Carlos Rodríguez Braun analiza las tan extendidas (y que demuestran su ignorancia económica y las consecuencias de llevarlas a la práctica) ideas proteccionistas de Teresa Rodríguez (Podemos).
Artículo de Libre Mercado:
EFE
La destacada líder política andaluza abrió hace unos meses una bolsa de pipas y tuiteó:
Hubo muchas burlas en las redes, porque escribió inicialmente "embasan", siendo profesora de lengua castellana, aunque rápidamente lo corrigió. Sin embargo, aquí lo interesante no es solamente el lenguaje, también la economía. En efecto, la señora Rodríguez había incurrido en la más antigua de las falacias mercantilistas, a saber, la condena a la compra de bienes que no han sido elaborados en el lugar donde son adquiridos. Mi amigo y coautor Juan Ramón Rallo lo denunció raudo e irónico, también en Twitter:
En efecto, doña Teresa estaba repitiendo el discurso de Donald Trump, lo que muestra una vez más las concomitancias de los antiliberales de cualquier laya. Pero siendo, como es, una señora muy inteligente, la pregunta que cabe formularse es: ¿por qué soltó una estupidez semejante? Sospecho que tiene que ver con el sentido común, con creer que las cosas son lo que parecen, y con ignorar los costes.
Parece que lo que ha pensado doña Teresa es que si las pipas se cultivaran en Cádiz, y se envasaran también allí, entonces comprar pipas gaditanas estaría relacionado con un nivel de riqueza y empleo mayor en Cádiz, frente a la opción de que el cultivo y el envase se efectúen fuera de allí. Como en Cádiz hay mucho paro, la distinguida política de izquierdas podría defender su idea de que el cultivo de pipas en China y su envase en Valencia es algo que "no funciona". De hecho, es un razonamiento que comparte doña Teresa con, entre otros, los comunistas y los fascistas, siempre enemigos del libre comercio y partidarios de las industrias y actividades nacionales o locales frente a las exteriores o extranjeras.
Pero se trata de un error, y para comprenderlo hay que ir más allá de las apariencias y preguntarse por algo clamorosamente ausente en la reflexión de la señora Rodríguez, y siempre ausente en el discurso de los proteccionistas de todos los partidos, a saber, los costes.
Si las pipas son cultivadas en China y envasadas en Valencia, y no en Cádiz, es porque resultan así más baratas. Visto desde el ángulo contrario, si doña Teresa y sus socios izquierdistas limitasen o prohibiesen la venta en Cádiz de pipas cultivadas y elaboradas fuera de allí, la consecuencia sería que disminuiría el consumo de pipas, o quizá prácticamente desaparecería, porque su precio sería mucho más elevado que el actual, o sería infinito, si los progresistas consiguieran prohibir la venta de pipas foráneas. Doña Teresa Rodríguez podría pensar en qué ventajas tendrían las trabajadoras gaditanas en esos escenarios. ¿Qué sería lo que funcionaría entonces?
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