domingo, 16 de diciembre de 2018

La prensa española a Soljenitsin: "espantajo", "mentiroso", "hipócrita", "multimillonario", "siervo", "delirante"

Nuria Richart rememora del vil tratamiento de la prensa española del Nobel Aleksandr Solzhenitsyn (en su visita a España) en su intento de desacreditación tras lo experimentado en la cruenta dictadura soviética y lo "vivido" en los Gulag (campos de concentración), con la intención tan extendida en Europa de blanquear el comunismo (por distintos motivos). 
Por supuesto, la historia y la verdad validó todo lo descrito por Solzhenitsyn (impresionantemente descrito en su obra cumpre, la trilogía "Archipiélago Gulag", un blanqueamiento, que nunca se ha dejado, y que legitima a paridos políticos actuales (alguien lo imagina respecto al nazismo?) y programas como la indecente ley de Memoria Histórica que pretende sacar adelante PSOE y Podemos.  

Aleksandr Solzhenitsyn es una figura clave en la trayectoria ideológica e intelectual de Federico Jiménez Losantos, autor de Memoria del Comunismo, obra monumental sobre la ideología más letal que haya existido. Dice Federico,
La verdadera historia del comunismo es la de sus víctimas. Sus verdugos son la historia real de su Mentira, la que les permite matarlas.
Soljenitsin informó al mundo de lo que venía sucediendo en la URRS desde los años 20
Alexandr Soljenitsin en Un día en la vida de Iván Denísovich y Archipiélago Gulag, el mayor homenaje a los millones de víctimas del comunismo, que mueren a tiros, de hambre o de frío mientras la buena conciencia blindada de la izquierda mira a otro sitio, no sea que el sórdido presente les estropee la vista alucinada de un futuro brillantísimo.
El hambre no es, pues, un accidente, un precio, un problema para los leninistas. Es un arma para el control, el exterminio, el ejercicio del poder.
Los presos del Gulag pintan al hambre siempre como el peor enemigo. Uno de los pasajes más terribles del Archipiélago de Soljenitsin es cuando un zek describe sus sentimientos físicos al comer algo apetitoso que, de milagro, le ha llegado en un paquete.
Así fue y así es. Las élites de las sociedades civilizadas retrataron su bajeza moral al negar a las víctimas del gulag por ser represaliados de términos comunes.
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El grupo de Castoriadis «Socialisme ou Barbarie», en ocasiones de la mano de Soljenitsin, cuya importancia en la historia de la lucha contra el comunismo nunca será demasiado valorada, va al encuentro de esa historia real de la izquierda francesa tras la revolución bolchevique, esos años en los que el Socialismo, con mayúscula, se rindió a la Barbarie, también con mayúscula. A esos comunistas o excomunistas que defienden la libertad les debemos el rescate de los conmovedores testimonios de los socialistas rusos que, tras la Segunda Guerra Mundial han quedado enterrados por el oportunismo gaullista y el containment de Occidente ante la URSS, que es la actualización del apaciguamiento franco-británico ante Hitler en 1938.
El último capítulo del prólogo de Memoria del Comunismo se titula "La musa del escarmiento", que Jiménez Losantos encuentra "en 1976, en Pekín". Una muchacha china cuya mirada le transmite "la vida en peligro, la vida que se escapa de las manos", "prisionera por pensar o decir algo que no está permitido".
No sé lo que duró aquella mirada, pero creo que he sido fiel al propósito que entonces me hice: no ayudar nunca y combatir siempre a aquellos que privan a una persona del derecho más elemental: el de poder decir no sin sufrir por ello. Desde entonces, dos tercios de mi vida, he procurado honrar aquella promesa.
Precisamente aquel viaje a China de Federico coincide con la visita a España de Soljenitsin y la resaca periodística de la entrevista "de José María Íñigo en 1976, tan importante en mi vida". Escribe Federico:
La noche antes de partir hacia la Meca de la Gran Revolución Cultural Proletaria, he visto en televisión a Soljenitsin, recién expulsado de la URSS, y cuyo Archipiélago Gulag ha sido pieza importante en la liquidación de mi ideología izquierdista. Me irrita la ridiculización que, en la prensa del día siguiente, que leo y comento en el avión durante el larguísimo viaje, se hace del disidente ruso, pero pienso que solo viendo lo que es el socialismo realmente, las convicciones teóricas se convertirán en decisiones políticas
Jiménez Losantos viaja a China con dos tomos del Archipiélago Gulag leídos,
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He conservado durante muchos años aquellos dos tomos en edición de bolsillo —benéfica idea porque así pudimos comprarlos los estudiantes y otros grupos de riesgo— de Plaza & Janés, en su colección El Arca de Papel. En algún momento, desapareció prestado el I, el fundamental, pero puedo señalar el punto exacto en el que toda idea comunista se me hizo execrable. En la edición última, ampliada y revisada por el propio autor, editada por Tusquets en 1998 a partir de la traducción de Fayard y Seuil son dos capítulos: «La infancia de la ley» (pp. 354-443) y «La madurez de la ley» (pp. 444-509). En especial, el primero, que demuestra cómo la idea de que Stalin pervirtió el leninismo, no puede ocultar el hecho esencial: que todo, desde el principio, está en Lenin. Todo. O, dicho de otro modo, que el problema del comunismo es, simplemente, el comunismo.
En Memoria del Comunismo hay dos capítulos dedicados a Soljenitsin aunque la figura del "zek ruso" está presente en toda la obra. Y toda referencia es poca para compensar a
La mayoría de los historiadores de la parte del mundo que no ha padecido el comunismo, a los que el Archipiélago Gulag de Soljenitsin les parece una referencia "poco profesional".
El primero recuerda la impresión que le causó a Soljenitsin la España franquista, la dictadura. En el segundo enumera el "recibimiento de la prensa española" a un superviviente de un campo de trabajos forzados.
La campaña contra el autor de Archipiélago Gulag fue tan feroz que ha logrado estigmatizar la memoria de los más interesantes anticomunistas españoles de izquierdas. El «antifascismo» de Stalin, recauchutado como «antifranquismo», reverdeció en la Transición, y criticar el Gulag fue como alabar a Franco, incluso peor.
Vale la pena repasar aquella campaña contra las víctimas del Gulag, desde Soljenitsisn a El Campesino, cuyo eco suena y avergüenza todavía hoy.
Estuvo preso desde 1945 hasta 1956, luego desterrado en Siberia y en el exilio otros 20 años. Conviene recordar que el mismo año que el Premio Nobel fue encarcelado los heroicos aliados de la Segunda Guerra Mundial desmantelaban los campos nazis con la ayuda de Stalin mientras hicieron la vista gorda con los miles de gulags del oeste. Como dice Anne Applebaum, "ambos regímenes se legitimaron estableciendo categorías de "enemigos" e "infrahumanos" a quienes aniquilaron a gran escala". Parafraseando al periodista Rafael Latorre, habrá que jurar que todo esto ha ocurrido.
Lo que dijo Soljenitsin
«Sus progresistas llaman dictadura al régimen vigente en España. Hace diez días que yo viajo por España (...) y me he quedado asombrado. ¿Saben ustedes lo que es una dictadura? (...) He aquí algunos ejemplos de lo que he visto con mis propios ojos (...). Los españoles son absolutamente libres de residir en cualquier parte y de trasladarse a cualquier lugar de España. Nosotros, los soviéticos, no podemos hacerlo en nuestro país. Estamos amarrados a nuestro lugar de residencia por la propiska (registro policial) Las autoridades deciden si tengo derecho a marcharme de tal o cual población (...)
También he podido comprobar que los españoles pueden salir libremente de su país para el extranjero. Sin duda se han enterado ustedes por la prensa de que, debido a las fuertes presiones ejercidas por la opinión mundial y por los EEUU, se ha dejado salir de la Unión Soviética, con no pocas dificultades, a cierto número de judíos. Pero los judíos restantes y las personas de otras nacionalidades no pueden marchar al extranjero. En nuestro país estamos como encarcelados.
Paseando por Madrid y otras ciudades (...), más de una docena, he podido ver que se venden en los kioscos los principales periódicos extranjeros. ¡Me pareció increíble! Si en la Unión Soviética se vendiesen libremente periódicos extranjeros, se verían inmediatamente docenas y docenas de manos tendidas y luchando para procurárselos. Pues bien, en España, su venta es libre.
También he observado que en España uno puede utilizar libremente las máquinas fotocopiadoras. Cualquier individuo puede hacer fotocopiar cualquier documento, depositando cinco pesetas por copia en el aparato. Ningún ciudadano de la Unión Soviética podría hacer una cosa así en nuestro país. Cualquiera que emplee máquinas fotocopiadoras, salvo por necesidades de servicio y por orden superior, es acusado de actividades contrarrevolucionarias.
En su país —dentro de ciertos límites, esto es verdad— se toleran las huelgas. En el nuestro, y en los setenta años de existencia del socialismo, jamás se autorizó una sola huelga. Los que participaron en los movimientos huelguísticos de los primeros años de poder soviético fueron acribillados por ráfagas de ametralladora, pese a que solo reclamaban mejores condiciones de trabajo (...).
Si nosotros gozásemos de la libertad que ustedes disfrutan aquí, nos quedaríamos boquiabiertos (...). Hace poco que han tenido ustedes una amnistía. La calificaron de «limitada». Se ha rebajado la mitad de la pena a los combatientes políticos que habían luchado con armas en la mano (alude a los terroristas). Puedo decirle esto: ¡ojalá a nosotros nos hubiesen concedido, una sola vez en veinte años, una amnistía limitada como la suya! (...). Entramos en la cárcel para morir en ella. Muy pocos hemos salido de ella para contarlo».
Lo que dijeron de Soljenitsin
Juan Benet, en "Cuadernos para el Diálogo": «Todo esto ¿por qué? ¿Porque ha escrito cuatro novelas (las más insípidas, las más fósiles, literariamente decadentes y pueriles de estos últimos años)? ¿Porque ha sido galardonado con el premio Nobel? ¿Porque ha sufrido en su propia carne —y buen partido ha sacado de ello— los horrores del campo de concentración? (...).Yo creo firmemente que, mientras existan personas como Alexandr Soljenitsin, los campos de concentración subsistirán y deben subsistir. Tal vez deberían estar un poco mejor guardados, a fin de que personas como Alexandr Soljenitsin no puedan salir de ellos hasta que no hayan adquirido un poco de educación. Pero una vez cometido el error de dejarle marchar, nada más higiénico que el hecho de que las autoridades soviéticas (cuyos gustos y criterios sobre los escritores rusos subversivos comparto a menudo) busquen la manera de librarse de semejante peste».
Juan Benet, en "Informaciones" contra el «hombrecillo Soljenitsin»: «Lo seguro es que muchos telespectadores debieron enrojecer de vergüenza».
Soledad Balaguer en "Por favor," tras elogiar a la URSS ataca al «premio Nobel barbudo que daba gato por liebre diciéndonos que los rusos eran muy malos porque eran comunistas, sin conseguir que nadie le creyese».
"Triunfo", procomunista y de gran tirada, denuncia el «escándalo» de «la operación Soljenitsin»: «Aprovechar el enorme público de este programa del sábado para acometernos de esta manera por medio de una disertación fanática y apasionada (...). El señor Soljenitsin llega con retraso de una guerra fría, y la televisión española, de una guerra civil renovada».
—"Personas": «Soljenitsin es un paranoico clínicamente puro (...). La voz del viejo patriarca zarista penetró en los campos y en las ciudades españolas como un viento glacial. Fue una vergüenza». En la misma revista se preguntaban «¿quién habrá pagado el spot de don Alexandr? (...). Don Alexandr no es político. Es folklore, nada más».
Arturo Rubial, en Posible, sobre el «Soljenitsin Show»: «Ese Soljenitsin es un Nobel por nada (...). Miente a cada instante: ha perdido decididamente la brújula». Habrían debido hacer de manera que Soljenitsin contase todo esto al estilo de musichall, rodeado de lindas muchachas de ballet Set 96; este caballero tiene pasta de showman».
Monserrat Roig, en Mundo: «La barba de Soljenitsin parece la de un cómico de pueblo, la de un cómico ambulante pagada por una alianza de señores feudales. El escritor ruso hace reír al gallinero (...). Un día le arrancarán las barbas postizas».
Camilo José Cela, futuro Premio Nobel: «Soljenitsin no está solamente contra España, nuestro pequeño y amado país, lo cual no sería nada. Soljenitsin está contra Europa (...). Está contra la libertad (...). Heraldo de tristeza (...). No tenemos necesidad de pájaros de mal agüero».
Francisco Umbral, futuro Premio Cervantes: «Payaso».
Manuel Jiménez de Parga, futuro ministro de UCD: «Uno pierde la calma delante de quien, sirviéndose de las pantallas de la TV, pretende tomarnos por imbéciles, permitiéndose explicar precisamente en España lo que es una dictadura».
Más dicterios contra Soljenitsin en la prensa española: «enclenque», «chorizo», «mendigo desvergonzado», «famélico», «espantajo», «bandido», «hipócrita», «multimillonario», «siervo», «aprueba las ejecuciones de Chile», «mercenario», «delirante», «perdió la chaveta».Y el remate en Le Monde: «Soljenitsin considera que los españoles viven en la "libertad más absoluta"».
En realidad, Soljenitsin nunca usó esa frase entrecomillada por el entonces canónico diario izquierdista francés. Pero es que nadie ha perseguido a las víctimas del comunismo, rusas o españolas, tan sañudamente como la izquierda francesa. La «ceguera voluntaria» de Jelen se ha actualizado con Melenchon y su reivindicación del Terror de Robespierre, que es, ha sido siempre, la justificación del de Lenin.
España, que en 1936, justo cuarenta años antes, había estado muy cerca de convertirse en la segunda dictadura comunista del mundo, y solo lo evitó al precio de una larga guerra civil, se empeñaba en ignorar el significado del comunismo cuando estaba a punto de inaugurar la democracia. La mayor tragedia del siglo en pérdida de vidas humanas y aplastamiento de toda libertad, el Gulag, se convirtió en críticas del uso de la televisión. Hace poco, el propio entrevistador de Soljenitsin, Íñigo, dijo que el famoso programa fue repetido en TVE por presión de Franco, que llevaba un año muerto.Y la grabación ha desaparecido del archivo de TVE con la eficacia tenebrosa que borraba a los disidentes de las fotos de Stalin.
La legalización del PCE, unos meses después, se fundamentó en la reconciliación de los dos bandos de la Guerra Civil, pero no debió hacerse al precio del silenciamiento de vidas tan ejemplares, en el sentido cervantino del término, como las de El Campesino y Soljenitsin. El partido Podemos, resurrección del más rancio leninismo, es el fruto podrido de aquella censura a voces.También del proceso de rebolchevizacion del PSOE de Zapatero, cuya herramienta básica, la llamada Memoria Histórica, se basa en la Desmemoria Programada de la Checa y el Gulag.
Yo misma intenté saber qué pasó con el archivo de la entrevista a Soljenitsin en TVE. Me puse en contacto con el departamento de documentación y con José María Íñigo (que en paz descanse). El periodista me confirmó que por supuesto el documento se destruyó. Borrado y copia nueva.
Ninguna cámara de televisión grabó nunca un gulag. Cuando fueron desmantelados se destruyó hasta la última prueba y lo único que queda es la voz de los supervivientes.
El comunismo asesinó a millones de personas por considerarlas mera masa refractaria, reaccionaria o eliminable. Lo que no logró fue que cada persona no muriera sola, que cada una de esas vidas segadas por orden de Lenin, y tras él Trotski, Stalin, Mao, Ho Chi-Minh, Ceaucescu, Honecker, Andropov, Pol Pot, el Che, los Kim o los Castro, no tuviera su dolor particular, su terror intransferible, un pasado hecho cenizas.
Cuando se abrieron las puertas de los gulags las víctimas eran otras personas diferentes de las que entraron en esos pozos de tortura. No tenían nada, así que la mayoría empezó a reconstruirse en esos mismos lugares. Hoy, un comentario habitual entre ellos es sus nuevos hogares reposan, literalmente, sobre los huesos de los que no vivieron para contarlo. Hagamos Memoria.
Memoria del Comunismo, (La Esfera de los libros, 2018) Decimoctava edición, 70.000 ejemplares editados en menos de un año.

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