viernes, 20 de julio de 2018

Vale más un buen titular que la verdad

Cuca Casado analiza la situación y evolución (y consecuencias) de la publicación de noticias en los medios de comunicación. 
Artículo de Disidentia:
El Centro de Investigación de Comunicación de Masas de la Universidad de Leicester (Reino Unido) se pregunta si los medios de comunicación social deben ser considerados como síntoma o como causa de violencia. Todo hace pensar que el problema entre la influencia de los medios y la violencia queda mal definido y no se comprende. Por ello, el problema ha de ser analizado en relación con otras instituciones y en los marcos sociales, políticos y económicos establecidos.

Charles Tilly, en su obra Violencia Colectiva, señaló que históricamente la violencia colectiva es algo que surge regularmente en los procesos políticos centrales de los países occidentales. Quienes tratan de dominar, conservar o modificar los instrumentos de poder permanentemente utilizan esta violencia, como simple arma de su lucha. Así, los oprimidos combaten en nombre de la justicia, los privilegiados en nombre del orden y las clases medias en nombre del miedo.

En ese marco, los medios de comunicación, junto con otras instituciones como la educativa, desempeñan un papel vital en el proceso de legitimación de mucho de lo que hoy aceptamos. Sin embargo, la crítica de los medios es muy selectiva, pues no condenan todas las formas de violencia por igual. Como tampoco tratan con rigor, la mayoría de las veces, los sucesos acontecidos. Aun así, no hay acuerdo entre los investigadores y las diferentes disciplinas a la hora de concluir si los medios de comunicación son una fuente de conductas violentas.

Los medios legitiman el statu quo

En Reino Unido, J. D. HalloranR. L. Brown y D. C. Chaney llevaron a cabo un estudio sobre la delincuencia y la televisión en el que concluían que la naturaleza de los programas vistos por los delincuentes no difería de los no delincuentes. Habiendo apenas diferencias en cuanto a las preferencias televisivas entre adolescentes agresivos y no agresivos. Ya entonces, sugerían que los medios no son la única causa de la conducta violenta.
Por su parte, G. Comstock en The evidence of television violence evaluó si la televisión contribuye a una mayor agresividad en los espectadores jóvenes, concluyendo de forma similar a sus otros compañeros, que los datos no nos dicen nada sobre el grado de perjuicio social que cabe atribuir a la televisión. G. Gerbner y L. Gross (teóricos sobre la comunicación) desarrollaron La teoría del cultivo y afirmaban que la televisión (“religión oficial del orden industrial”) parece cultivar los supuestos que se ajustan a los mitos socialmente admitidos.
No es cuestión de eximir de responsabilidades a los medios de comunicación. Sin embargo, hoy día, determinadas representaciones de la violencia pueden tener mayor repercusión que otras. Pues hay quienes consideran que la cultura, transmitida por los medios, desempeña un papel vital en la conformación de nuestros valores y conducta.

Los medios contribuyen a establecer el orden del día sociopolítico, comunicando perspectivas, soluciones, relacionando grupos con determinados valores, etc. En definitiva, legitiman o justifican el statu quo. Pero no actúan aisladamente. Se fragua una velada alianza entre informadores y políticos para manipular a la opinión pública.

Entonces, ¿qué es noticia?

Cabe preguntarse si los medios de comunicación crean “hechos” nuevos al convertir en noticia algo que no lo es. En general, la forma en que comunican e informan, es imposible colocar todo en un contexto significativo o dar un tratamiento óptimo.
Pero también es frecuente que se ocupen de casos extremos o incurran en exageraciones, sensacionalismo y estereotipos, conduciendo al público a etiquetar y asociar comportamientos concretos a determinados grupos e incluso posiblemente a aceptar la violencia como medio legítimo para resolver problemas en un determinado momento. Es evidente que la plasmación de las violencias, en los medios de comunicación, es un elemento fundamental en la situación social, no solo por lo que muestran sino también por lo que silencian, desvían, manipulan y ocultan.
La manera en que los medios exponen la información ha cambiado, se ha adaptado a la forma en que las personas la consumen: la opinión pública hoy accede libre y gratuitamente a casi cualquier medio y principalmente a través de las Redes Sociales. Además, las noticias se actualizan constantemente. Es la denominada era de la digitalización, que abarca desde los algoritmos para almacenar datos hasta los mismos procesos de comunicación que se valen de la Red.

Una guerra de clicks

Esta digitalización ha modificado tanto la forma en la que se trata la información, como la forma en la que se gestiona la publicidad. Apenas la gente compra un periódico en papel y eso conduce a los medios a depender exclusivamente de la publicidad y de las subvenciones. Por ello, el éxito de los medios va a depender de los clicks. Es decir, se paga al cliquear en una noticia o tweet y además aumenta la ganancia por cada mil visualizaciones.

Así vivimos toda una guerra de clicks: cuanto más sensacionalista sea el titular y cuanto antes se actualicen las noticias (y resulten menos contrastadas) se obtienen más clicks. Y claro, a más clicks, más ingresos publicitarios. Sin olvidar que quienes dan las subvenciones tienen una influencia en los contenidos a publicar y cómo.
Por ello, los medios, en lugar de apostar por la veracidad de los hechos e informar asépticamente incurren en sensacionalismos alrededor de la historia. En lugar de hacer uso de las diferentes guías de recomendaciones que disponen para abordar los sucesos (suicidios o violencia de género, por ejemplo) optan por el morbo y divulgan noticias alarmistas en relación a estos.
Para ser más explícita tomaré de ejemplo un hilo de un usuario de Twitter en el que relató cómo los medios de comunicación manipulan y entran en esa guerra de clicks. En su hilo, Paleofreak, relataba un suceso en el que un hombre (herido grave) mató a su esposa y del que todos los medios se hicieron eco. Automáticamente los diferentes medios de comunicación lo catalogaron de “asesinato por violencia machista”. Las redes sociales “ardieron” y se “viralizó” la noticia. Partidos políticos, asociaciones, sindicatos, instituciones públicas y movimiento feminista hicieron minutos de silencio en protesta.

Sin embargo, no estaba tan claro que fuese un asesinato. El hombre fue a prisión y posteriormente se demostró que la mujer lo atacó mientras dormía, quedando él en libertad. Pero la imagen de ese hombre ya estaba más que dañada por todas las noticias que de forma irrespetuosa y que con poca (nada) profesionalidad trataron el suceso. ¿Acaso alguien se disculpó con ese hombre? Lo dudo, pues los medios viven de la agitación, de convertir a las personas en masas divididas, a favor o en contra. Viven de conseguir visitas a través de titulares con gancho, para generar así más visitas. Es lo que se denomina “clickbait” (cebo de clicks).
De este modo, medios de comunicación y redes sociales avivan el ambiente crispado, alimentan a las turbas, para así garantizar que se sigan abriendo sus enlaces a las noticias y que se compartan las noticias sin leer la mayor parte de las veces. No comprueban los datos, no comprenden los conceptos y confunden habitualmente correlación y causalidad. Ni que hablar de las estadísticas que hablan de ellas sin contextualizarlas y mucho menos sin contrastarlas.
Así en una marea de sesgos y disonancias cognitivas, generan un manipulado debate social. Todo resultado de la época digital que, como bien expone Byung-Chul Han en su ensayo “En el enjambre”, totaliza lo aditivo, el contar y lo numerable. Incluso se cuenta los “me gusta”. De este modo, pierde toda importancia lo narrativo, porque todo se hace numerable para poder transformarlo en el lenguaje del rendimiento y de la eficiencia.

Un nuevo Mundo Feliz

Esta era digital está produciendo un estado de embotamiento, nuevas formas de alienación y un tipo de comunicación que se mueve a base de flujos de halago o descalificación, por medio de los clicks y los “me gusta”, que impiden una reflexión serena de los acontecimientos y empobrece los discursos. No importa la verdad, la realidad, lo certero. Importa la audiencia y todo vale para generarla. Y ese flujo de comunicación se extiende a las cadenas de televisión, emisoras de radio y periódicos, que ven que es un contenido rentable y también lo explotan. Así cada vez tienen más cobertura determinadas “noticias” hasta que sólo se habla de ellas.

Sino, preguntaros de qué estamos hablando estos días. Por ejemplo, ¿por qué en España se habla tanto del famoso caso de La Manada y no de otros casos similares? Porque ya se han encargado los diferentes medios de comunicación de meter en nuestras casas esa noticia y no hemos sido tampoco capaces de obviar tal espectáculo. Estamos al día y somos los que les pagamos las costas de cobertura. Nos hemos implicado y hasta nos hemos polarizado, mientras los medios hacen caja.
Así, vivimos en un clima de irritación constante en el que los medios de comunicación, junto con las redes sociales, han generado un nuevo tipo de censura de la realidad. Empujados por la sed de reconocimiento, los usuarios también somos partícipes de este relativismo de la verdad. Si reaccionamos rápido puede que aun estemos a tiempo de evitar que este espacio de libertad se convierta en una nueva forma de dominación: un nuevo Mundo feliz.

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