miércoles, 4 de julio de 2018

Cuando las Teorías Conspirativas le Ganan a la Racionalidad

Nicolas Cachanosky responde a las típicas excusas del gobierno de Argentina para llevar a cabo en sus palabras, el "gradualismo", una vez llegaron al poder. 
Esta cuestión del gradualismo (defienden que hay tres opciones, la mejor y única viable y buena, el gradualismo) es aplicada en tantos otros países, como España, solo que su imposibilidad de manipular la política monetaria, en manos del BCE en beneficio propio (aumentando la oferta monetaria y monetizando deuda imprimiendo inflación) y su pertenencia al euro, no teniendo moneda propia que aplique continuas devaluaciones monetarias (que además le ha comprado deuda pública en grandes cantidades para reducir el coste de financiación) le ha salvado del rescate y de acudir a considerables y necesarias reducciones del gasto público (que lo siguen siendo). 
Pero pese a la manipulación y empleo de los análisis sentimentales (en lugar de racionales) para defender ciertas posiciones (continuismo en el error), hay soluciones que no se quieren llevara a cabo, difamando a sus defensores. 

Los últimos meses han traído a superficie la delicada situación económica del país. Dos corridas cambiarias que terminaron con el desplazamiento de las autoridades del Banco Central, pérdida de reservas que llevaron a un apurado llamado al Fondo Monetario Internacional, aumento de tasas de interés, mayores tasas de inflacion, marchas y contramarchas en política económica, cambio de ministros, etc. Por más que desde Cambiemos hablen de meros sobresaltos, lo cierto es que el cuadro es claramente de crisis. También es cierto que esta situación se venía avisando desde hace tiempo.
Es normal que en un contexto de estas características surjan varias interpretaciones. También es normal que algunas de esas interpretaciones se dejen atraer por explicaciones que apelan más a las emociones que a la racionalidad. Populares e inmortales mitos se transmiten sin mayores fundamentos que el apelar a lo que emocialmente se cree debe ser correcto. Las explicaciones emocionales son más sencillas que las racionales. Son también un caldo de cultivo de mitos y falsedades. La reciente columna de Jorge Fernández Díaz es un buen ejemplo de este tipo de sesgos.
La columna parte de una tesis errada que se ha vuelto doctrina indiscutible en el gobierno así como en gran parte de la sociedad Argentina. Esta tesis sostiene que al asumir el gobierno había sólo tres alternativas:
  1. Seguir adelante y terminar como Venezuela
  2. Hacer una sangrienta política monetarista de shock y volar por los aires
  3. Ejecutar un programa gradual y rogar que las condiciones climáticas de mercado le permitieran llegar a la otra orilla
En otras palabras, es el gradualismo o no es nada. El error se encuentra en el punto 2. La doctrina consiste en creer que shock implica, necesariamente, un ajuste social. Nada menos que “sangriento” en las palabras de Fernández Díaz. El problema es que este punto es facticamente incorrecto. Existen casos históricos de shock sin costos sociales. Quizás el ejemplo más emblemático sea el de los países de la ex Unión Soviética. Estos países satélite han aplicado reformas de distinta profundad y velocidad. Partiendo de una situación similar, el resultado es claro. Aquellos países que aplicaron políticas de shock tuvieron un mejor desempeño económico sin mayores costos sociales. Parece que a nadie se la ha ocurrido estudiar tamaño caso para aprender qué y cómo implementar en Argentina.
Lo cierto es que una política de shock puede estar bien diseñada e implementada, o hacerse a las apuradas y terminar siendo mal implementada. Es un error creer que shock es siempre lo segundo, mientras que gradualismo es siempre lo primero. También es un error creer que shock es sinónimo de corte brutal de gasto público de la noche a la mañana. A veces parece ser que los críticos del shock no se han detenido a leer en qué consisten de hecho las propuestas de shock, mucho menos en estudiar casos históricos como los mencionados en el párrafo anterior. De la columna de Fernandez Díaz se desprende que el problema no son los errores del gradualismo, sino esos molestos economistas neoliberales ortodoxos (como él los llama), y sus voceros, que alertan sobre los problemas a venir y terminan siendo funcionales al peronismo. El problema no es la politica económica del gobierno, el problema son los economistas. El problema no es el paciente sedentario con una mala dieta. El problema es el médico que alerta los peligros. Sin embargo, es el médico a quien hay que desenmascarar de sus ocultas intenciones. Fernández Díaz hace una curiosa correlación entre shock y dictaduras o golpes militares. No debe haber tenido en mente a Martínez de Hoz y su defensa del gradualismo durante la última dictadura militar.
El probema también es el mercado, que en lugar de ser un orden espontáneo de incontables interaccciones entre individuos, parece ser una persona o un ente con objetivos determinados. Por ejemplo, no es que una politica inconsistente eventualmente produce costos, sino que es el mercado quien pone en aprietos al gobierno. No es mi mala dieta la que me produce problemas, es el colesterol que complota en mi contra. Vale recordar también, que Argentina es una de las economías más reguladas (y aisladas) del mundo.
Las criticas al gradualismo se han enfocado en dos puntos. En primer lugar, al no haber un plan económico, la política de gradualismo sólo posterga y agranda los problemas a resolver. En segundo lugar, el gradualismo es demasiado lento, lamentablmente no hay tiempo. Es cierto que el kirchnerismo dejó una bomba de tiempo. El problema es que el gradualismo de Cambiemos es más lento que la cuenta regresiva. No hace falta, por lo tanto, como sugiere Fernández Díaz “rogar que las condiciones climáticas de mercado” nos permitiesen llegar a orilla sanos y salvos. Existe la cuarta opcion dejada de lado: Implementar un plan consistente (el mal llamado shock sangriento) que permita cambiar rumbo de una buena vez. El defensor del gradualismo parece tener la falsa ilusión de sostener que dado que el shock no es viable, entonces el gradualismo ha de ser viable.
Sin embargo, de alguna manera Fernández Días ofrece la lectura inversa. Los críticos del gradualismo son en verdad personas a desenmascarar que sólo buscan agrandar la crisis. Es, lamentablemente, una estrategia demasiado común. En lugar de lidiar con la crítica del oponente, se lo cuestiona moralmente al sostener que en verdad tiene objetivos moralmente cuestionables. Esta estrategia se protege, convenientemente, con un envoltorio de teoría conspirativa. De esta manera, cualquier cosa que el oponente sostenga no hace más sumarse a la evidencia de la conspiración.
No parece ser una tesis a considerar que los críticos del gradualismo interpretan la situacion de otra manera. ¿Será posible, quizás, que los críticos del gradualismo vean que estos planes suelen fallar y entonces se termina aplicando un shock a las apuradas, mal diseñado, y mal implementado? ¿No será posible que la mala prensa que el shock tiene en Argentina se deba a los crónicos fracasos del gradualismo?
Argentina está transcurriendo una seria situación económica. La sociedad, y el gobierno en particular, debería escuchar más, y dejar de lado el voluntarismo y dar más cabida a un análisis más racional y menos emocional.

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