Plagió su tesis que ni escribió, falseó el test antiplagio, para intentar que fuera más benévolo.
Plagió a Kennedy en el Falcon con sus gafas de sol y misma pose que en el Air Force One.
Plagió a Trudeau (Canadá) al que copió una fotografía con un niño en el despacho presidencial.
Plagió a Obama saliendo con el perro acariciándolo en las escaleras de su residencia ante los medios.
Plagió hasta su lema para las elecciones generales de este año (empleado días antes por estudiantes de la Facultad de Política, que se quejaron de ello, o por ciertas empresas (es el mismo que el nombre de la empresa de 'coaching' hazquepase.com) y hasta un jugador de la NBA algún mes antes como campaña motivacional en redes sociales.
Ahora plagia nuevamente a Obama, de manera prácticamente literal con el mismo logo (una barra y un corazón de color rojo, casualmente los mismos símbolos que eligió la fundación Heart&Stroke de Canadá, una organización benéfica en 2016) y hasta las canas con las que aparecía Obama en mucha mayor proporción que en su primer mandato, nuevas en Sánchez de manera repentina para tratar de reflejar una mayor seriedad y compromiso con el país.
Lo importante no son los hechos, es el marketing y tratar de aparentar. Y ni siquiera se es capaz de ser original...
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