martes, 15 de septiembre de 2015

Las armas no matan

Manuel Llamas sobre la posesión legal de armas, la opinión pública al respecto y los muchos datos importantes que no se tienen en cuenta al hablar de este tema.

Artículo del Instituto Juan de Mariana:

Por desgracia, ya se ha convertido en norma. Siempre que acontece un trágico asesinato múltiple en Estados Unidos resurge el polémico debate sobre la necesidad o no de restringir la posesión de armas, y, curiosamente, no solo entre los norteamericanos, sino incluso a nivel mundial. El presidente estadounidense, Barack Obama, no quiere abandonar su cargo sin aprobar antes una estricta regulación sobre esta materia con el fin de reducir drásticamente el número armas de fuego en circulación, una postura que, cómo no, es aplaudida por una amplia mayoría de europeos y, por supuesto, también españoles. El problema, sin embargo, es que cuando resurge esta cuestión entre la opinión pública se suelen olvidar importantes datos a tener en cuenta.

En primer lugar, que la posesión de armas en Estados Unidos no es ningún capricho y tampoco nace de una ley arbitraria inventada por uno u otro gobierno, sino que es un derecho fundamental, recogido en la Constitución norteamericana. Es decir, no solo es legal, sino que "el derecho del pueblo a poseer y portar armas" está protegido constitucionalmente, lo cual tiene todo el sentido del mundo a poco que se conozca la historia de Estados Unidos y su violento proceso de independencia respecto al imperio británico. Además, cabe recordar que estamos hablando de una de las democracias más antiguas, sólidas y desarrolladas del mundo, de modo que, desde el punto de vista político y legislativo, poco o nada se puede objetar acerca de la legitimidad que tiene el pueblo norteamericano para armarse si así lo desea, más allá del monopolio que en esta materia suele ejercer el Estado en la mayoría de países.

Por otro lado, la relevancia mediática que suelen adquirir los asesinatos múltiples oculta la realidad acerca del elevado nivel de seguridad que disfrutan los estadounidenses. En concreto, Estados Unidos ocupa el puesto 16 de la OCDE en cuanto a seguridad individual, con una nota media de 8,9 puntos sobre un total de 10, a la altura de países con mucha mejor fama en este ámbito, como es el caso de Dinamarca o Alemania, y por encima de España, Francia o la tranquila Suiza, por poner tan sólo algunos ejemplos. En Estados Unidos, apenas el 1,5% de la población admitió haber sido víctima de un asalto o robo en los últimos doce meses, una de las más bajas del mundo desarrollado e inferior en todo caso al 3,9% de media que presenta la OCDE o el 4,2% de España.

Llegados a este punto, los defensores de prohibir el derecho a las armas se agarran a que la tasa de homicidios que registra Estados Unidos es muy alta, con cerca de 5 asesinatos por cada 100.000 habitantes frente a los 4 de la OCDE o las bajas estadísticas que presentan numerosos países europeos. Y es cierto. Sin embargo, el problema aquí es que se culpa exclusivamente a la posesión legal de armas de dicho fenómeno, cuando son muchos y muy diversos los factores que pueden incidir en el mayor o menor número de homicidios.

Estados Unidos es uno de los países con mayor número de armas entre civiles, con casi 90 por cada 100 habitantes, pero rara vez se tiene en cuenta que Brasil y México son los países de la OCDE con mayor número de homicidios, con 27 y 23 por cada 100.000 habitantes, respectivamente, y, pese a ello, la posesión de armas entre la población civil es muy reducida -8 en el caso de Brasil y 15 en el de México, frente a las 10 que, por ejemplo, presenta España-. Y al revés: países como Suiza y Finlandia, con cerca de 45 armas por cada 100 habitantes, registran tasas de homicidios muy bajas -entre 0,4 y 1,5-. Es decir, la posesión legal de armas no es, en ningún caso, el factor determinante a la hora de explicar el mayor o menor número de asesinatos.

Asimismo, otro dato que, siendo importante, no se suele tener en cuenta es que la tasa de homicidios en Estados Unidos se ha desplomado a la mitad en los últimos 20 años, mientras que la posesión de armas entre la población civil, lejos de frenarse, no ha dejado de aumentar. El número de pistolas en circulación crecido en más de 170 millones desde principios de los años 90 mientras que los crímenes violentos se han reducido a la mitad, incluyendo los asesinatos, según las estadísticas del FBI. Es decir, a mayor número de armas, menos robos, crímenes y asesinatos, desmontando así la principal y única tesis de los prohibicionistas.

Y lo más curioso es que la compra de armas se ha disparado, sobre todo, en los últimos años, bajo la presidencia de Obama, debido, seguramente, al temor de que el Gobierno imponga algún tipo de restricción al ejercicio de este derecho fundamental. Tan sólo en 2013 se estima que unas 16 millones de pistolas entraron en circulación. Otra cifra para la reflexión es que, durante el mandato de Obama, los dos principales fabricantes de armas de Estados Unidos han disparado su valor en Bolsa.

Y todo ello sin tener en cuenta, una vez más, que la inmensa mayoría de tiroteos públicos que recaban la atención mediática a nivel mundial acontecen en lugares donde está prohibido portar armas, como es el caso de colegios, universidades, empresas y otros espacios públicos, ya que es ahí donde el asaltante sabe que los allí presentes están indefensos ante su ataque. Las armas, en definitiva, no matan... Matan las personas, y lo que hay que preguntarse, por tanto, es por qué la población es más violenta en unos países que en otros, no si hay más o menos armas legales en circulación.

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