les digo yo que la sociedad les va a decir que no es no, como bien apuntó Pedro Sánchez.
Tienen ustedes todo el derecho del mundo a intentarlo, a prometer, a sondear al público con gravar a los más ricos. Pero sean honestos. Digan al menos que, como sucede en el resto del continente europeo, quienes se jubilen a medio plazo no van a poder seguir cobrando más del 80 por ciento de su último salario. No hay dinero para pagarlo. Ni lo va a haber, porque aunque haya cierta razón a la hora de cuestionar el dibujo apocalíptico que el INE traza sobre la pirámide poblacional, ni siquiera un desvío grande sobre esa senda garantizaría que el Sistema goce de los recursos necesarios.
Envejecemos a ritmo de vértigo, y gracias. Vivimos más por los avances médicos. Cotizamos menos de lo que un día aspiramos a cobrar desde el retiro dorado. Y eso resulta inviable. Tendremos pensiones, no nos alarmemos. Las tendremos. Pero no las de ahora. Habrá que subir impuestos. Y habrá que tomar decisiones más dolorosas, sin descartar que el denostado 0,25% vuelva a la palestra. Y lo peor es que llegará de la noche a la mañana, cuando las costuras del Sistema revienten y no quede más remedio.

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