Eli Cohen se hace eco de la evidencia científica de la obsesión y trato parcial e hipócrita de la ONU con Israel.
Artículo de Elmed.io:
Ban Ki Moon termina a final de año su mandato al frente de las Naciones Unidas, y le sustituirá el portugués Alfonso Guterres, ex primer ministro de su país, hasta ahora Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados e histórico líder socialista. Guterres se enfrentará a partir del 1 de enero de 2017 a grandes e importantes desafíos como nuevo secretario general, es cierto, pero algo con lo que también debería lidiar es con la enfermiza obsesión que tienen muchos organismos de la ONU con Israel.
Esta obsesión ha sido constatada hasta científicamente. Recientes estudios académicos han demostrado que la fijación con Israel es también peligrosa, porque, además de demonizar a la única democracia de Oriente Medio, la ONU ignora otras situaciones complejas que deben estar bajo su lupa y vigilancia.
Eugene Kontorovich, profesor de la Facultad de Derecho de Northwestern University, ha elaborado un informe, titulado Pendiente de resolver: un estudio global de los asentamientos en los territorios ocupados, que delinea la situación jurídica de los asentamientos israelíes en Cisjordania y, utilizando un software analítico, muestra la obsesión con Israel en los últimos 50 años de muchos organismos de la ONU, especialmente la Asamblea General.
Al examinar el lenguaje jurídico utilizado en las resoluciones de la ONU contra Israel, y compararlo con el lenguaje y el tono utilizado en otras ocho situaciones similares que implican ocupación beligerante y establecimiento de asentamientos, las cifras hablan por sí solas. Desde 1967, como revela Kontorovich, Israel es denominado “potencia ocupante” 530 veces en resoluciones de la Asamblea General. Sin embargo, en siete casos importantes de pasadas o presentes ocupaciones militares prolongadas (Indonesia en Timor Oriental, Turquía en el norte de Chipre, Marruecos en el Sáhara Occidental, Vietnam en Camboya, Armenia en Azerbaiyán y Rusia en Crimea y Georgia), el número de veces que se denomina a estos países “potencias ocupantes” es cero. Además, las resoluciones de la Asamblea General de la ONU se han referido a los territorios palestinos como “ocupados” 2.342 veces, mientras que los territorios indicados anteriormente sólo han sido calificados como “ocupados”, todos ellos, sólo en 16 ocasiones.
La evidencia es clara sobre el uso sesgado del lenguaje y sobre el tono contra Israel. Sin embargo, el estudio de Kontorovich también pone de relieve dos hechos reveladores sobre las normas aplicadas por la ONU sobre la situación jurídica de los asentamientos israelíes en Cisjordania.
El primero de ellos está relacionado con la palabra asentamiento. La ONU sólo utiliza esta palabra en sus resoluciones sobre Israel, mientras que nunca la ha utilizado en otras resoluciones contra países con colonos en territorios considerados ocupados. El segundo se refiere el artículo 49.6 de la Cuarta Convención de Ginebra, que establece que “la Potencia ocupante no podrá efectuar la evacuación o el traslado de su propia población civil al territorio que ocupa”. Este artículo sólo ha sido invocado por la ONU contra Israel; nunca contra Marruecos, Turquía, Indonesia, Rusia, China o Vietnam.
La fijación con Israel también ha sido evidente en el Consejo de Derechos Humanos, que ha emitido 61 condenas a Israel desde 2006 hasta 2015, mientras que las condenas contra todos los demás países del mundo combinados fueron 55 (en el mismo periodo, Siria fue objeto de 15, Corea del Norte de 8, Irán de 5 y Rusia de 0). La fijación continúa: el pasado 24 de marzo, en sólo un día, el Consejo de Derechos Humanos aprobó cinco resoluciones de condena a Israel.
Los hallazgos de Kontorovich y la desproporción del Consejo de Derechos Humanos son parte de una realidad innegable: la ONU ha desarrollado una narrativa injusta e hipócrita sobre Israel. La verdad incómoda es que los organismos de la ONU se han centrado en la demonización de Israel y han ignorado otras situaciones que implican condiciones similares (asentamientos, ocupación, disputa de territorios, etc.) y otras mucho peores en lo que a violación de soberanía nacional y derechos humanos se refiere. A este respecto, Benjamín Netanyahu señaló en su último discurso ante la Asamblea General algo totalmente cierto:
El sesgo obsesivo contra Israel significa [que queda] mucho menos tiempo para abordar los problemas de la guerra, la pobreza o el cambio climático.
No sabemos si Gutierres se empleará a fondo en este asunto. Lo que sí sabemos es que si esta situación persiste, el prestigio de la ONU y la confianza que genera como representante de los pueblos del mundo seguirá deteriorándose.
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