Todo es machismo, sentarse en el bus separando un poco las piernas es machismo, el cambio climático (sí, esto también se dice) es machista, las autovías son machistas y provocan desigualdad de género (sí, también), ser educado hacia una mujer ahora también es machista...y por supuesto, el aire acondicionado es machista.
Es un constructo heteropatriarcal para someter a las mujeres, que se impone a la fuerza.
Y por supuesto, a quien se le ocurra discutir algo al respecto, también es un machista, y si no también, no olvidemos que para el feminismo dominante hoy (en palabras de sus teóricas y directoras intelectuales), el hombre es un "violador en potencia" que "está preparado en todo momento para ello" y que "la propia penetración es un acto coactivo" (que no es otra cosa que la fuerza o violencia física o psíquica que se ejerce sobre una persona para obligarla a decir o hacer algo contra su voluntad).
Ana García se hace eco de la nueva muestra de machismo desbordante y opresor en este artículo.
Es un constructo heteropatriarcal para someter a las mujeres, que se impone a la fuerza.
Y por supuesto, a quien se le ocurra discutir algo al respecto, también es un machista, y si no también, no olvidemos que para el feminismo dominante hoy (en palabras de sus teóricas y directoras intelectuales), el hombre es un "violador en potencia" que "está preparado en todo momento para ello" y que "la propia penetración es un acto coactivo" (que no es otra cosa que la fuerza o violencia física o psíquica que se ejerce sobre una persona para obligarla a decir o hacer algo contra su voluntad).
Ana García se hace eco de la nueva muestra de machismo desbordante y opresor en este artículo.
Artículo de El País:
Hay dos tipos de personas en la oficina: las que pasan calor y las que pasan frío. Una mera ojeada a su alrededor (método nada científico, es cierto) permite distinguir que las congeladas suelen ser ellas y los sudorosos ellos. Se sube un poco la potencia del aire y listo: en concreto (y aquí sí hay evidencia), según un estudio publicado en Nature Climate Change en 2015, se tiende a marcar la más adecuada para el confort de un hombre de 40 años y 70 kilos (por supuesto, con traje y corbata). Las diferencias metabólicas entre sexos, concluyeron los investigadores, están siendo ignoradas en la gran mayoría de los centros de trabajo: el organismo de la mujer precisa de una temperatura 3 °C superior. ¿Es el termostato otra herramienta (más) de dominación patriarcal?
La discusión ha traspasado los límites de la bibliografía científica y los corrillos de oficina para asomarse a la campaña por la gobernabilidad de Nueva York. El equipo de Cynthia Nixon, que aspira a arrebatar el puesto a su colega demócrata Andrew M. Cuomo, planteó a la cadena de televisión CBS, donde el miércoles se celebró un debate entre ambos, una petición polémica: fijar la temperatura de plató en 24,4 °C (76 en la escala Farenheit). “La refrigeración de los espacios cerrados es notoriamente sexista”, escribió una de sus responsables de estrategia a la cadena en un correo electrónico. No en vano, Cuomo es famoso por celebrar sus mítines en recintos casi helados. “Le gusta que el ambiente se caliente por la presencia de los cuerpos”, ha declarado uno de sus colaboradores. Nixon no quería tener frío.
Con este gesto para frenar el KO por congelación, la actriz de Sexo en Nueva York ha generado una riada de mensajes de apoyo de ciudadanas hartas de la pashmina en agosto a las cuatro de la tarde. Es el caso de la ensayista estadounidense Kerry Howley: “Nunca me he sentido más involucrada en un debate político. El 49% de los americanos está controlando el 100% de los termostatos de oficina”, ha manifestado en su cuenta de Twitter. Según un estudio publicado en Journal of Environmental Health Science & Engineering, los trabajadores disconformes con la temperatura pueden ver mermada su productividad hasta en un 38%, más incluso que aquellos que se exponen a malas condiciones de luz. Isabel Urrutia, coordinadora de medio ambiente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), añade más consecuencias a la lista: irritación y dolor de garganta, procesos catarrales, tos y flema.
Hay quienes, sin embargo, tachan la exigencia de la candidata de exagerada. “¿Son razonables los 24,4 ºC si no eres un abuelo de Florida?”, bromeó alguno en redes sociales. Pues casi. Habla Urrutia: “Está estudiado que la temperatura más amable con el organismo humano, desde el punto de vista de la salud, es la que oscila entre los 22 y los 24 ºC”. El posible sesgo sexista de estas últimas investigaciones está aún por dilucidar...
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