Julián Schvindlerman analiza y hace un recorrido por el escandalosos radicalismo antijudio de Jeremy Corbyn, más preocupante al ser el líder del Partido Laborista británico.
Artículo de Elmed.io:
Jeremy Corbyn es el líder del Partido Laborista británico, un partido tradicional y centrado. Pero a la luz de sus dichos, acciones y asociaciones de los últimos años, fácilmente podría ser confundido con el guía político de una facción extremista marginal. Invitado frecuente en la iraní Press TV y la catarí Al Yazira, Corbyn tiene además un extenso prontuario de vinculaciones con conocidos fanáticos.
En 2009 Corbyn invitó al Parlamento británico al activista libanés Diab Yahyah, que en 2004 proclamó: “Todo soldado americano, británico y holandés muerto es una victoria”. En 2012, convocó a ese mismo Parlamento al jeque radical –y teórico conspirativo del 11-S– Raed Salah, del Movimiento Islámico de Israel. En 2015 iba a compartir mesa con el caricaturista antisemita brasileño Carlos Latuff, y sólo cuando la prensa lo denunció tomó distancia. El notorionegacionista del Holocausto Paul Eisen confesó: “En la época en que me sentí marginado y aislado, Jeremy siempre me saludó”.
Corbyn también invitó al Parlamento británico a representantes de movimientos yihadistascomo el palestino Hamás y el libanés Hezbolá. “Será un honor celebrar un acto en el Parlamento en que hablen nuestros amigos de Hezbolá”, declaró en 2009. “También he invitado a nuestros amigos de Hamás”, agregó. Últimamente han estado apareciendo en la prensa británica videos y fotografías que han dejado al descubierto hasta qué niveles ha llegado su radicalismo.
En 2014, durante una visita a Túnez, Corbyn rindió tributo a Salah Jalaf, Hayel Abdelhamid, Fajri al Omari y Atef Bseiso ante sus tumbas. Tres de ellos fueron miembros de Septiembre Negro, el grupo responsable de la matanza de once atletas israelíes en las Olimpíadas de Múnich (1972). En 2012, en Doha, compartió un panel con Jaled Meshal, que en ese momento era el jefe político de Hamás, y con Husam Badran, antiguo jefe del ala militar del grupo que había supervisado una serie de atentados que provocaron la muerte a decenas de civiles israelíes. Los acompañaba Abdulaziz Umar, quien en 2013 hizo estallar una bomba en un café israelí.
Corbyn criticó a la BBC por no cuestionar el derecho de Israel a existir. También se negó a que su partido adoptara la definición universal de antisemitismo (la de la Alianza Internacional para la Conmemoración del Holocausto, adoptada por 31 países, Gran Bretaña incluida), que contempla el antisionismo como una expresión moderna del antijudaísmo. Corbyn habló en la boda de Husam Zomlot, un funcionario de la OLP que afirmó que Israel había “inventado” el Holocausto. En otra ocasión, aceptó un viaje para encontrarse con el presidente sirio, Bashar al Asad, pagado por un grupo palestino que culpa a los judíos de su genocidio durante la Segunda Guerra Mundial.
En 2013 Corbyn declaró ante los asistentes a una conferencia en Londres: “Los sionistas (…) claramente tienen dos problemas. En primer lugar, no quieren estudiar historia; en segundo lugar, habiendo vivido en este país durante mucho tiempo, probablemente durante toda su vida, tampoco entienden la ironía inglesa”. Al año siguiente, al arengar a una multitud en las inmediaciones de la embajada israelí en la capital británica, Corbyn acusó a Israel de perpetrar un “ataque genocida” contra el pueblo palestino. Detrás de él, un manifestante sostenía una bandera de Hamás.
Sus posiciones políticas deberían causar inquietud no sólo a los judíos británicos, a los diplomáticos israelíes y a sus colegas sensatos del Partido Laborista, sino a la sociedad británica y a la europea. Que el líder del principal partido de la oposición en el Reino Unido se codee alegremente con negacionistas del Holocausto, terroristas del Medio Oriente y antisemitas es un peligro y una clara señal de alarma para un continente ya profundamente perturbado por diversos extremismos.
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