José María Rotellar analiza la situación de solvencia de España y el muy peligrosos camino de más déficit y deuda por parte del PSOE de Sánchez y su socio Podemos, mostrando las críticas y desaprobacciones de las distintas instituciones internacionales a las pretensiones del gobierno.
La no aprobación de los presupuestos (del desastre) es un primer paso imprescindible, pero en ningún caso suficiente (de hecho, ya eran unos muy malos presupuestos, no encaminados a solucionar el problema).
Artículo de Libre Mercado:
Sánchez, en una imagen reciente. | EFE
La deuda pública, además de ser, como decía Buchanan, "una inmoralidad que se traspasa a las generaciones futuras", es un peligro de grandes proporciones para la prosperidad y para el desarrollo económico. Es más, el incremento de gasto que Sánchez ha propuesto en su borrador de presupuestos pactado con Podemos no hará más que engordarla, convirtiéndola en una auténtica bomba de relojería por dos motivos.
El primero de ellos, es la propia sostenibilidad de la deuda: no se tiene capacidad de pago infinita para una deuda que crece de manera exponencial en valores absolutos, a ritmos de entre 25.000 y 30.000 millones de euros anuales. El segundo, que va ligado al primero, es que cuando vuelva la parte baja del ciclo económico, los ingresos caerán debido a esa disminución de la actividad, que conllevará, además, más desempleo y, por tanto, más gasto en prestaciones de desempleo, es decir, más gasto público.
Eso hará que el déficit aumente y la deuda también, al igual que en la última crisis, pero con una gran diferencia: entonces, gracias a la buena gestión de reducción del gasto y a la prosperidad en los años de Aznar, la deuda se redujo desde el 64% del PIB hasta el 35% en 2007, cuando todavía duraba la inercia del período 1996-2004. Sin embargo, cuando llegue una nueva crisis nos encontraremos con niveles de deuda en el entorno del 100% del PIB, tal y como está ahora, o en niveles superiores, lo que nos deja sin margen de maniobra y en una situación muy peligrosa, pues la calidad crediticia de España se resentirá si ese alto nivel de deuda hace dudar de su capacidad de repago.
Por eso, es esencial rebajar el nivel de deuda. Una sociedad que vive tan endeudada, vive al borde del colapso, pues, en cuanto las cosas se tuerzan, todo el peso de dicha deuda caerá sobre su desarrollo económico, lastrándolo e impidiendo su progreso. A lo largo de la última crisis, la deuda pasó del 35,6% del PIB hasta el 100,4% en 2014. Es decir, casi se triplicó. Si cuando vuelvan los tiempos de crisis vuelve España a incurrir en semejantes déficit, la deuda explotará.
En los últimos años, se había conseguido reducir algo el crecimiento de la deuda sobre el PIB -aunque poco-, pero con la llegada de Sánchez se ha truncado y ha vuelto a repuntar. Los datos provisionales de septiembre estiman un nivel de deuda 1,174 billones de euros, que eleva el porcentaje de la deuda sobre el PIB al 99%, pendiente de los datos definitivos que se publicarán el catorce de diciembre.
Como vemos, el tibio descenso de la deuda sobre el PIB no sólo se ha frenado con Sánchez, sino que con sus disparatadas medidas y con la inseguridad jurídica que ha generado, ha vuelto a elevar dicho cociente porque el ritmo de crecimiento del PIB ya no es suficientemente alto, debido a la pérdida de fuelle tras la llegada de Sánchez, como para absorber la aceleración del gasto, déficit y, por tanto, deuda.
Sánchez, nada más llegar, ha incrementado los objetivos de déficit, puesto que quiere gastar mucho más. ¿Qué significa esto? Que la deuda se va a incrementar todavía más. Debe quedar claro de una vez por todas que nada es gratis, y que la deuda existe porque existe el déficit. El déficit surge porque se gasta más de lo que se ingresa. Esa diferencia se cubre endeudándose por ese importe, es decir, contrayendo deuda pública. Pues bien, la única manera de acabar con la deuda es acabar, previamente, con el déficit y comenzar a generar superávit -es decir, que los ingresos sean mayores que los gastos- hasta que elimine el déficit.
Si eso no se hace, la deuda seguirá existiendo; y si, además, se eleva el déficit, la deuda crecerá todavía más. Y eso es lo que ha hecho Sánchez: proponer mayores objetivos de déficit sobre lo pactado. Así, elevó el objetivo de déficit de 2018 del 2,2% del PIB al 2,7%, y el de 2019 del 1,3% al 1,8%. Eso supone incrementar el gasto y, por tanto, la deuda, en 6.039 millones más en 2018 y 6.220 millones en 2019, de manera que la deuda, añadiendo estos incrementos, globalmente crecerá con Sánchez 32.611 millones en 2018 y 22.393 millones en 2019.
Pero es que, además, la Comisión Europea, en sus previsiones de otoño, ha elevado todavía más el déficit estimado para España en 2019, llevándolo al 2,1%, es decir, otros 3.732 millones más de déficit y deuda, con lo que la deuda con Sánchez en 2019, según la Comisión Europea, será de 26.125 millones de euros.
Todo ello, hará que la deuda supere en 2019 los 1,2 billones de euros:
Sin embargo, Sánchez no sólo no rectifica, sino que pretende aprobar un presupuesto que, de salir adelante -gracias a Dios, parece que no lo logrará- nos llevaría a la ruina, al contemplar incrementos de gasto exponenciales que no se podrán sostener en el tiempo, junto con subidas salvajes de impuestos. Todo ello ha rebajado las expectativas de España, de manera que tanto la Comisión Europea, como el FMI y la OCDE han empeorado su visión sobre la economía española y han rebajado la previsión de crecimiento y han elevado las de déficit y deuda públicos.
La conclusión de la Comisión Europea es demoledora: España se sitúa en riesgo de incumplimiento debido al nocivo presupuesto que Sánchez quiere sacar adelante con Podemos, que echa por la borda todo el trabajo de consolidación fiscal de muchos años anteriores al disparar el gasto, elevar el déficit e impedir así que la relación entre la deuda y el PIB siga descendiendo, pues ese presupuesto expansivo volverá a elevarla hasta cerca del 100% o un nivel superior.
Bruselas ni se cree el ajuste estructural que Sánchez promete, que cifró en 5.000 millones de euros y que la Comisión Europea considera que será nulo, ni cree que el gasto vaya a aumentar sólo en 2.500 millones, sino que llegará casi a 4.000 millones, ni le confiere mucho poder recaudatorio a la sangría en impuestos a los españoles que Sánchez propone: donde el Gobierno ve 7.600 millones más de recaudación, la Comisión cree que alcanzará, como mucho, los 5.000 millones, rebajando un 20% la recaudación del nuevo impuesto a determinados servicios digitales, al tiempo que no confía en el poder recaudatorio del impuesto de transacciones financieras y duda de la recaudación por la lucha contra el fraude -lo rebaja en un 50%-.
La OCDE también suspende a Sánchez, y lo hace empeorando todas las previsiones para la economía española tras las medidas económicas que proponen los socialistas. De esa manera, la OCDE ha rebajado dos décimas el crecimiento de España tanto en 2018 como en 2019, y lo ha situado por debajo del 2% en 2020, al tiempo que el déficit lo eleva 3 décimas tanto en 2018 como en 2019. Solicita, igualmente, que el Gobierno retome la consolidación fiscal -es decir, que siga reduciendo el déficit-, puesto que en caso contrario corre el riesgo de volver a incrementar la deuda sobre el PIB.
Y el tercer suspenso viene del FMI. Exige también al Gobierno que reanude la consolidación fiscal y que reforme el sistema de pensiones porque si no será inviable por la presión del gasto. El crecimiento, tras las medidas de Sánchez, también lo rebaja en dos décimas y el déficit lo eleva en una décima cada año, con lo que la deuda sobre el PIB no se reducirá, por lo que pide dicha consolidación fiscal para que disminuya de nuevo.
La deuda no se puede sostener, tal y como alertan el FMI y la OCDE. Debe reducirse, y no sólo sobre el PIB, sino de manera absoluta, con reformas que permitan superávit y que lleven a rebajarla de manera drástica. La deuda supone, en definitiva, impuestos, tal y como establece la equivalencia ricardiana: al final, los contribuyentes pagaremos más impuestos hoy o más impuestos mañana, o más inflación siempre, que es, además, el impuesto más injusto, amén de muy peligroso para la viabilidad de la economía.
Las medidas de Sánchez no sólo no reducirán la deuda, ni siquiera sobre el PIB, sino que la incrementarán, y dejarán a España en una situación muy difícil ante una futura crisis, donde no habrá margen de maniobra y donde puede llegar a dudarse de nuestra capacidad de pago. Esto debe corregirse o nos estallará la deuda engordada por Sánchez.
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