Artículo de Desde el Exilio:
De todas las creaciones del neolenguaje progre la más genial es la de la “discriminación positiva”.
Una palabra con connotaciones absolutamente negativas:
la convierten en positiva… añadiéndole eso mismo: “positiva”.
Pero por mucho que la adjetiven positivamente, una discriminación es una discriminación y siempre habrá un perjudicado… injustamente.
Me llega el siguiente artículo.
El articulista enfatiza que:
En España, las mujeres representan menos del 10% de los embajadores, menos del 14% de los jueces del Tribunal Supremo, menos del 30% de los Ministros, menos del 20% de los catedráticos, y así podríamos seguir enumerando multitud de profesiones.Olvida que la media de edad de los Catedráticos es bastante elevada y por tanto no representan lo que sucede actualmente sino que arrastran promedios de épocas donde las mujeres estaban menos presentes en la Universidad.
En cuanto a los Ministros o Jueces del Supremo… son elegidos democráticamente.
Más apropiado sería calcular los nuevos catedráticos en los últimos 20 años.
En el fondo el problema es que la realidad no se ajusta a los deseos de los progres y entonces tiene que venir una ley que cambie esa realidad para que ellos o sus conciencias comprometidas puedan dormir a gusto.
Pero por mucho que le disguste al articulista parece que hay muchos más estudiantes masculinos en ingeniería (74 %) y muchas más estudiantes femeninas en ciencias de la salud (70 %).
¿Establecemos cuotas? ¿O aceptamos que por motivos evolutivos a lo largo de miles y miles de años los hombres y las mujeres se adaptaron a labores diferentes?
Alude al articulista a que:
…no podemos obviar que los procesos de selección no son neutrales en cuanto al género. Hay una gran evidencia empírica al respecto. Pero permítanme mencionar lo que ocurrió cuando se impusieron las audiciones a ciegas, es decir sin conocer el sexo del músico, en los procesos de selección de las principales orquestas norteamericanas. Pues sí, lo que cabría esperar, que aumentó considerablemente el número de mujeres seleccionadas. Por lo tanto las cuotas, avanzan en la igualdad de oportunidades.¡Pues claro que los procesos de selección no son neutrales en cuanto al género! Porque le guste o no al articulista los hombres son mucho más competitivos que las mujeres (también, y en consecuencia, más violentos) y en determinadas profesiones ese hecho beneficia a los hombres. Lo cual no quiere decir que haya muchas mujeres que sean muy competitivas y hombres que no lo sean.
No se elige a los músicos sólo por como tocan en un determinado momento sino también por las expectativas de como pueden rendir en un futuro.
Del mismo modo los hombres son aplastantemente mayoritarios en trabajos que impliquen un mayor riesgo físico. El otro día leí un artículo que decía que en USA, y exceptuando policía o militar, de las 10 profesiones con más riesgo laboral de tener accidentes (pescadores, leñadores, bomberos forestales, mineros… ) sólo en una las mujeres superaba el 5 % de participación, en el resto entre el 96 % y el 98 % eran hombres. Todo el mundo sabe que los hombres tienen menos percepción del riesgo que las mujeres. Aunque también se podrían establecer cuotas, pero me temo que no habría muchas candidatas para leñadora.
Dónde realmente lo tiene difícil el articulista es en el mundo de la dirección de empresa. Porque si mayoritaria es la participación masculina ahora… la cosa no tiene pinta de cambiar.
Parece que para el progre del periódico lo que debe determinar la composición de los consejos de administración de las empresas es… ¡el número de graduados o licenciados universitarios!
Vamos que según esta lumbrera Steve Jobs o Amancio Ortega no es que no hubiesen pisado un consejo de administración, es que no hubiesen pasado de mozos de almacén.
Puestos a poner cuotas, a lo mejor deberíamos fijarnos en los hospitales o los centros de salud y empezar a ponerlas para que al menos haya un 30 % de hombres. Ah, no, que eso no toca.
El problema es que, por pura aritmética, si hay más mujeres médicos tiene que haber menos en otra parte del conocimiento.
¿Obligamos a las mujeres que quieren estudiar medicina a estudiar una ingeniería?
¿Obligamos a las mujeres a fundar empresas?
La evolución de la mujer en la sociedad desde el inicio de la revolución industrial ha sido impresionante. De estar limitada a las tareas del hogar o agrícolas, ser analfabeta, estar sometida al hombre o no tener derecho al voto, a la situación actual creo que hay que aceptar que las cosas han cambiado a mejor, y mucho. Pero creo que el invento de la lavadora ha hecho mucho más por las mujeres que lo que pueden hacer todas las políticas “activas”.
Dejemos que las cosas evolucionen libremente y a su ritmo y no pretendamos que, incluso en cosas tan privadas como la elección de profesión o la vocación empresarial, sea un grupo de burócratas los que planifiquen el futuro.
Las personas no son ladrillos que el planificador pone donde quiere.
Y no, los hombres y las mujeres no son iguales.
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