miércoles, 21 de noviembre de 2018

Leticia Dolera es un señoro

Juan Soto analiza la enorme hipocresía de Leticia Dolera y la infinita doble vara de medir que los posmodernos aplican (de hecho, la contradicción es una de sus herramientas ideológicas) en función de quién hace algo. 

Artículo de El Confidencial: 
Foto: Leticia Dolera. (EFE)Leticia Dolera. (EFE)
Leticia Dolera me fulminaría en Twitter si yo intentara hacer matices ante una acusación como la suya. Me fulminaría en todos los casos menos en este, en el que ella, como directora de un proyecto en Movistar+, ha decidido que el embarazo de la actriz Aina Clotet era incompatible con el plan rodaje y ha intentado sortear el rumor de la misma forma que Louis CK cuando empezaron a alzarse voces que lo condenaban. Mentir es humano, especialmente cuando has obrado mal y sabes que la reacción pública será unilateral, violenta y abusiva, y que la mecánica diabólica de las redes sociales hará imposible que te hagas escuchar. Hoy todo lo que ha dicho Dolera se vuelve en su contra muchos abren botellas de champán.
Pero las críticas a Leticia Dolera no deberían convertirse en la refutación de lo que ha dicho. Ninguna mujer tendría que temer un despido por estar embarazada, aunque parece probado que la propia Dolera, cuando le ha tocado la responsabilidad, haya tirado del 'just business' típico de los antihéroes mafiosos de la tele. El máximo problema de las mujeres en el capitalismo, la columna que soporta estructuras de desigualdad como el techo de cristal o la diferencia salarial, es que la posibilidad de un embarazo rara vez cabe en los planes de producción. El 'marketing' feminista contemporáneo siempre pinta al empresario como un señoro con barriga, pero lo cierto, y esto lo advierte Jessa Crispin con crudeza, es que las mujeres son tan capaces como los hombres de olvidarse convenientemente de la sororidad.
Muchas son despedidas de toda clase de trabajos cuando se quedan embarazadas. Los de recursos humanos les preguntan en las entrevistas si tienen planeado tener hijos, si están casadas, si están dispuestas a comprometerse “al cien por cien” con el proyecto empresarial, lo que significa dejar el útero en la puerta. El afán de prosperar en un trabajo choca demasiado a menudo con el deseo de ser madre. La depresión se convierte en una moneda de cambio corriente en las mujeres que deciden quedarse yermas para progresar. Esto, aunque Dolera haya actuado de otra forma, es algo en lo que Dolera tiene toda la razón.
Ante la acusación contra Dolera, ¿está la verdad en uno de los polos o en algún punto intermedio del espectro gris? Conocí el rumor hace mes y medio, cuando el 'youtuber' Un Tío Blanco Hetero lo publicó en Twitter, y desde entonces lo oí comentar en diversos mentideros periodísticos. Lo que me decían los periodistas es que se inclinaban a creer a Clotet, aunque a falta de datos demostrables o declaraciones de la perjudicada sería indigno publicar nada. Pensé que no se había actuado con la misma prudencia ante acusaciones anónimas de abusos sexuales, pero de cualquiera manera era bueno que el gremio periodístico lo sopesase así.
Hoy, la noticia de la acusación abre portadas y pienso que los falsos profetas siempre terminan de esta forma. No hay más santos que los bomberos, algunos voluntarios y los que viven en la imaginación de los creyentes. Que la serie de Dolera verse precisamente sobre una embarazada con problemas laborales convierte esta acusación en el caso más sangrante de “consejos vendo que para mí no tengo” desde que Pablo Iglesias se compró el chalé. La noticia debería promover en la militancia algunas reflexiones a las que esta ha sido especialmente impermeable, pero tristemente sabemos en lo que se convertirá: bruja nueva a la parrilla.
Leticia Dolera. (EFE)
Leticia Dolera. (EFE)
Al menos, quizás hoy ponga en cuestión Dolera algunos de sus dogmas de actuación que tanto hemos criticado por aquí. Por ejemplo, el que corona su perfil de Twitter, “yo sí te creo”, que nace de una buena intención pero deja a los pies de los caballos a cualquiera que reciba una acusación. Quizás hoy comprenda Dolera por qué no es favorable a los fines del feminismo ni de ninguna otra lucha por la justicia un modo de proceder inquisitorial e injusto. Por qué cada caso merece un juicio separado y no en bloque. Por qué todo acusado merece una defensa digna y una presunción de inocencia hasta el final.
Hoy, cuando Leticia Dolera cae del unicornio blanco al que la superficialidad del ambiente la había subido, cuando como Asia Argento se convierte para tanta gente en un pedestre señoro, es cuando me produce la máxima compasión.

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