Aunque se pueden escoger fragmentos de múltiples autores y obras, muestro en este caso un breve fragmento de una de las obras de la filósofa Aynd Rand, en este sentido: "la noción tribal (colectivista) del "bienestar general" ha servido como justificación moral para la mayoría de los sistemas sociales y de todas las tiranías en la historia.
(...) Cuando el "bienestar general" de una sociedad es considerado como algo separado y superior al bienestar individual de sus miembros, significa que el bienestar de algunos hombres tiene prioridad sobre el bienestar de otros, siendo estos últimos consignados al estatus de animales de sacrificio. En tales casos, se asume tácitamente que "el bienestar general" significa "el bienestar de la mayoría" en contra de la minoría o del individuo".
(...) Pero el "bienestar de la mayoría", también, es solo una pretensión y una falsa ilusión: dado que, de hecho, la violación de los derechos de un individuo significa la anulación de todos los derechos, la entrega a la mayoría indefensa, al poder de cualquier pandilla que se proclame a sí misma como "la voz de la sociedad" y proceda a dominar por medio de la fuerza física, hasta que la destrona otra pandilla que utiliza los mismos medios.
(...) Pero si uno empieza por aceptar "el bienestar general" como un axioma y por mirar al bienestar individual como su consecuencia posible pero no necesaria, uno termina con un disparate tan terrible como la Rusia Soviética, un país profesamente dedicado al "bienestar general", donde, con excepción de una pandilla minúscula de gobernantes, toda la población ha vivido en el sufrimiento infrahumano por más de dos generaciones (que serían tres pues la obra data de 1961).
Artículo de Panampost:
“La denominación totalitaria, empero, se orienta a la abolición de la libertad, incluso a la eliminación de la espontaneidad humana en general, y en forma alguna a una restricción de la libertad, por tiránica que sea”.
—Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo
Cuando la “justicia social” rige la acción política, el resultado es totalitarismo. Esta es una advertencia que hizo Friedrich von Hayek y que países como Venezuela viven, o mejor dicho, padecen. Por el término “justicia social”, y otros similares, como interés general, bienestar social o función social de la propiedad privada, el Estado ha redistribuido la riqueza que no produce, sino que producen otros; el Estado, con sus privilegios, actúa en el mercado como otro agente del mismo; el Estado se adueña de los medios de producción.
Como resultado de lo anterior, las personas tienen menos espacios para ejercer sus derechos y libertades, porque lógicamente en la medida en que el Estado actúa, aumenta sus competencias y tamaño, en ese misma medida se reducen nuestros espacios.
La intervención intensa, arbitraria e injustificada del Estado venezolano en nuestros espacios, ha ocurrido desde hace más de 16 años, pero en los últimos tiempos, si es que ello era posible, ha aumentado.
En este sentido, recordemos las recientes medidas económicas que anunció el presidente Maduro:
1) Reforma de la Ley de Precios Justos, a través de la cual cambiarán todos los mecanismos de cálculo de precios y ordenó la publicación de Precio Máximo de Venta al Público (PMVP) para todos los productos y servicios que se comercializan en el país. Recordemos que existe control de precios desde el año 2003. Para ese entonces era sólo para determinados productos y cuando se dictó, en 2011, la Ley de Costos y Precios Justos se estableció de forma general, pero sería el ente regulador el encargado de implementar el control de precios. Con la Ley de 2011 se evidencia la seria pretensión del Gobierno de controlar todas las actividades económicas, desde una gran empresa hasta un humilde el kiosco.
2) Creación del Comando Nacional de Precios Justos, dirigido por el vicepresidente Jorge Arreaza e integrado además por el comandante de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), y el comandante de la Milicia Nacional Bolivariana. Por favor, no olvidemos el detalle del uso de la Fuerza Armada Nacional para verificar el respeto a los precios máximos.
3) Aumento de sanciones por remarcaje de productos con las siguientes advertencias: “Guerra avisada no mata soldado”; “Vamos a una nueva ofensiva. No nos vamos a cansar hasta que ganemos esta batalla por el pueblo. Igualmente estamos elevando las penas de cárcel, porque la ley tiene que volverse implacable”. No podemos dejar de comentar que desde la sanción de la Ley en 2011 ya existían gravosas sanciones y aún así, nos atreveríamos afirmar que desde 2011 se ha agravado la escasez y la inflación en el país.
4) Nueva normativa contra ilícitos cambiarios, porque “todo aquel que fije precios en dólar fantasma o paralelo, que diga utilizar ese dólar sin ningún tipo de respaldo legal, caerá en la nueva normativa”. No cabe duda que con las medidas económicas anunciadas se da un paso más de la fuerte intervención del Estado, que se ampara en frases sin contenido como “por el pueblo”, “justicia social”, “interés general”, etc.
No tengo temor en afirmar que vivimos en un régimen totalitario. Basta con que hagamos un sencillo ejercicio. Repasemos los primeros minutos de todo venezolano cada vez que se levanta para empezar su día.
Tomemos mi caso por ejemplo. Me levanto temprano y como vivo en Caracas es factible que la empresa pública que provee electricidad no falle, pero esto no lo puede decir gran parte del país. Me cepillo los dientes con uno de los varios tubos de pasta de dientes (más de los que normalmente compraba) que compré para estar preparada en caso de escasez, porque ya ha pasado con este producto y con el propio cepillo de dientes. Me baño y me lavo el cabello con un champú que cuesta más de 100% que el champú regulado, que no compro porque no tengo tiempo de hacer cola, no consigo los lugares donde los venden o es de pésima calidad.
Mi desayuno, por ejemplo, que es el mismo desde hace años, y si lo consigo todo, gracias a la inflación de tres dígitos en el país, representa un porcentaje importante de mi sueldo. Este es un ejercicio de los primeros 30 minutos de mi vida, en los que se evidencia la intervención del Estado de forma directa o indirecta en todos los aspectos de esos 30 minutos.
Puedo continuar el ejercicio, y tengan por seguro que aparecerán nuevas manifestaciones del Estado en mi vida. El ejercicio es triste y doloroso, pero lo es aún más si se considera que todavía tengo la apariencia de “decidir”, pero la gran mayoría del país no la tiene.
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