lunes, 21 de noviembre de 2016

¿Cuánto hay que boicotear a Israel?

Elliott Abrams sobre el interesado y parcial "debate" creado sobre el boicot a Israel.
Artículo de Elmed.io:
BDS.
Mientras la atención se desviaba a las elecciones estadounidenses, se produjo un virulento debate entre los antiisraelíes. Sobre los parámetros exactos en que debe llevarse a cabo el por supuesto esencial boicot a Israel. Y tuvo lugar, muy apropiadamente, en las páginas de The New York Review of Books, donde el único debate que merece la pena mantener es sobre cuánto se debe vapulear y boicotear a Israel.
Primero llegó un grupo de unos 300 intelectuales, profesores y demás, entre los que se contaban personas que quieren que se las conozca por su amor a Israel, como Peter Beinart, Daniel Ellsberg, Todd Gitlin y Michael Kazin. Lo que sigue es su texto íntegro:
Los abajo firmantes nos oponemos a un boicot económico, político o cultural del propio Israel delimitado por las fronteras del 4 de junio de 1967. Consideramos que la llamada Línea Verde, definida por el armisticio de 1949, debería ser el punto de partida para las negociaciones entre las partes israelí y palestina sobre las futuras fronteras entre los dos Estados. Para promover dichas negociaciones, pedimos un boicot selectivo de todos los productos y servicios de todos los asentamientos israelíes en los Territorios Ocupados, y de cualquier inversión que promueva la Ocupación, hasta el momento en que se negocie un acuerdo de paz entre el Gobierno israelí y la Autoridad Palestina.
También pedimos al Gobierno de EEUU que excluya a los asentamientos de los beneficios comerciales acordados con empresas israelíes, y que elimine a las entidades israelíes presentes en la Margen Occidental las exenciones fiscales que el Servicio de Impuestos Internos concede actualmente a las organizaciones sin ánimo de lucro estadounidenses exentas de tributación. Los objetivos de nuestra petición son todas las entidades comerciales y residenciales patrocinadas por Israel y ubicadas fuera de la Línea Verde de 1949. Esperamos que los boicots selectivos y los cambios producidos en la política estadounidense [con relación a] los asentamientos israelíes en los Territorios Ocupados animen a todas las partes a negociar una solución de dos Estados para este largo conflicto.
Lo primero que se puede decir sobre esta petición después de la aplastante victoria de Trump el pasado día 9 es: “Mucha suerte, amigos”. Pero hay bastante más que decir.
Nótese el lenguaje tramposo de la carta, de gente que sin duda cree que están entre la más honorable y ética de la Tierra. En una ocasión se refieren a “las entidades en la Margen Occidental”. Pero en el resto de la misiva se refieren al Israel “delimitado por las fronteras del 4 de junio de 1967”, a los “Territorios Ocupados” y a los lugares de “fuera de la Línea Verde de 1949”. La diferencia entre esas últimas fórmulas y “la Margen Occidental” es enorme: se trata de Jerusalén. Leída de manera imparcial, la carta pide boicotear los productos y servicios de Jerusalén Este, incluido el viejo Barrio Judío. Pide suprimir las exenciones fiscales para cualquier organización benéfica que, por ejemplo, envíe dinero al Muro de los Lamentos, a una sinagoga de la Ciudad Vieja, a una excavación arqueológica en la Ciudad de David o a cualquier otro lugar de lo que fue el Jerusalén ocupado por Jordania.
Pero, por supuesto, todos ellos son pro Israel, verán: se oponen a un “boicot económico, político o cultural del propio Israel”. Hay un pequeño problema: su versión del “propio Israel” no incluye su capital histórica y política, Jerusalén.
Hay otro punto clave. En él, y en la aparente visión del mundo que tienen sus firmantes, no hay palestinos, o al menos no hay palestinos adultos que puedan actuar, que sean capaces de tomar decisiones. Su intención es que el boicot se mantenga sólo hasta el momento en que “se negocie un acuerdo de paz entre el Gobierno israelí y la Autoridad Palestina” y haya una “solución de dos Estados a este largo conflicto”. ¿Y si no hay solución, ni acuerdo de paz, porque los palestinos no quieren negociar? ¿Y si no se sientan a la mesa? ¿Y si exigen que cinco millones de palestinos tengan “derecho al retorno” para trasladarse a Israel? Esos detalles no suponen un problema para los firmantes. Si no hay paz, habrá que echar la culpa a Israel y castigarlo. Punto.
La carta sugiere que un boicot podría “ayudar a persuadir al electorado israelí para que rechace la costosa y errada iniciativa de los asentamientos y se tome en serio una solución de dos Estados”. ¿Y si hacemos que los palestinos “se tomen en serio una solución de dos Estados”? No parece que en ningún momento se cruce ese pensamiento a los autores de la carta. Por lo menos nos ahorran las referencias al “electorado palestino”, muy prudentemente, ya que las últimas elecciones palestinas se celebraron en 2006.
Pero su postura es, para muchos otros intelectuales, sorprendentemente débil. Roza, en fin, ¡el sionismo! Así que hubo otro puñado que envió una respuesta a la NYRB. Iba firmada por Angela Davis, Richard Falk, Rashid Jalidi, Alice Walker y otros 120 nombres, y posee una gran virtud: nada de sandeces tipo “nos mueve más la pena que la ira”, ni pretensiones sobre la necesidad de destruir Israel, o al menos perjudicarlo, para salvarlo. No tienen la menor intención de salvarlo. “Al omitir otras graves infracciones contra el derecho internacional cometidas por Israel”, dicen, “el comunicado no pasa el test moral de la coherencia”. ¡Ahí le han dado!, como solía decir Angela en los viejos tiempos. “La sociedad civil palestina ha pedido Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) contra todas las entidades, israelíes o internacionales, que son cómplices en la negación de los derechos de los palestinos en todas partes”. Todas las entidades, en todas partes: ese es el espíritu.
Ver a Angela Davis y a Richard Falk debatir con Daniel Ellsberg y Todd Gitlin mientras Estados Unidos elige a Donald Trump tiene su parte entretenida: la Nueva Izquierda de los años 60, que ahora tiene bastante de Vieja Izquierda, se está desmoronando, al igual que el Partido Demócrata. Presumiblemente, algunos de esos progres pensaron que pronto podrían utilizar estos argumentos –su carta llevaba fecha de 13 de octubre– con sus amigos y colegas en la Administración Clinton. Pero, al igual que el israelí, que sigue votando a Benjamín Netanyahu, el electorado estadounidense les ha decepcionado: ha votado por un presidente y un Congreso que quieren unas relaciones mucho más estrechas con Israel¿Qué tal boicotear a los estados que votaron por Trump? Quizás Angela y Todd puedan debatir sobre eso la próxima vez.

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