domingo, 15 de enero de 2017

Racionamiento venezolano

Desde hace años llevo analizando el pauperizador proceso económico que sufre Venezuela, fruto de sus políticas socialistas. La teoría económica es bien ilustrativa al respecto de las consecuencias (de libro) que se iban ir produciendo, advirtiendo que el siguiente paso (porque estaba claro que iba a huir hacia delante) era el racionamiento de los bienes que sus políticas han hecho escasos (destrucción del tejido empresarial y productor, ataque creciente a la propiedad privada, manipulación monetaria con aumento de la oferta monetaria para pagar el creciente gasto público y las importaciones -inflación-, control de precios y divisas...). 
La escasez consecuente, ante la negativa a dar marcha atrás (sería reconocer su rotundo fracaso con un incierto futuro) lleva al siguiente paso del político para combatir los problemas de escasez (que incluyen corrupción, vandalismo, colas sin fin, imposibilidad de adquirir bienes...): el proceso de militarización y apropiación del proceso productivo y la racionalización (cartilla de racionamiento). La institucionalización de la miseria, el control total del pueblo venezolano bajo una dictadura y la dependencia del ciudadano al poder político, cual súbdito al que se le elimina toda libertad de acción. 

La cubanización del pueblo venezolano, que años atrás se reía al respecto (Venezuela no es Cuba, y eso es imposible...). 

Juan Rallo muestra este proceso de formación de la cartilla de racionamiento en Venezuela, con la última medida de Maduro
Artículo de su página personal:
Racionamiento venezolano
El gobierno socialista de Maduro lleva años destruyendo la economía venezolana. Cuando el hundimiento global de los precios del petróleo despojó al régimen chavista de los dólares que necesitaba para comprar en el exterior todo aquello que no producía dentro (es decir, casi todo), la economía entró en una profunda crisis que la fallida autocracia bolivariana se niega a reconocer: en lugar de desmontar todo el sistema clientelar y dirigista implantado durante casi dos décadas para permitir que el aparato productivo del país vaya recomponiéndose y levantando cabeza, los de Maduro han optado por huir sistemáticamente hacia adelante. Primero mantuvieron los desbocados gastos del Estado imprimiendo masivamente bolívares. Cuando la inflación se desbocó a resultas del aluvión monetario, decidieron, en segundo lugar, establecer controles de precios prohibiendo que los comerciantes vendieran ciertos productos más caro de lo que marcaba la ley. Cuando dejó de ser rentable producir y distribuir esos bienes cuyos precios de venta estaban limitados por ley pero cuyos costes de producción seguían subiendo por la inflación, el gobierno eligió ocupar militarmente las fábricas paradas para obligarlas a seguir produciendo y, a su vez, crear los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) para manejar la distribución de esos bienes.
Los CLAP son agrupaciones locales tomadas por el chavismo que cuentan con el derecho exclusivo a vender o repartir cierto tipo de bienes (alimentos, combustible, productos de higiene o medicamentos): es decir, son mecanismos para racionar arbitrariamente las escasas mercancías disponibles en Venezuela. Evidentemente, el ciudadano se halla del todo indefenso ante los CLAP: si éstos se empeñan en negarle el pan y la sal, éste se queda sin pan y sin sal. Pero, además, como la distribución de esos productos tiene lugar en condiciones antieconómicas (ni se venden ni compran a precios de mercado), su fabricación se convierte en estructuralmente no rentable, consolidando la necesidad de que sea el gobierno quien directamente controle y planifique su proceso de producción. Y los CLAP, como todo mecanismo de racionamiento, necesitan de una cartilla de racionamiento que les permita clasificar qué ciudadanos han recibido ya su aguinaldo y cuáles no. Éste es el paso que Maduro dio hace apenas unos días: la creación del llamado “carnet patriótico” como salvoconducto para que los ciudadanos puedan comprar en los CLAP y queden fichados por éstos. Desgraciadamente, todo apunta a que Venezuela está emulando poco a poco todos los disparates del pauperizador castrismo cubano.

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