martes, 19 de junio de 2018

La verdadera concertina es el estado del bienestar

Luís del Pino analiza la paradoja actual que se da en Europa al respecto de la inmigración, mostrando la diferencia esencial (que muchos no ven o no quieren ver) entre la inmigración actual en los Estados del Bienestar occidentales y la inmigración de principios del siglo XX que se producía. 
Artículo de Libertad Digital:
Ayer, Domingo Soriano publicaba en Libertad Digital un excelente artículo analizando los distintos aspectos de la crisis migratoria. Y en ese artículo recordaba que, no hace tanto, eran muchos los países con una política migratoria de puertas abiertas: Argentina o Estados Unidos son solo dos ejemplos de naciones que crecieron absorbiendo una ingente cantidad de inmigrantes, casi sin ninguna restricción.
¿Cuándo dejó de ser posible una política de puertas abiertas como esa? ¿En qué momento decidimos que las fronteras tenían que ser impermeables y empezamos a poner dificultades a la llegada de inmigrantes? Aunque son muchos los factores, el principal artífice de la política de puertas cerradas se llama ‘estado del bienestar’.
Lo que diferencia a la inmigración que formó los Estados Unidos o Argentina de la inmigración actual es la red de seguridad en el país de llegada. Alguien que desembarcara en Nueva York o Buenos Aires a principios del siglo XX, sabía que solo podía contar consigo mismo y con sus contactos familiares para salir adelante. El Estado no estaba ahí para socorrerle en caso de no encontrar trabajo, ni para procurarle una vivienda, ni para garantizarle seguridad o educación. Y no porque los inmigrantes no tuvieran los mismos derechos que los autóctonos, sino porque el Estado no garantizaba esos derechos a nadie: el estado del bienestar aun no había nacido. El inmigrante o el autóctono que no lograran abrirse paso solo podían recurrir a la caridad privada para poder subsistir.
Pero a lo largo del siglo XX, Occidente ha sido capaz de desarrollar un estado del bienestar que actúa, en la práctica, como una sociedad mutua de aseguramiento: todos los ciudadanos pagamos impuestos en la medida de nuestras posibilidades y una parte importante de ellos se dedica a asegurar a todo el mundo los servicios considerados imprescindibles. Así, cualquier occidental puede contar con servicios sanitarios o educativos, tenga o no tenga suerte en la vida. En muchos casos, podrá también contar con ayudas a la vivienda, o incluso con pequeñas rentas en caso de no encontrar trabajo.
Occidente, en su conjunto, ha decidido que nadie puede morir en la calle por falta de asistencia, que todos los ciudadanos tienen derecho a unos mínimos esenciales y que esos mínimos los vamos a pagar entre todos.
Y esa es, precisamente, la razón que impide una política de puertas abiertas en la frontera de Europa. Si no existiera estado del bienestar, o este no se extendiera a los inmigrantes recién llegados, no habría problema en aceptar una entrada masiva de inmigrantes: bastaría dejarles abrirse camino por su cuenta y riesgo, tal como hacía todo aquel que llegaba a Estados Unidos o Argentina a principios del siglo XX. Pero el estado del bienestar existe, y hemos decidido como sociedad que no es justo ni moral que nadie quede excluido, sea inmigrante o no lo sea. Y, como consecuencia, levantamos fronteras infranqueables para impedir que entre una avalancha de inmigrantes a los que no podríamos atender como es debido.
Con lo cual se da una paradoja curiosa: sentimos que es inmoral no garantizar unos mínimos vitales a Yousouf, ese inmigrante que espera a que le dejemos entrar en Europa. Y, como es inmoral no garantizarle unos mínimos esenciales cuando viva aquí, le prohibimos entrar. De tal forma que Yousouf se queda fuera de Europa,…donde nadie le garantiza esos mínimos esenciales. No tiene ni pies ni cabeza, pero así es como estamos actuando: la triste realidad es que a los hipócritas europeos no nos importa si Yousouf se muere de hambre…siempre que no lo haga en una de nuestras calles, porque entonces nos veríamos obligados a alimentarle.
Prescindan Vds. por un momento de los tópicos bienpensantes y pónganse en la piel de Yousouf: puesto que nadie va a proporcionarle unos mínimos esenciales si se queda fuera de Europa, ¿no preferirían Vds. que les dejaran entran, aunque nadie les garantice tampoco esos mínimos esenciales? ¡Al menos tendrían entonces la oportunidad de abrirse camino por si mismos a base de trabajo! Pero no: lo que hacemos es dejar a Yousouf abandonado a su suerte…pero fuera de Europa, donde no nos pueda incomodar su visión en caso de que no consiga labrarse un futuro por si mismo.
Puertas abiertas o estado del bienestar para todo el que llegue. Podemos elegir una cosa o la otra, pero las dos a la vez son imposibles, porque no hay dinero suficiente. Y hemos elegido, al parecer, mantener el estado del bienestar para todo el que llegue…y cerrar las puertas con el fin de que no lleguen. Pero, ¿estamos seguros de estar haciendo lo correcto al optar por esa solución? Yo no lo tengo del todo claro, la verdad.

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