Antonio José Chinchetru sobre la relación entre los yihadistas y el islam y el camino necesario para debilitar "desde dentro" el yihadismo.
Artículo del Instituto Juan de Mariana:
El 13 de noviembre de 2015 se quedará grabado a fuego en la memoria de millones de seres humanos. París volvía a ser golpeada por el fanatismo totalitario de unos terroristas yihadistas. Una noche cualquiera se transformó en una orgía de sangre en la que unos fanáticos asesinaron a sangre fría a más de cien personas cuya única culpa era vivir de un modo que no gusta a esos radicales político-religiosos.
Cuando todavía no podíamos conocer la magnitud real de la tragedia, con algunos terroristas todavía asesinando en el interior de una céntrica sala de fiestas parisina, ya surgían voces diciendo que ese terrorismo nada tenía que ver con el islam. No faltaba incluso quien decía en Twitter que “no se puede ser musulmán y asesino” y además se indignaba con quien no comprendía ese razonamiento. Sin embargo, sí se puede ser “musulmán y asesino”. Es tan posible como ser “cristiano y asesino”, “judío y asesino” o “sintoísta y asesino”.
Casi de forma inmediata otras voces acusaban a todos los musulmanes de ser culpables o cómplices de esos atentados. Se equivocaban. No todos los que tienen como libro sagrado el Corán son terroristas islámicos. Se puede ser creyente en el islam y rechazar el uso de la violencia. Es más, y por mucho que les moleste a los integristas, se puede ser musulmán por cultura y no cumplir ni uno solo de sus preceptos religiosos (lo mismo que pasa con cualquier otra religión).
Además de a cristianos y judíos (o a budistas e hindúes en Asia), los integristas asesinan a musulmanes a los que no consideran como tal por no someterse a una visión de la Sharia igual que la suya. De hecho, lo hacen a diario y de forma masiva en varios países árabes y lugares como Afganistán o Pakistán, Sudán o Nigeria.
Sin embargo, el hecho de que no todos los musulmanes sean terroristas islámicos no significa que el yihadismo no tenga nada que ver con el islam. Rechazar esa relación es como pretender que ETA es algo ajeno al nacionalismo vasco o que el IRA no fuera terrorismo de los católicos de Irlanda del Norte. Es, también, lo mismo que defender que el comunismo o el nazismo nada tienen que ver con Europa.
Las distintas ramas del integrismo, y sus organizaciones terroristas, sí forman parte del islam. Los suníes del Estado Islámico, Al Qaeda o Hamas y los chiíes de Hizbolláh son tan musulmanes como otros suníes y chiíes que nunca cogerían un arma para asesinar a nadie, ni justificarían a quienes lo hicieran.
Es necesario, por tanto, que los demás musulmanes muestren de forma abierta su rechazo absoluto a los más radicales entre ellos. Los yihadistas comenzarán a ser más débiles cuando entre los demás fieles del islam se pase del silencio o la negación de su carácter islámico, o incluso del “está mal pero Occidente ha hecho tal o cual cosa”, a su denuncia abierta. Si no lo hacen, los “locos de Alá” seguirán cogiendo fuerza y asesinando en todo el mundo.
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