jueves, 1 de noviembre de 2018

Tradiciones liberales

Carlos Rodríguez Braun analiza la extendida idea actual de que los derechos y las libertades son concesiones del poder político. Nada más falso y peligroso, como bien concluye. 


El mundo moderno ha extendido la idea de que los derechos y las libertades son concesiones del poder: son algo que se nos da. De ahí lo chocante que resulta leer a Edmund Burke, que recuerda la Petición de Derechos de 1628 del Parlamento inglés a Carlos I, que advirtió al Rey: “vuestros súbditos han heredado esta libertad”.

Burke aclara que los redactores de la Petición conocían la teoría de los derechos, pero optaron por la formulación “positiva, registrada, de derechos hereditarios” antes que formulaciones “vagas y especulativas” de los derechos, que “exponían su legado seguro al riesgo de ser disputados y destruidos por cualquier ánimo tormentoso y litigante”.

Al estar hablando de un conservador del siglo XVIII podemos caer en la tentación de desdeñar sus antiguas discusiones. No deberíamos. El sabio dublinés destacó la relevancia de la noción de que las libertades son una “herencia vinculada” de nuestros antepasados, que nosotros debemos respetar y transmitir a la posteridad. Es un patrimonio del pueblo, que no cede ante otros derechos. Burke lo asocia con otras cosas que los ingleses atesoran de forma hereditaria, como la corona o la nobleza; dice: “Esta política me parece que resulta de una profunda reflexión, o más bien el efecto feliz de seguir a la naturaleza, que es sabiduría sin reflexión, o por encima de ella. El espíritu de innovación es generalmente la consecuencia de temperamentos egoístas y visiones estrechas. Un pueblo no podrá mirar hacia el futuro si nunca mira hacia atrás, hacia sus predecesores”.

Es importante no caer en el error de identificar tradición con parálisis. No lo hace Burke, que aclara que el respeto a las instituciones “no excluye un principio de mejora”. Ahora bien, de entrada, ese respeto prevalece porque “fortifica los falibles y endebles artificios de nuestra razón”. En efecto, la idea de un legado de derechos y libertades “nos inspira un sentido de dignidad natural que impide que brote la insolencia que casi inevitablemente presentan los que adquieren por primera vez una distinción: es así como nuestra libertad se convierte en una noble libertad”. De alguna forma, respetamos las instituciones como lo hacemos con las personas venerables. Todo ello contribuye a preservar nuestra libertad, porque “depende de nuestra naturaleza más que de nuestras especulaciones, de nuestro corazón más que de nuestras elucubraciones”.

Ahora es el momento en que usted puede echar la vista atrás y ponderar cómo ha perdido usted derechos y libertades ante el poder político y legislativo. Ha sido porque la política emprendió el camino opuesto al de Burke, el camino hiperracionalista en el que prima la noción de que el derecho no es algo que usted tiene, creado evolutivamente por la gente desde tiempos lejanos, sino que es algo que el poder hoy le confiere, pero que mañana le puede quitar. Cuidado.


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