viernes, 30 de noviembre de 2018

La sonrisa del Joker: por qué los pirados están arruinando a la izquierda

Juan Soto analiza el esperpento al que se está llegando, del todo liberticida y cómo la izquierda, que ha adoptado el posmodernismo de lleno, está haciendo un daño enorme de consecuencias impredecibles. 

Artículo de El Confidencial:
Foto: Heath Ledger como el JokerHeath Ledger como el Joker
No sé quién escribió que el principal problema que tiene la izquierda es su incapacidad para marginar y silenciar a sus chalados, pero es el diagnóstico más preciso de la enfermedad degenerativa que se ha apoderado de los movimientos de justicia social. La actitud compasiva, comprensiva y hasta pagafantas que tienen grandes organizaciones de izquierdas con cualquier pirado que les venga con una queja está promoviendo algunos de los mayores disparates del siglo. La posmodernidad es una guerra que se libra en la cultura, con lo que tenemos a un montón de nulidades diciéndole constantemente a la gente con talento lo que puede y no puede crear. Que Dios nos asista, porque hemos caído en manos de críticos posmodernos.
Hemos conocido dos noticias, una anecdótica y otra importante, sucedidas en el Reino Unido y conectadas por la más profunda gazmoñez moral. La BBC informaba en octubre de la prohibición que la Unión de Estudiantes de la Universidad de Manchester ha impuesto, por votación, contra los aplausos. Sí. Contra los aplausos. Según los estudiantes ultracomprometidos de esa universidad, el aplauso excluye a las personas sordas y es por tanto una forma de opresión, de manera que han votado y prohibido los aplausos “sonoros” en el campus. La medida deja fuera de juego a los ciegos, pero la portavoz dice que seguirán buscando alternativas para “hacer los espacios universitarios más inclusivos”.
En fin. Hoy mismo, el diario 'The Telegraph' publicaba una noticia parecida, aunque de mucho mayor impacto. Resulta que el British Film Institute ha decidido que desde ahora no financiará ninguna producción cinematográfica en la que el villano tenga deformidades en la cara o muestre cicatrices. Esto es consecuencia de una campaña crecida en la marea borreguil de las redes sociales contra el estigma social que supuestamente sufren las personas desfiguradas. Apoyados por el pagafantismo progresista, siempre feliz de encontrar un nuevo ámbito desde el que mostrarse virtuoso, un puñado de activistas han conseguido marcar una nueva línea roja en lo que se debe o no se debe financiar.
Según un estudio de la Universidad de Texas, publicado en 'JAMA Dermatology', en los 100 villanos más escalofriantes de la historia del cine predominan los problemas dermatológicos y capilares. El 30% sufría alopecia, otro 30% “hiperpigmentación perorbital” (ojeras), y la inmensa mayoría mostraba otros defectos como arrugas faciales, verrugas y cicatrices. Después de esta decisión del British Film Institute, resulta que Freddie Krugger de 'Pesadilla en Elm Street', Scar de 'El rey león', el Joker de 'Batman', Darth Vader y Palpatine de 'Star Wars', la señora Danvers de 'Rebeca', el doctor Maligno de 'Austin Powers 2' o Tony Montana de 'Scarface' no sólo eran malos en la ficción, sino que eran malos para la sociedad.
¿Quién iba a decir que un estudio crítico se convertiría en una lista negra? Para mí sobresale siempre en estos estudios y en las decisiones consecuentes una abrumadora falta de creatividad. Si tienes cicatrices en la cara y no te gusta que los malos se parezcan a ti, siempre puedes ponerte a escribir guiones y colocar un personaje inolvidable que provoque en el público la identificación, como hicieron David Lynch con 'El hombre elefante' o Peter Bogdanovich con 'Máscara'. Pero estos portavoces jamás se ponen a escribir. Porque no tienen talento alguno.
El malvado Scar de 'El rey León'
El malvado Scar de 'El rey León'
Puede parecer una noticia friqui de los locos ingleses, pero este tipo de líneas rojas van mucho más allá de la decisión del British Film Istitute de no financiar villanos con cicatrices. A un amigo director y guionista, que me pide mantener su nombre en el anonimato, le habían seleccionado en una productora la película en la que llevaba años trabajando. En una escena, al protagonista le roban en el centro de Barcelona una cámara de fotos. Mi amigo había concebido la escena de forma realista: habían sido unos extranjeros los autores de la sustracción. La productora, tras someter el guión al escrutinio de una asesora, le conminó a eliminar este rasgo, que podía ser un problema a la hora de buscar financiación.
Mi amigo es tan poco racista que no había podido prever esto. Hizo el cambio y después vinieron otros, relacionados con el presunto sexismo del giro final. Su proceso creativo, en adelante, se verá comprometido por esta mirada neurótica, que nada tiene que ver con su sensibilidad. De nuevo, es más que una anécdota. Hablando con otra gente del gremio he sabido que este tipo de “retoques” políticamente correctos son constantes en quienes buscan financiación. Con lo que la decisión del British Film Institute no es más que la cara visible de un proceso de castración creativa, que cuenta con la simpatía o pasa sin las protestas de los supuestos defensores de la libertad

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