Juan Rallo analiza el fichaje como asesor por parte de Podemos de Thomas Piketty, y como sus propuestas (de por sí ya erradas sin entrar en los múltiples errores de análisis que comete en la obra que le ha catapultado a la fama) no servirían (aún si las tomáramos como buenas y que conllevan disparar a cotas absolutamente confiscatorias los impuestos) para España.
Artículo de El Economista:
Podemos ha escogido a Thomas Piketty como asesor para su programa económico. El economista francés se convirtió el año pasado en una estrella mediática internacional merced a su libro Capital en el s. XXI. La tesis fundamental de esta obra es que el capitalismo lleva en su ADN tendencias desigualitarias como consecuencia de que el retorno del capital tiende a ubicarse por encima del crecimiento del conjunto de la economía: el capital se autorreproduce a mayor ritmo de lo que aumentan las rentas el resto de la sociedad.
La receta que propone Piketty para hacer frente a esta expansiva desigualdad dentro del capitalismo es, por un lado, unos confiscatorios impuestos sobre la riqueza que podrían llegar a representar el 10% del patrimonio; por otro, unos elevadísimos tipos marginales sobre las rentas más altas de hasta el 90%. En definitiva, la receta que propone el francés para frenar las diferencias económicas dentro de nuestras sociedades consiste en gravar exageradamente a quien tiene o a quien gana mucho.
Parece claro, pues, que la formación de Pablo Iglesias pretende centrar la venidera campaña electoral en el asunto de la expansiva desigualdad en España y en cómo las subidas de impuestos que propone Piketty constituyen la solución más rigurosa y justa posible para este problema. Pero, más allá de la cuestión de si el economista francés acierta en sus recetas (que no lo hace), el anuncio estrella de Podemos se topa con un obstáculo básico: el mundo sobre el que ha teorizado Piketty, y para el cual ha ideado sus presuntas soluciones, no se parece en nada a España.
En concreto, Piketty tiene en la cabeza un mundo donde una extrema desigualdad inicial de rentas se consolida en forma de una extrema desigualdad patrimonial gracias a los elevados retornos que proporciona la reinversión del capital. Es en ese contexto donde, si acaso, sus sugerencias de una altísima fiscalidad sobre las rentas y los patrimonios podrían cobrar alguna coherencia interna. Pero España es un país donde la expansión de la desigualdad de ingresos no se debe al crecimiento exorbitante de las rentas altas, y donde la desigualdad patrimonial se halla en uno de los niveles más bajos del mundo.
Así, y según el reciente informe de la OCDE, In It Together: Why Less Inequality Benefits All, el 80% del incremento de la desigualdad de rentas durante la crisis económica se explica en España por la destrucción del empleo, no por el ensanchamiento de la brecha salarial. El problema de la desigualdad de rentas de España, por tanto, no es que los salarios altos estén creciendo a costa de los bajos, sino que hay millones de personas sin un empleo y, por tanto, sin rentas. En tal caso, las soluciones a la creciente desigualdad de ingresos no deben pasar por mayores impuestos sobre la renta, sino por favorecer la creación acelerada de empleo, liberalizando el mercado laboral y bajando los impuestos.
Asimismo, el grado de desigualdad de la riqueza en España se encuentra en uno de los niveles más reducidos del mundo. De acuerdo con el mismo informe de la OCDE, la desigualdad de la riqueza en nuestro país es más reducida que en la media de la OCDE, y que en EEUU, Holanda, Austria, Alemania, Canadá, Portugal, Francia, Noruega, Finlandia, Corea del Sur, Reino Unido, Bélgica, Australia o Italia. Por tanto, España ya exhibe, para los estándares internacionales, un elevado grado de igualdad interna de la riqueza gracias a su muy extendido régimen de propiedad inmobiliaria: lo que necesita la economía española no es castigar la acumulación de riqueza (máximo cuando, además, ya es uno de los países europeos que más grava la riqueza), sino facilitar su diversificación hacia otro tipo de activos distintos del inmobiliario (por ejemplo, el mercado bursátil: favoreciendo también con ello que se canalice financiación hacia nuevas empresas y, en consecuencia, que se reconvierta nuestro modelo productivo).
En definitiva, aun cuando la desigualdad de ingresos y de riqueza constituyera un problema social que requiriera de solución política, las recetas de Piketty no encajan en absoluto con la coyuntura española. La desigualdad de renta española se debe al desempleo (de modo que hay que facilitar la creación de empleo, no gravar con nuevos impuestos los salarios), y la desigualdad de riqueza es de las más bajas del mundo de modo que, acaso, lo que se requiere es una diversificación de los activos patrimoniales de los españoles, pero desde luego no nuevos tributos sobre el patrimonio.
Podemos ha escogido a un economista mediáticamente resultón, pero cuyos diagnósticos y prescripciones no sirven para España. Marketing electoral antes que soluciones reales para los ciudadanos. Igualito que la casta.
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