miércoles, 5 de diciembre de 2018

El mito de que el socialismo funcionaría con buenas personas al frente o si estuvieran ellos mismos

El socialismo real ha fracasado en el 100% de las ocasiones en las que se ha intentado aplicar, no importando la época, la región, la cultura o el grado de desarrollo el país en cuestión. 


Uno de los subterfugios con los que se intenta siempre justificar y dar otra oportunidad al comunismo (lo hacemos también con el nazismo?) es que cada uno de los líderes que lo llevaron a cabo no daba la talla, pero que si estuviera él mismo, o una buena persona (¿pero no era una persona de izquierdas una buena persona en sí, y que si eres de izquierdas no podías ser mala persona, como se escucha a algún líder de la izquierda en España mismo sin caérsele la cara de vergüenza?). 

Es como decía Hayek, y así tituló su última obra (tan necesaria su lectura), "La fatal arrogancia". 

La imagen puede contener: una persona, sonriendo, texto y primer plano


Pero tal afirmación es una contradicción en términos. Incluso si tal persona lo fuera inocentemente al llegar al poder, devendría en mala gente con la aplicación del socialismo, pues implicaría el empleo creciente de la coacción y la violencia para restringir los actos voluntarios y libres de las personas, empleando la violencia para imponer su visión y decisión única de la sociedad acabando (la creación del hombre nuevo, el robo de propiedades y supresión de la propiedad privada, la castración de la naturaleza humana, la erradicación de la libre y mutuamente interacción voluntaria de las personas, la imposión de qué, cuánto, dónde, durante cuánto y por cuánto producir, la generación de enemigos continuos internos y externos para mantener el miedo y evitar revueltas ante la creciente opresión de todo acto voluntario distinto al impuesto por el poder unilateral supremo...) y pisoteando los derechos naturales e individuales de las personas (la persona no es un fin en sí mismo, es un mero medio para un fin colectivo no decidido por sus partes integrantes, sino por su élite, por lo que los derechos de éstos no son importantes, sino sacrificables por el "bien común", incluyendo la propia vida.

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