Manuel Llamas responde al reciente y muy demagógico informe de Oxfam Intermón sobre la "pobreza" en Europa ("amarillismo que venden, interesadamente, ONGs, políticos y ciertos periodistas"), centrándose especialmente en las muy erróneas recetas que propone en su informe para reducir la pobreza y la desigualdad.
Los hechos, la historia y los datos evidencian tamaño error, como se muestra a continuación.
Artículo de Libre Mercado:
La pobreza se ha convertido, por desgracia, en uno de los campos más propensos para ejercer el innoble oficio de la demagogia y la mezquindad. Prueba de ello es el último informe que ha elaborado Oxfam Intermón sobre esta materia, bajo el muy sugerente título Europa para la mayoría, no para la elites, y los alarmistas titulares que ha cosechado entre la mayoritaria progresía mediática española, cuyos artículos, acompañados convenientemente de la tradicional fotografía de indigentes pidiendo en la calle, destacaban en titulares que "uno de cada cuatro europeos está en riesgo de pobreza" o casi un "tercio" de los españoles vive en condiciones de "miseria", mientras el número de ricos crece sin cesar, identificando así a los supuestos culpables.
Pero lo más terrible de este deleznable engaño no radica tanto en las colosales mentiras que contienen tales afirmaciones, sino en las recetas que propone Oxfam para reducir la "inaceptable" pobreza y desigualdad que, en teoría, sufre Europa. Lo primero que cabe señalar al respecto es que la pobreza real en la UE es muy inferior a las cifras que, tan irresponsablemente, ha difundido la práctica totalidad de la prensa y, en todo caso, ésta se concentra en los países del sur, los más golpeados por la crisis y con altas tasas de paro, y en Europa del este, los más pobres del continente y últimos en incorporarse a la UE.
Valga como ejemplo el caso de España, donde la población que padece "privación material severa", el indicador que más se aproxima a lo que todo el mundo entiende por pobre, se ha duplicado durante la crisis, al pasar del 3% en 2007 a algo más del 6% en 2014, equivalente a unos 3 millones de personas. Una cifra que, por cierto, se aproxima al volumen de personas que atiende Cáritas a través de sus comedores y servicios de asistencia (algo más de 2 millones en 2013), pero que se aleja, y mucho, del 25-30% que se suele escuchar (entre 13 y 15 millones de personas). De hecho, si se acota la medición a la incapacidad de "comer carne, pollo o pescado cada dos días", un indicador bastante más fiable acerca de la gravedad económica que puede sufrir un hogar, el porcentaje se reduce al 3% de la población española (1,5 millones de personas).
Son cifras muy altas, sin duda, vergonzosas en un país desarrollado como España, pero a años luz del amarillismo que venden, interesadamente, ONGs, políticos y ciertos periodistas. Tanto es así que, si se amplía un poco la perspectiva temporal, resulta que, cojamos el indicador de privación material que cojamos, los españoles están hoy mejor que en los años 90 -datos de Cáritas-.
Dicho lo cual, lo trágico es que Oxfam propone mucho más gasto público, más impuestos y, sobre todo, una mayor intervención estatal para tratar de reducir la pobreza y la desigualdad, tanto en España como en el conjunto de Europa, con el fin de lograr "una sociedad más justa". Y he aquí, precisamente, el mayor error que contiene su informe.
¿Por qué? En primer lugar, porque la pobreza no se combate reduciendo la riqueza, sino incrementándola, y, en segundo término, porque el origen de la riqueza no radica en el mal llamado Estado del Bienestar, redistribuidor de rentas y prebendas, sino en la libertad económica, el libre mercado o, si así lo prefieren, el tan denostado capitalismo.
Por un lado, basta observar que los países europeos con menor porcentaje de población en situación de "privación material severa" son, ni más ni menos, que los países con mayor libertad económica (más mercado y menos intervencionismo estatal) de todo el continente: Suiza encabeza la lista, con el 0,7% de pobreza real, siendo la economía más libre de Europa y la quinta del mundo, según el Índice Heritage; Suecia, con un 1,4%; Luxemburgo (1,8%); Noruega (1,9%); Finlandia (2,5%); Holanda (2,5%); Dinamarca (3,8%); o Austria (4,2%).
Y al revés, dejando a un lado las recién incorporadas repúblicas exsoviéticas, cuyas economías parten de un elevado nivel de pobreza, resulta que el país con menor libertad económica del euro, Grecia, encabeza el índice de privación material, con un 20,4% de la población. Y no, no sólo es culpa de la actual crisis, ya que también lideraba este indicador en plena burbuja crediticia, durante la primera mitad de la pasada década, con tasas superiores al 11%.
Pero es que, además, los países más libres son también los más ricos. Las economías calificadas en el Índice de Libertad Económica 2015 como "libres" o "mayormente libres" disfrutan de ingresos per cápita que más que duplican los niveles promedio del resto de países y hasta quintuplican los ingresos de las economías "reprimidas" (estatalizadas).
Y esta mayor riqueza se traduce, como es lógico, en niveles de vida y bienestar mucho más altos. Se mida como se mida el desarrollo humano, la libertad económica produce siempre y en todo lugar mejores resultados que el intervencionismo estatal. Las economías más libres gozan de más esperanza de vida, mayor nivel de salud, alta calidad educativa e incluso mejor desempeño medioambiental.
Por último, conviene ampliar, una vez más, la perspectiva temporal para percatarse del histórico avance que ha registrado la humanidad gracias al capitalismo durante los dos últimos siglos y, de este modo, poder hablar con un mínimo de propiedad sobre algo tan importante y crucial como la pobreza y la calidad de vida de las personas.
Y es que, se mire por donde se mire, la cuestión es que en el año 1800 más del 90% de la población mundial era extremadamente pobre, subsistiendo con menos de dos dólares al día, mientras que hoy esa situación de miseria afecta a menos del 17% de los habitantes del planeta.
Asimismo, la esperanza de vida al nacer ha pasado de los 30 a los 70 años a nivel mundial en los dos últimos siglos.
Y la riqueza de la población, por supuesto, no ha dejado de aumentar… Contra la pobreza, por tanto, lo único que cabe es más libertad económica y mucho menos estatismo y demagogia.
Distribución de la población mundial, según su renta anual media
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