La ministra de Comercio de Canadá ha lamentado la incapacidad de la UE de firmar un acuerdo Chris Wattie/Reuters
Los dirigentes comunitarios han sido los primeros en admitir que el fracaso a la hora de ratificar el CETA socava la credibilidad y la fiabilidad de la UE como socio en la escena internacional. "Si no podemos firmar un acuerdo que es bueno con un país como Canadá, que es uno de nuestros aliados más cercanos y uno de los países más democráticos del mundo, el resto del mundo se preguntará: '¿es Europa un socio fiable?'", había dicho esta semana la comisaria de Comercio, la sueca Cecilia Malmström.
¿ES EUROPA UN SOCIO FIABLE?
También el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha subrayado que está en juego no sólo el futuro de la política comercial sino la propia "credibilidad" de la UE como socio en la comunidad internacional. "El CETA podría ser nuestro último acuerdo de libre comercio", ha avisado. "Si no somos capaces de convencer a la gente de que los acuerdos comerciales les benefician, si no somos capaces de convencer de que se negocian para proteger los intereses de los ciudadanos, no lograremos apoyo popular para el libre comercio", afirma Tusk.
En la actualidad, la UE negocia un total de 19 acuerdos comerciales bilaterales y regionales que cubren 52 países. Algunos son en busca de mejoras a pactos ya existentes (como los de México, Marruecos o Túnez) y otros tratados de inversión (como China o Birmania). Los prioritarios, según han reiterado los líderes europeos en la cumbre que ha terminado este viernes, son los acuerdos con Estados Unidos (el polémico TTIP), Japón y Mercosur. Este último interesa especialmente a España y Portugal, según ha dicho el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
Los dirigentes comunitarios temen que tras el fracaso de Canadá, otros países paralicen sus negociaciones con la UE. El esfuerzo de diálogo es demasiado largo e intenso (una media de cinco años) como para que en el último minuto cualquier parlamento regional pueda tumbar el acuerdo.
El presidente de Valonia, el socialista Paul Magnette, ha justificado su oposición al CETA porque contempla la creación de tribunales de arbitraje internacionales, por encima de los jueces nacionales, para dirimir los conflictos entre empresas y gobiernos. A su juicio, este mecanismo da un poder desproporcionado a las multinacionales y limita el derecho a legislar de los países miembros. Ni las garantías que le han dado Bruselas y Canadá, ni el apoyo del resto de países miembros y del propio Gobierno federal belga al tratado le han hecho cambiar de opinión.
También los activistas de izquierdas, especialmente en países como Alemania, Austria o Francia, han protestado contra el CETA no sólo por los tribunales de arbitraje sino también porque creen que rebajará los estándares sociales y medioambientales europeos. Algo que niegan tanto los dirigentes de la UE como los de Canadá.
IMPOSIBLE TOMAR DECISIONES
El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, ha arremetido contra lo que considera la hipocresía y las contradicciones de los activistas que se oponen al CETA, a los que acusa de doble rasero.
"Me quedo sin palabras, sorprendido, por el hecho de que cuando concluimos un acuerdo comercial con Vietnam, mundialmente conocido por aplicar todos los principios democráticos, nadie levanta la voz. Pero si cerramos un acuerdo con Canadá, que es una dictadura consolidada, todo el mundo nos dice que no respetamos los derechos humanos y los derechos económicos y sociales", ha ironizado Juncker.
En realidad, el fracaso del acuerdo con Canadá vuelve a poner de relieve las deficiencias del sistema de toma de decisiones de la UE, que conduce a la parálisis y está también en el origen de otras crisis como la de la eurozona, la de refugiados o la de seguridad tras los atentados de París y Bruselas. Los mecanismos comunitarios impiden actuar con la celeridad necesaria para reaccionar ante situaciones urgentes.
Así, la ratificación del CETA exige la unanimidad de los países miembros. En el caso de Bélgica, eso significa además que se necesita el acuerdo de los parlamentos regionales, que desde la reforma constitucional de 2009 tienen competencias en materia de política exterior. "Creo que somos rehenes de la política interna de un país", ha dicho la presidenta de Lituania, Dalia Grybauskaité. El Gobierno socialista valón quiere marcar territorio frente a la coalición liberal conservadora del primer ministro belga Charles Michel.
Además, la política comercial se ha convertido en la primera víctima del auge del populismo y del sentimiento antiglobalización en la UE. Los líderes europeos ya han renunciado a concluir el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos antes de que el presidente Barack Obama deje el poder en enero de 2017, como era su objetivo inicial. Todo dependerá de la actitud de la siguiente Administración. También está en riesgo el pacto que Reino Unido quiere alcanzar con la UE tras el brexit.
No hay comentarios:
Publicar un comentario