Juan Rallo resume el programa económico de Vox, sin duda y de lejos, el más liberal de todos los candidatos (y solo por detrás del minúsculo Partido Libertario -PLIB-).
Artículo de El Confidencial:
Santiago Abascal. (EFE)
Vox ha hecho público su programa económico. Tras semanas de filtraciones parciales, ya conocemos la globalidad de sus propuestas en este campo. El resultado, y yo he sido el primer sorprendido, es el mejor y más liberal programa económico de entre los grandes partidos que se presentan a las próximas elecciones generales. Como ya he comentado en otras ocasiones, Vox es un partido que amalgama diversas corrientes de pensamiento tradicionalmente agrupadas alrededor de la derecha: un nacionalismo exacerbado, un conservadurismo intrusivo pero, también, un distinguible liberalismo en materia económica. Afortunadamente, parece que en el campo económico han prevalecido —de momento y ya veremos hasta cuándo— las ideas liberales. Así pues, ¿qué reformas económicas propone Vox?
Primero, en materia educativa aboga por liberalizar los planes de estudio —el Estado solo regularía mínimamente los contenidos del sistema de enseñanza pero permitiría que cada centro impartiera aquellas materias adicionales que considerara oportunas— y por devolver a los padres la potestad de escoger el centro de enseñanza para sus hijos —a través de un sistema de cheque escolar—. Su propuesta contiene algunas lagunas (¿se cerrarán aquellas escuelas públicas que se queden sin demanda?), pero avanza totalmente en la dirección correcta (más libertad desde el lado de la oferta y de la demanda educativa).
Segundo, en materia sanitaria defienden conservar la actual red de asistencia pública pero permitiendo, al mismo tiempo, el descuelgue por parte de aquellos ciudadanos que prefieran la asistencia privada. Para ello, implementarían la deducibilidad fiscal de aquellos gastos satisfechos en la sanidad privada y que sean de una naturaleza y cuantía similares a los cubiertos en la pública (esto es, no podrían deducirse gastos sanitarios privados que no le supongan un ahorro al sistema público). La propuesta es muy preferible al sistema de concierto de los hospitales públicos: resulta preferible un sistema privado totalmente libre (pero accesible con deducibilidad fiscal) conviviendo con uno público que un sistema totalmente mixto donde los intereses público-privados quedan corruptamente enmarañados.
Tercero, en materia de pensiones, Vox impulsa la transición hacia un modelo de capitalización, abandonando progresivamente el sistema de reparto. Para ello, los menores de 25 años dejarían de cotizar a la Seguridad Social (ahorrarían para sí sus cotizaciones); los trabajadores entre 25 y 45 años podrían dejar de cotizar voluntariamente; y los mayores de 45 años, continuarían cotizando a cambio de devengar un derecho del sistema público hasta que este se extinguiera. Como ya comenté, la idea general es muy atractiva pero su aplicación está completamente en pañales: dentro de 22 años, el sistema habrá perdido a todos sus cotizantes, pero seguirá habiendo millones de pensionistas. ¿Cómo continuaremos pagando sus pensiones?
Cuarto, para el mercado laboral propugnan una liberalización cuasi absoluta: prevalencia del contrato individual sobre el convenio colectivo; prevalencia del convenio de empresa sobre el convenio sectorial; posibilidad de descuelgue unilateral de un convenio colectivo salvo que los trabajadores de una compañía voten mayoritariamente en contra; fin de la ultraactividad de los convenios; acotamiento de la discrecionalidad judicial sobre la aplicación de la legislación laboral; indemnización única de 20 días por año trabajado con un máximo de doce mensualidades; eliminación el salario mínimo para los jóvenes; y rebaja de las cotizaciones sociales (esto último, por cierto, no encaja nada bien con su propuesta de transición hacia un sistema de capitalización).
Quinto, apuestan por ampliar enormemente la oferta de suelo edificable para, a su vez, permitir que se incremente la disponibilidad de vivienda. Adicionalmente, proponen liberalizar plenamente el mercado del alquiler para incentivar la construcción con el propósito de arrendar.
Sexto, programa general de liberalizaciones: Vox pretende pedir a la Comisión Nacional de Mercados y Competencia que elabore un catálogo detallado de todas las trabas que existen contra la competencia en los distintos sectores económicos del país (taxis, farmacias, estancos, estibadores, etc.) y ulteriormente proceder a abrir tales industrias a la competencia en el sentido planteado por la CNMC. En todo caso, Vox remarca la importancia de liberalizar el mercado de transporte ferroviario y por carretera, así como el sector eléctrico.
Séptimo, programa general de privatizaciones: privatización plena de Aena e Indra, así como de la participación accionarial del Estado en Enagás y Red Eléctrica. También se plantea el otorgamiento de concesiones en la señalización o el mantenimiento de las redes ferroviarias o en la gestión de las líneas de transporte de alta velocidad.
Octavo, en materia fiscal plantean una profunda rebaja impositiva que ya tuvimos ocasión de comentar. Aunque la memoria económica subsana parte del agujero recaudatorio que criticamos en un artículo anterior (ampliando las bases imponibles por la vía de simplificar los tributos), los números siguen sin cuadrar (sobre todo, si incluimos la ya mentada transición hacia el sistema de capitalización). No obstante, como ya dije, es positivo que se promuevan audaces reformas tributarias al tiempo que se reconoce la necesidad de sufragarlas recortando el gasto público (que en el nuevo programa también especifican con más de detalle, aunque en algunos casos sigan siendo generalidades).
Y noveno, Vox también defiende una fuerte recentralización del Estado, despreciando las ventajas que se desprenden de la descentralización con corresponsabilidad fiscal (competencia tributaria y normativa entre administraciones) así como exagerando los beneficios que se derivarían de la misma (como una falaz economización de los gastos, algo que no sucede en otros países europeos más centralizados como Francia). Este es el punto del programa económico de Vox menos compatible con el liberalismo económico.
En suma, con todas sus imprecisiones y sus defectos —que los tiene y algunos muy importantes—, el programa económico de Vox es con mucha diferencia el programa más liberal del panorama nacional. Diré más: se trata del programa económico más liberal que se ha presentado nunca en España (con la honrosísima excepción del Partido Libertario, liberalismo muchísimo más profundo, amplio y coherente que el de Vox). Pese a lo anterior, como liberal, me resulta imposible apoyar a Vox: el liberalismo no solo defiende las libertades económicas, sino sobre todo las personales (dentro de las que se insertan las económicas).
Vox es una formación declaradamente partidaria de imponer una visión excluyente de la nación española; enemiga de facilitar la inmigración incluso entre aquellas personas que puedan convivir y respetar el marco jurídico básico de España; y promotora de una moral conservadora que puede resultar muy legítima en la esfera privada pero no como catecismo estatal. Además, sería ingenuo pensar que, como decíamos, dentro de Vox no existen familias peligrosísimamente antiliberales que en algún momento podrían tomar el poder y convertir a la formación en un grupo mucho más liberticida incluso en el campo económico.
En suma, fuera de su ámbito económico, Vox tiene inquietantes elementos iliberales o antiliberales que hacen imposible que les apoyemos aquellos que nos negamos a traficar con nuestras libertades y con las del prójimo. No obstante, al césar lo que es del césar: con prudencia y profesionalidad, el programa económico de Vox, a diferencia de lo que sucede con el resto de partidos, sí supondría un salto cualitativo para la libertad y para la prosperidad de los españoles.
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