domingo, 23 de octubre de 2016

Las cadenas de la Agencia Tributaria

Francisco Capella analiza la vergonzosa campaña adoctrinadora y falaz de la Agencia Tributaria que circula estos días por los medios. 

Artículo de Intelib:

Campaña publicitaria de la Agencia Tributaria:
Si no fuera por Juan, Cristina no podría ir en coche a ver a sus padres.
Si no fuera por Cristina, Héctor no podría llevar a su hijo al médico.
Si no fuera por Héctor, Luis no recibiría su pensión cada mes.
Si no fuera por Luis, Juan no podría llevar a su hija al colegio.
Contribuimos para recibir. Si no fuera por tus impuestos sería imposible continuar la cadena que nos permite disfrutar de la sanidad, la educación, los parques, las carreteras, las pensiones, las ayudas…


La Agencia Tributaria, con su habitual desvergüenza, presenta a unos cuantos ciudadanos impotentes, incapaces de valerse por sí mismos. Sin embargo espera que sí sean capaces de pagar impuestos. No se explica muy bien cómo cada personaje no puede conseguir lo que quiere para sí, pero sí puede obtener cosas para otro.

Se trata de cadenas, sí, pero no de favores libres y voluntarios, sino de prisioneros encadenados unos a otros y al aparato del Estado. Ese aparato del Estado que no suelta a sus presas y que sí disfruta mucho de sí mismo por la sustanciosa tajada que se queda por organizar tan maravillosa cadena.

Obviamente no se ofrece la posibilidad de no contribuir y no recibir: contribuimos para recibir, queramos o no; y si lo que recibimos es muy poco valioso en comparación con lo contribuido, nos fastidiamos y lo disfrutamos por orden de la Agencia Tributaria.

Es interesante comprobar cómo se habla de sanidad, educación y pensiones de forma genérica, sin mencionar que existen las públicas y las privadas. La sanidad y la educación públicas son altamente ineficientes y el ciudadano las “disfruta” tanto que se escapa de ellas en cuanto puede aunque no le devuelvan el dinero que le han confiscado para mantener lo público; incluso los propios funcionarios, los únicos que pueden elegir, escogen masivamente la sanidad privada a cambio de sus impuestos; tal vez es que conocen íntimamente cómo un funcionario “disfruta” de su puesto trabajando lo mínimo posible. Las pensiones están esencialmente quebradas y tienen un futuro muy negro: tanto que en un futuro no muy lejano cada pensionista dependerá de un único trabajador encadenado a él.

También es interesante comprobar cómo esta publicidad adoctrinadora, tramposa, poco objetiva y parcial, mete en el mismo saco ámbitos de gran impacto presupuestario y de fácil privatización, como sanidad, educación y pensiones, y por otro lado menciona las carreteras y los parques, que tienen algo más de sentido como bienes públicos. Por mezclar y confundir, que no quede. Eso sí, fuera se quedan el ejército y la policía, que no parecen propios del bonito mundo de los favores.

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