Excelente análisis de Juan Rallo en cinco puntos lo ocurrido en los últimos meses en el PSOE y en su lucha interna de poder y sus acuerdos-desacuerdos con Podemos, así como la teoría interesadamente conspiranoica mostrada por Podemos y secundadas las declaraciones de Pedro Sánchez acerca del Ibex y el PSOE títere.
Artículo de El Confidencial:
Pedro Sánchez, durante su entrevista con Jordi Évole en 'Salvados', en La Sexta, este 30 de octubre de 2016. (L6)
Las declaraciones de Pedro Sánchez en Salvados han terminado de apuntalar la teoría conspirativa que Podemos había venido defendiendo durante los últimos meses y que desembocó este sábado en la manifestación de Rodea el Congreso contra “el golpe de estado de la mafia”: a saber, que los poderes fácticos le prohibieron al PSOE llegar a un acuerdo con Podemos y lo obligaron a facilitar la investidura de Rajoy. El relato quijotesco es atractivo para lamer las heridas del fracaso electoral: Podemos es el partido de “la gente” que aspira a hacer políticas que beneficien a esa misma “gente”, pero los intereses bunkerizados de los poderes económicos conspiran para impedírselo retorciendo la democracia a través de sus filiales PP, Ciudadanos y PSOE post-Pedro Sánchez.
Pero, por reconfortante que pueda sonarles a muchos esta historia, no es más que una colección de hechos y prejuicios chuscamente hilvanados por una narrativa interesadamente conspiranoica. Tratemos de reconstruir lo realmente sucedido durante los últimos meses en los siguientes cinco puntos.
1º ¿Hubo presiones del Ibex? Muy probablemente
Pedro Sánchez seguramente dijo la verdad (o parte de la verdad) cuando anoche acusó a una parte del sector empresarial español de haberle presionado para que no pactara con Podemos. Es evidente que a muchas compañías no les interesa que la formación morada toque poder: no en vano, Podemos ha prometido sablearlas con más impuestos, regularlas con más saña e incluso “desprivatizarlas” (estatalizarlas). Salvo los directivos y accionistas masoquistas, el resto imagino que serán bastante contrarios a los de Iglesias. A su vez, también es evidente que buena parte de las grandes corporaciones españolas están acostumbradas a instrumentar el Estado para promover sus propios intereses: ya sea hacer negocio mediante el BOE (constructoras, bancos y antiguos monopolios “privatizados”) o barrer a la competencia mediante sucias artimañas (sin ir más lejos, uno de conglomerados que presuntamente presionaron a Sánchez, el grupo Prisa, está tratando de censurar mediante los tribunales a este medio de comunicación).
Cuando los Estados poseen mucho poder, es esperable que todo el mundo trate de instrumentarlo en su propio beneficio: y una forma de capturar al Estado es presionando a los partidos que ocupan sus instituciones. Para eso existen lobbies y por eso los liberales queremos acabar con ellos minimizando el poder de interferencia del Estado sobre nuestras vidas.
2º Las presiones del Ibex no fueron determinantes
Ahora bien, que hayan existido presiones de parte del empresariado contra un pacto PSOE-Podemos no significa que esas presiones hayan sido las determinantes para tumbarlo. Si nos creyéramos la versión de Sánchez (¿o sólo nos creemos aquellas partes que nos interesan?), el ex secretario general de los socialistas renunció a alcanzar la presidencia del Gobierno porque Prisa y Telefónica le amenazaron con unos durísimos editoriales en El País. Sí, al parecer, Sánchez temía tanto a las páginas de El País que rechazó controlar las páginas del BOE: las cuales, por cierto, le habrían permitido “desprivatizar” (nacionalizar) Telefónica y, a través de ella, dominar accionarialmente el grupo Prisa.
Desde luego, carece de todo sentido que Sánchez renunciara a la presidencia del Gobierno por presiones empresariales. Éstas pueden influir sobre los gobernantes cuando se trata de adoptar políticas que sean mutuamente beneficiosas para la empresa y para el gobernante (“aprueba esta ley y te doy esta mordida, este asiento en el consejo de administración, o este apoyo editorial”): lo que resulta absurdo es pensar que esas presiones son suficientes para que un señor con ambición de poder renuncie a la presidencia del Gobierno de su país.
Sin ir más lejos, las empresas del Ibex también poseen importantes intereses económicos en las distintas autonomías españolas o en Portugal: ¿por qué no consiguieron frenar los gobiernos del cambio en la mayoría de comunidades autónomas o en muchísimos ayuntamientos de España? ¿O por qué no impidieron un gobierno alternativo de izquierdas en Portugal pese a que objetivamente lo tenían mucho más fácil (el presidente de la República se posicionó abiertamente en contra del mismo y la derecha lusa contaba con mucha más representación parlamentaria que el PP)? Pues porque tanto en las autonomías españolas como en Portugal el pacto entre las distintas formaciones de izquierdas sí era del interés de todas ellas, aun cuando no lo fuera del Ibex. Pero, en el gobierno de España, el acuerdo PSOE-Podemos no interesaba ni a una parte del PSOE ni a una parte de Podemos. Ésa, la división ideológica y de intereses de la izquierda, es la clave de su fracaso a la hora de construir una alternativa política al PP: no el espantajo del Ibex, sino el estallido del PSOE y la obsesión de Podemos con el sorpasso
3º El PSOE estalla por su enfrentamiento interno
La división interna del PSOE acerca de un pacto con la formación morada no se debe esencialmente a ninguna presión del Ibex, sino a que el nacimiento de Podemos rompe la tradicional coalición anti-PP en que se había convertido el PSOE. Hasta la aparición de Podemos, (casi) toda la izquierda (desde la más radical a la más moderada; desde la más españolista a la más nacionalista periférica) se reunía en torno al PSOE para evitar que gobernara el PP. Cuando surge Podemos, los votantes empiezan a contar con una alternativa política con un perfil ideológico muy claro (izquierda radical y contraria a la indivisibilidad de España) y eso obliga al PSOE a redefinir su estrategia electoral: o seguir el camino de Podemos (desatendiendo a sus votantes de centro-izquierda y españolistas) o desmarcarse de él (desatendiendo a sus votantes de izquierda más radical y favorables al derecho de autodeterminación).
Una parte de los cuadros del PSOE preferían la primera opción y otra parte la segunda. Finalmente, terminó imponiéndose la segunda porque era la preferida por las federaciones dominantes: todas ellas (la andaluza, la extremeña, y la asturiana, y la castellano-manchega, etc.) son frontalmente contrarias a la independencia de Cataluña porque sus votantes también lo son y porque sus regiones —y gobiernos— son receptoras netas de los impuestos de los catalanes. Susana Díaz se coaliga con otros barones para matar a Sánchez no porque responda al mandato del Ibex, sino porque no quiere ni oír hablar sobre una posible secesión catalana que vacíe las arcas de su gobierno y que erosione su apoyo electoral en Andalucía: de ahí que, como también reconociera Sánchez ayer, el principal obstáculo a un pacto con Podemos fue la línea roja que el Comité Federal le impuso contra el apoyo activo o pasivo de los independentistas (sin ellos, simplemente no había mayoría alternativa de izquierdas: ni en las primeras elecciones ni, mucho menos, en las segundas).
Es por ello por lo que Sánchez optó por pactar con Ciudadanos: era el acuerdo que le interesaba al sector más moderado y, sobre todo, más españolista del PSOE, que es el que había impuesto sus intereses territoriales en el Comité Federal. El acuerdo con la formación naranja no fue una imposición del Ibex (aunque, desde luego, muchas empresas lo preferían a un acuerdo con Podemos), sino de las federaciones con mayor poder dentro del PSOE.
4º Podemos apostó por las segundas elecciones
Ni Telefónica ni Prisa obligaron a Podemos a votar NO a la investidura de Pedro Sánchez para así desalojar a Rajoy del poder: aquella fue una oportunidad real de echar al PP —probablemente, la única real en este último año—que Podemos rechazó, precipitando con ello unas nuevas elecciones y reforzando tras ellas la mayoría parlamentaria de los populares. Se dirá que la formación morada no podía abstenerse ante un acuerdo PSOE-Ciudadanos que sólo reflejaba los intereses del Ibex: pero bien podrían haber empezado por desalojar a Rajoy de La Moncloa y, ulteriormente, gobernar desde el parlamento con el PSOE. De hecho, sabemos que la abstención fue una opción estratégica seriamente valorada por una facción de Podemos (el errejonismo, cuyas discrepancias estratégicas con el pablismo se gestan precisamente en ese momento histórico, no antes) y no creo que nadie acuse a esa facción de estar al dictado del Ibex.
¿Por qué entonces Podemos votó junto con el PP en contra de investir presidente a Pedro Sánchez? Pues por los motivos que también expuso ayer Pedro Sánchez (de nuevo, ¿esta parte no nos la creemos pero el resto sí?): Pablo Iglesias jugó a forzar unas segundas elecciones para superar en votos y escaños al PSOE (el épico “sorpasso”) y así alcanzar el liderazgo de la izquierda e incluso, tal vez, del futuro gobierno de España. De nuevo, en esta retorcida estrategia de Podemos el Ibex no tuvo nada que ver: su ambición de poder desbancando al PSOE —reconocida por el propio Pablo Iglesias en la página 21 de Understanding Podemos— fue el motivo crucial.
Tras el resultado electoral del 26-J, y con el veto radical de las federaciones españolistas del PSOE a un acuerdo con los independentistas, la mayoría alternativa de izquierdas era completamente imposible, de modo que o íbamos a terceras elecciones (que muy probablemente habrían aupado aún más al PP) o se imponía la abstención desahuciando a quien había hecho del “No es No” su seña de identidad política. No está claro cuál de las dos opciones interesaba más al PSOE —de ahí la lucha entre distintas facciones internas— pero desde luego esa batalla se libró dentro del PSOE, no entre el Ibex y el PSOE.
Y repitamos nuevamente que quien forzó la celebración de esas segundas elecciones donde la izquierda se hundió fue el propio Podemos (y, más en concreto, su sector pablista) en su obsesión por acelerar el sorpasso al PSOE engullendo a Izquierda Unida.
5º La conspiración del Ibex les interesa
Pero, evidentemente, el relato conspiranoico de que el Ibex fue el responsable último de bloquear un “gobierno de progreso” en España constituye un discurso que les interesa promover tanto a Podemos como al propio Pedro Sánchez.
A Podemos, este relato le es útil tanto en clave interna como externa. Internamente, permite echar tierra sobre los errores estratégicos que cometió el pablismo al oponerse a la investidura de Sánchez con la consecuencia de consolidar a Rajoy: si la culpa de estar dónde estamos es de las maniobras de las grandes empresas y no de la torpeza del sector que ahora mismo dirige Podemos, los argumentos de la oposición interna a Iglesias se debilitan. Externamente, trasladar la imagen de que el actual PSOE es un títere del Ibex le permite alcanzar aquello que no logró en las urnas: el “sorpasso moral” al PSOE y el liderazgo de la oposición de izquierdas al PP.
A Pedro Sánchez también le conviene este discurso tanto en clave interna como externa. Internamente, el ex secretario general se ha lanzado a reconquistar el PSOE de la mano de los militantes descontentos: nada mejor para ello que azuzar un motín a bordo cebando la imagen incendiaria de que “el aparato” ha secuestrado el partido a “la militancia” para servir a los intereses del Ibex. Externamente, le permite victimizarse y reconciliarse con la izquierda más radical (“quise pactar con vosotros pero no me dejaron”), perfilando así el eje ideológico de su campaña interna por la secretaría general (la necesidad de “entenderse con Podemos” que tantas veces repitió anoche).
En ambos casos, el Ibex constituye un excelente chivo expiatorio para ocultar la cainita lucha política de poder que se vive en la izquierda: tanto dentro del PSOE como de Podemos y entre PSOE y Podemos. Una utilísima cortina de humo para tapar los errores, los intereses y las ambiciones particulares de cada una de las facciones en liza. Un poderoso relato lleno de agujeros pero que se alimenta de una de las principales fuerzas que mueven el mundo: el sesgo de confirmación. ¡Cómo no creernos aquello que justamente queremos escuchar!
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