jueves, 24 de noviembre de 2016

Más exportaciones, más crecimiento

Juan Rallo analiza el crecimiento actual de la economía española, derivado del crecimiento de las exportaciones, exponiendo cómo lograr de que esta pujanza se mantenga y no se debilite.

Artículo de su página personal: 
Más exportaciones, más crecimiento
La salud de la economía española es directamente proporcional a la salud de su sector exportador. No tendría por qué ser necesariamente así, dado que un país puede desarrollarse y prosperar sin necesidad de vender mucho más al exterior, pero las peculiares circunstancias que rodean a nuestra economía —muy en especial, su gigantesca acumulación de deuda externa que sólo puede saldarse con más exportaciones netas— obligan a que en la práctica sí lo sea.
Por consiguiente, cuanto mejor les vaya a nuestras exportaciones, mejor le irá al conjunto de la economía: por eso, 2016 está siendo un muy buen año tanto para el sector exportador como para el resto de sectores productivos. Nuestra economía crece como en los años previos a la crisis y nuestras exportaciones lo hacen al segundo mayor ritmo de Europa. No es casualidad: sin lo uno no alcanzaríamos lo otro. Y así seguirá siendo en el futuro: la buena salud de nuestra economía dependerá de la pujanza de nuestro sector exportador.
¿Cómo lograr que esta pujanza se mantenga y no comience a flaquear? Pues, en esencia, reforzando las bases de la competitividad de nuestras empresas: flexibilidad interna a la hora de organizar —y reorganizar— sus modelos de negocio y bajos impuestos para que puedan reinvertir sus ganancias en seguir incrementando su productividad. O dicho de otra manera, minimizar los costes de producción superfluos —como las trabas burocráticas o los obstáculos normativos a la gestión empresarial— y maximizar los recursos en manos de las empresas. La primera rúbrica de esta receta fue, en parte, implementada a través de la reforma laboral de 2012 —disminuir el corsé laboral que encarecía enormemente cualquier reestructuración corporativa—; la segunda parte, por desgracia, no ha sido puesta en práctica durante los últimos años y, además, todo apunta a que continuará sin serlo —ayer mismo, el ministro De Guindos auguraba un nuevo incremento del Impuesto sobre Sociedades para paliar el déficit público—.
Y, sin embargo, sólo con mayor libertad económica y con menores impuestos —es decir, sólo permitiendo que aparezcan nuevas oportunidades de negocio y que las empresas las aprovechen con la financiación interna que sean capaces de generar—, seremos capaces de completar el cambio de modelo productivo de nuestra economía. Un cambio que, por primera vez en nuestra historia reciente, deberá mirar sí o sí hacia el exterior —y no hacia nuestro ombligo consumista— para poder continuar amortizando nuestra deuda exterior y, por tanto, mejorar la solvencia del conjunto de nuestra economía. Los buenos datos de exportaciones no deberían servir como excusa para poner freno a las reformas: más bien, deberían ser la constatación de que, por muy pocas medidas sensatas que se aprueben, los resultados pueden terminar siendo verdaderamente sensacionales.

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