Juan Rallo muestra dos flagrantes ejemplos del "vicioso" comportamiento pre electoral (promesas irreales), en este caso del PP y Podemos, al respecto de impuestos y sus presupuestos. Como bien dice, cuando el fin es alcanzar el poder, la mentira puede ser un arma (en política siempre lo es) más eficaz que la verdad. Y el populismo es bien consciente de ello...
Artículo de Voz Pópuli:
Si los partidos políticos ya se comportan normalmente como máquinas especializadas en crear y difundir embustes propagandísticos, la cercanía de las elecciones pone a plena potencia sus motores. Así, las (pre)campañas electorales se convierten en mercadillos callejeros donde las formaciones compiten por lanzar promesas irreales que ulteriormente terminan siendo incumplidas para mayor decepción de aquellos ciudadanos que ingenuamente confiaron en ellos. Durante esta semana nos hemos topado con dos flagrantes ejemplos de este vicioso comportamiento tanto en el PP como en Podemos.
El PP no baja los impuestos: los multiplica
Acaba de afirmar el PP que ellos son el único partido que garantiza bajadas de impuestos durante la siguiente legislatura. Evidentemente, tan pomposas declaraciones se topan con un problema básico: que eso mismo dijeron en 2011, justo antes de impulsar la mayor subida de impuestos de la democracia.
La excusa, como suele suceder con los mentirosos compulsivos, es que esta vez será distinto, que ahora sí van en serio. Alegan que la presente legislatura arrancó en unas condiciones de emergencia nacional que resultaban absolutamente imprevisibles, forzando al Gobierno a dar marcha atrás en su sincera intención inicial de bajar los impuestos. ¿Cuáles eran estas circunstancias excepcionales que les impidieron honrar su palabra? Por un lado, el déficit oculto que legaron los socialistas: en contra de lo comprometido con Bruselas, el desequilibrio presupuestario de 2011 no cerró en el 6% del PIB, sino en el 9%. Por otro, la economía entró en una profunda recesión como consecuencia de la crisis de credibilidad de la Eurozona. En definitiva, el PP alegó no poder bajar impuestos en plena recesión económica y con un déficit público por encima del 6%.
Concedamos lo que es difícil de conceder: que el PP, gobernando en la práctica totalidad de las autonomías, ignorara en 2011 cuál era el déficit público real cuando la ocultación del mismo se produjo entre las autonomías. Pero, como digo, aun con semejante concesión, en 2015 ya nos encontramos en la coyuntura que el PP consideraba propicia para bajar impuestos: un déficit público por debajo del 6% del PIB y un crecimiento económico muy superior al que cabía esperar en 2011. Por consiguiente, el PP debería haber establecido en 2015 un régimen tributario menos confiscatorio que el que prevalecía cuando llegó a La Moncloa. ¿Lo ha hecho? No.
A este respecto, probablemente algunos se dejen confundir por la minoración del IRPF aprobada en 2015, la cual efectivamente devolvió los tipos impositivos a niveles muy similares a los de 2011. Sin embargo, el IRPF es sólo una de las muchas figuras impositivas que se han incrementado a lo largo de los últimos años (el IVA, por ejemplo, aumentó muy sustancialmente en 2012 y no se ha revertido), por lo que ese tímido recorte no compensa el resto de sablazos: el propio del PP estima que en 2016 cada familia española pagará, como media, casi 2.000 euros anuales más que cuando llegó al gobierno.
Por consiguiente, aunque se dan las condiciones objetivas que estableció el PP para reducir los impuestos con respecto al nivel que exhibían en 2011, estamos pagando muchos más. Si los populares han estado mintiendo cuatro años sobre este asunto, ¿por qué deberíamos creerles ahora en precampaña electoral? Es verdad que el resto de partidos van a saquearnos a impuestos, pero el PP no es una excepción al respecto.
El unicornio macroeconómico de Podemos
Podemos ha presentado la memoria económica de su programa electoral en el que promete un incremento del gasto público de 135.000 millones de euros en cuatro años (principalmente: 36.000 millones en sanidad y educación, 45.000 millones en protección social y 41.000 millones en inversiones públicas), hasta totalizar en 2019 un presupuesto público agregado de 595.000 millones de euros. En principio, es obvio que un estallido del presupuesto público de esta magnitud debería multiplicar de un modo insostenible el déficit público: si en la actualidad está resultando muy difícil eliminar un déficit de 60.000 millones, imaginen qué sucedería si el gasto se incrementa en otros 135.000 millones de euros anuales. En 2015, estaríamos hablando de un déficit público cercano al 19%. Una imposibilidad financiera demasiado disparatada incluso para Podemos.
¿Cómo es posible, pues, que la formación morada proponga este despropósito? Pues, en esencia, porque consideran que la recaudación en 2019 será 150.000 millones de euros superior a la actual, de modo que se podrá autofinanciar todo el incremento propuesto del gasto e incluso reducir el déficit actual. Ahora bien, y dejando de lado otros problemas y simplificaciones de sus cálculos, para llegar a esa cifra necesitan presuponer que el PIB español crecerá en términos nominales un 25%. Descontando la inflación prevista para este período, estamos hablando de un crecimiento real del 21% a lo largo de cuatro años: es decir, un crecimiento media del 5% anual (unas tasas acumuladas que ni siquiera las experimentamos a lo largo de la burbuja inmobiliaria).
Basta comparar la ya de por sí optimista previsión del FMI —equivalente a un crecimiento medio anual del PIB real del 2,2%— con la hiperoptimista de Podemos para temer que, lejos de una previsión realista, estamos ante un desiderátum propagandista: dado que necesitamos cuadrar las cuentas de un programa irreal, no nos queda otro remedio que inflar más allá de toda razonabilidad los pronósticos de recaudación. Vamos, exactamente lo que ha hecho el PP en 2015, pero de un modo incluso más exagerado.
¿Y qué sucedería con la recaudación tributaria si el PIB no evolucionara según lo pronosticado por Podemos y sí según lo previsto por el FMI? Podemos espera que, merced a sus múltiples sablazos fiscales, la presión fiscal sea del 41% del PIB en 2019: lo que, sobre la estimación del PIB del FMI, equivaldría a una recaudación de 509.000 millones de euros. Si, como hemos dicho, Podemos incrementa el gasto hasta 595.000 millones de euros, estaríamos hablando de un déficit de 86.000 millones (equivalente al 7% del PIB de 2019).
Dicho de otro modo, salvo que nos dirijamos hacia el País de las Maravillas, el programa de Podemos es papel mojado: ¿cuál es su alternativa financiera si, durante la próxima legislatura, España no crece a uno de los mayores ritmos de su historia? Ninguna. O unicornios o nada.
Conclusión
Tanto PP como Podemos prometen lo que saben que no van a cumplir. No importa, dado que su objetivo no es el de contrastar honestamente programas políticos, sino tomar el poder: y, para tomar el poder, la mentira puede ser una herramienta más eficaz que la verdad. Los partidos populistas son bien conscientes de ello.
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