Artículo de Guerras Posmodernas:
El año pasado escribí un artículo que terminó publicando Sesión de Control sobre cómo se había internacionalizado la guerra civil siria mientras Occidente se había discretamente desentendido.
Cuando en el verano de 2013 el gobierno de Obama hizo amago de intervenir, tras el uso de armas químicas por parte del régmen de al-Assad en un barrio de Damasco, la opinión pública estadounidense se manifestó estruendosamente en contra. Me llamó la atención entonces que buena parte de esa oposición provenía de la derecha. No dejaba de ser irónico porque el reinado de los neocón en Washington llevó a la invasión de Iraq. No era necesariamente una muestra de hipocresía. Posiblemente era la pérdida de protagonismo de los neocón dentro del partido por otros líderes más tradicionales en política exterior.
Aquí en España, la oposición a una intervención vino de la izquierda, que no paraba de reproducir en Internet la propaganda sobre la guerra de Siria financiada o cocinada por Rusia e Irán. Pero tampoco hay que culpar de ingenuidad o credulidad a ese sector de la izquierda española. Allá por 2005, el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe jaleaba a la insurgencia en Iraq, formada por yihadistas y baazistas que luego crearon el Estado Islámico. O recientemente, veíamos como Paco Frutos y el PCE de Madrid participaban en un acto de apoyo al régimen sirio de al-Assad.
Cuando salió mi artículo, “Lo que está en juego en Siria”, alguien de Sesión de Control decidió ilustrar el artículo con la foto del entierro de un bebé muerto en la guerra. No me gustó Me pareció desagradable. Pero no dije nada. Yo no tomo las decisiones sobre qué fotos acompañan a mis artículo en ese medio y lo dejé pasar. La cuestión es que llevo mucho tiempo viendo fotos de cadáveres de niños sacados de entre las ruinas de casas cubiertos de cemento y tierra, día a día mientras sigo las informaciones sobre la guerra. Y todavía procuro no enfocar la vista mientras muevo la rueda del ratón para avanzar por la página. Así que estoy sorprendido por la reacción de la opinión pública ante la foto de un niño sirio muerto en una playa turca tras ahogarse en el Mediterráneo. Muchos niños han muerto en esta guerra, que lleva ya cuatro años, pero como no se trata de bombas israelíes a nadie le ha importado. Supongo que algún publicista tendrá una explicación. Hay decenas de canciones pegadizas que se lanzan todos los años. Pero sólo una es la canción del verano. Todos los días se lanzan miles de memes en Internet y unos pocos tienen éxito. La foto del niño tuvo éxito y ahora todos andan preocupados por Siria.
Tras la sorpresa de que la foto de un niño muerto genere interés por una guerra que va por su cuarto año y ha producido más de 200.000 muertos (en las estimaciones más conservadoras), la segunda cosa que me ha sorprendido es ver tanto comentario indignado por la supuesta responsabilidad de Occidente en la guerra civil siria. La idea es que el flujo de refugiados sirios avanzando hacia Europa es el resultado último de las acciones de un Occidente hipócrita e inmoral. Me sorprenden esos comentarios porque si por algo se ha caracterizado la acción de Estados Unidos y la Unión Europea en Siria es la prudencia y la falta de compromiso. Quizás sea preciso recordar algunas cosas.
La guerra en Siria comienza en 2011 cuando las manifestaciones surgidas al calor de la Primavera Árabe son duramente reprimidas por el régimen de Bashar al-Assad, destacando la detención y muerte de niños en Homs. Una parte del ejército se rebela contra el régimen, negándose a acatar las órdenes de atacar la población civil y forma el Ejército Sirio Libre. No se repite una acción dentro del marco de la ONU como en Libia, por la frontal oposición de Rusia, que bloquea cualquier iniciativa al respecto. Rusia es un aliado fundamental del régimen sirio. A finales de 2012 la iniciativa está en manos de los rebeldes, que preparan una ofensiva sobre Homs, que cortaría los dominios del régimen en dos (en torno a Damasco y la franja costera). Pero el invierno paraliza a los rebeldes que acusan la falta de suministros.
En la primavera de 2013, Irán entra abiertamente en el conflicto mandando asesores y desplegando fuerzas de Hezbolá, cuya ofensiva desde el Líbano recupera el control del centro del país. La reacción de los países del Consejo de Cooperación del Golfo es asumir que se ha acabado el tiempo de los apoyos encubiertos y envían suministros militares a los rebeldes. Aparecen en el frente armas croatas y chinas. El flujo de dinero y suministros saudíes atrae a muchos rebeldes desencantados con Occidente, que nunca termina de involucrarse. Surge así el Frente Islámico en noviembre de 2013.
Mientras tanto, aparece en el conflicto un actor relevante. El Estado Islámico de Iraq, que había usando en su momento Siria oriental como retaguardia con la complacencia del régimen, aprovecha la debilidad de las fuerzas de Damasco para tomar el control de esa parte del país, fundamentalmente poco poblada y desértica. Pasa a denominarse entonces Estado Islámico de Iraq y el Sham (la Gran Siria), pero se hace más popular sus siglas en inglés: ISIS. Los yihadistas de ISIS muestran más preocupación por la islamización de la sociedad siria que por la lucha contra el régimen de Assad. De hecho, dedica más esfuerzos a luchar contra otros grupos rebeldes y cuando lanza ofensivas contra zonas en manos del Ejército Sirio Libre, la aviación del régimen las bombardea. La irrupción del Estado Islámico en Siria genera un problema para Al Qaeda, que ya tiene un grupo aliado en el país, Jabhat al-Nusra. Desde su escondite en Pakistán, Ayman al-Zawahiri pide a ISIS que se disuelva en Siria. La reacción de ISIS es despreciar el mandato de al-Zawahiri, lo que se convierte en síntoma de la decadencia de Al Qaeda y el relevo en la vanguardia yihadista global.
Cuando queda claro que tanto Irán y Arabia Saudita, que juegan allí una de las muchas partidas de su rivalidad geopolítica, están dispuestas a poner toda la carne en el asador, Estados Unidos y Reino Unido reaccionan porque las opciones que se plantean es una Siria convertida en estado satélite de Irán o una Siria convertida en un emirato yihadista. Así que empiezan la ayuda a los rebeldes. En primer lugar, esa ayuda es “no letal”. Por ejemplo, se dan cursos de adiestramiento en Jordania y se les entrega a los rebeldes del Ejército Sirio Libre material como brújulas y sacos de dormir. El plan no funciona. El Ejército Sirio Libre se ha convertido en un actor demasiado irrelevante en esta guerra. Algunos de sus almacenes son capturados por el Estado Islámico, que obtiene así material enviado por Estados Unidos. O incluso peor. Algunos grupos del Ejército Sirio Libre desertan, pasando a las filas yihadistas con materiales suministrados por Estados Unidos. El asunto es usado entonces hasta la saciedad por la propaganda iraní y rusa para informar de que “Estados Unidos suministra al Estado Islámico”. Una frase muy repetida por los cuñados españoles en barras de bar, comentarios de Méneame y Twitter. El programa de ayuda “no letal” quedó suspendido en diciembre de 2013.
Tras el fracaso del programa de material “no letal” la CIA lanza un segundo programa en el que aparte de entrenamiento, se les suministra armas a los rebeldes. Pero se les impone a los candidatos dos condiciones: La primera es que no tengan vínculos pasados con grupos yihadistas y que no luchen contra el régimen de Assad, sólo contra el Estado Islámico. La primera condición se hace muy difícil a estas alturas de la guerra y la segunda les resulta absurda a los sirios. No hay explicación oficial, pero posiblemente el gobierno de Obama aceptara esa cláusula como una imposición del régimen iraní, sostén del gobierno iraquí y con quien se estaba negociando el acuerdo nuclear. El programa, con un presupuesto de cientos de millones de dólares de presupuesto, sólo consigue en su primera edición reclutar y formar a menos de 100 rebeldes, que apenas desplegados en el terreno son machacados por el Estado Islámico.
Así que tenemos un conflicto donde los actores principales son Siria, Irán, Rusia, Hezbolá, Arabia Saudita, etc. Habría que añadir Qatar, Turquía, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos, pero, para ser sincero, todavía no he profundizado en mis lecturas en esa parte del conflicto. El papel de Occidente (Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN, etc.) ha sido mínimo. Hay una operación internacional para bombardear el Estado Islámico, pero a día de hoy ha servido para poco más que levantar el asedio a la ciudad de Kobane y permitirle a los kurdos sirios ganar terreno.
Los argumentos lanzados estos días es que lo que pasa en Siria es culpa de la inacción de Occidente (por no intervenir) o es culpa de la acción de Occidente (por armar a los rebeldes). Lo cual aparte de incoherente, es falso. La culpa del flujo de los refugiados es de quien sostiene campañas de ataques contra la población civil, es decir, el régimen de al-Assad. Y de quien ha hecho la vida de los civiles en la retaguardia más miserable aún, es decir, el Estado Islámico. Pero antes de pedir acciones y decisiones, deberíamos repasar las opciones.
No hacer nada, más que atender a los refugiados.
A día de hoy el resultado de la guerra es impredecible. No creo que nadie sepa qué va a pasar de aquí a un año. La realidad es que cada bando en el conflicto es demasiado débil a día de hoy para una victoria decisiva. Así que lo que veremos será más flujos de refugiados. No hacer nada y atender a los refugiados es enfrentar sólo los síntomas.
Apoyar a los “buenos”.
La primera cuestión es, ¿quiénes son los buenos? El Ejército Sirio Libre cumplía ese papel en el comienzo de la guerra, una oposición laica y no hostil a Occidente. Pero en este momento es demasiado débil como para esperar que ese apoyo les ayude a ganar la guerra, a no ser que Occidente opte por un plan muy ambicioso de reclutamiento, financiación y entrenamiento. Otro grupo que ha captado las simpatías de Occidente son los kurdos de la Unión Democrática y que luchan encuadrados en el YPG. Resultan ser comunistas y aliados del PKK, lo que complica cualquier opción que los incluya por los problemas que plantearía con Turquía.
Atacar a los “malos”.
Hasta el momento, hay una coalición internacional que ataca al Estado Islámico sin tropas sobre el terreno, lo que resulta una limitación enorme. El principal problema es que optar por atacar decididamente al Estado Islámico implica elegir a quién queremos beneficiar y quién va a controlar el terreno capturado. Si el enemigo elegido fuera el régimen de al-Assad, habría que plantear la misma cuestión. Si mañana colapsara el Estado Islámico o el régimen sirio podríamos encontrarnos su lugar ocupado por fuerzas igualmente hostiles a Occidente. Y empezaría, como en Libia, una segunda guerra civil.
Partir el país y hacer la paz con al-Assad.
Ante la imposibilidad de una victoria clara por ninguna parte, podríamos plantear que se fracturara el país. Los distintos grupos étnicos y religiosos han sido objetos de ataque en algún momento del conflicto. Así que con una partición del país, las comunidades alawita, sunní, drusas y kurda se quedaría cada una con un trozo de territorio. A cambio, al-Assad mantendría el poder en el país alawita resultante.
Invadir Siria y acabar con el régimen de al-Assad y el Estado Islámico.
No creo que haya que extenderse mucho al respecto. Sería como Iraq, pero peor.
Como conclusión, creo que estos dilemas son los que han estado sobre la mesa de los gobiernos occidentales. Si no se ha hecho nada para poner fin a la guerra civil siria es porque ninguna opción es sencilla y barata. Y el asunto no estuvo en el centro del debate público hasta que afectó a Europa con la llegada de refugiados. Lo único que ha servido todo esto es para generar un aluvión de tuits y publicaciones en muros de Facebook. Y creo que también para que muchos hayan quedados retratados. Aquí tienen dos ejemplos: Oscar López Corral (Marat) es capaz de escribir sobre los culpables de la guerra de Siria sin mencionar a Assad y le echa las culpas de todo a Occidente. Yolanda Álvarez, ex-corresponsal de TVE en Israel, habla en un tuit indignado de la “armas que vende Occidente“. Da igual el tema, algunos sólo saben hablar de lo mismo.
Para quienes quieran ayudar: los “Cascos Blancos” se dedican en Siria a rescatar a personas bajo los cascotes. de las casas derruidas y auxilian a las víctimas civiles tras los ataques contra la población Puedes hacer una donación aquí.
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