Eduardo Fort analiza Corea del Norte y la eterna simpatía de la izquierda hacia el régimen. Por supuesto, si no fuera un régimen comunista, nada de esto se daría...
Artículo de Disidentia:
Desde la consolidación del socialismo (en sus diversas variantes, diría Friedrich Von Hayek) como ideología dominante, la izquierda ha recibido la compasión y la comprensión de la mayoría de los medios de comunicación y la intelectualidad. Dictadores y autócratas comunistas, pero de diverso pelaje, se convirtieron en objeto de devoción y admiración por parte de la intelectualidad progresista occidental. En ese sentido, déspotas como el georgiano Iósif Stalin, el chino Mao Zedong, el camboyano Pol Pot, el libio Muammar Gadafi, el etíope Mengistu Haile Mariam o (en nuestros días) el nicaragüense Daniel Ortega, se convirtieron, dependiendo de la época, en valerosos próceres de la libertad cuyas picardías se ven con agrado y simpatía, aunque hubieran ascendido al firmamento sobre una montaña de cadáveres.
La nueva (y grotesca) estrella del firmamento progresista de nuestros días es el líder norcoreano Kim Jong Un, protagonista de chistes, memes y videos en YouTube. Para entender lo alucinante de esta aberración, conviene hacer un poco de Historia.
El 27 de marzo de 2010, el Gobierno de la República de Corea (popularmente conocida como “Corea del Sur”) anunciaba que el Cheonan, un buque militar con una dotación de 104 tripulantes, había sido hundido por un torpedo lanzado desde un submarino norcoreano cuando se encontraba en aguas territoriales surcoreanas. Este hecho fue un capítulo más del trágico culebrón protagonizado por los dos Estados que reclaman para sí el nombre de Corea. Sistema estalinista represivo y cerrado por un lado, democracia parlamentaria y capitalista por el otro: entender el fenómeno que representa Corea del Norte es dar un paso más hacia la comprensión de las vicisitudes del posmodernismo ideológico (y la esperpéntica deriva de cierta izquierda) del siglo XXI. Hablemos, entonces, de Corea del Norte, el El Reino Ermitaño.
La República Popular Democrática de Corea –tal es su nombre oficial– está ubicada en la Península de Corea, en el sudeste asiático, y ocupa 120.538 kilómetros cuadrados. Tiene frontera con China, Rusia y Corea del Sur. Con unos veintitrés millones de habitantes, la esperanza de vida del país alcanza los 64 años. Los norcoreanos practican el budismo, el confucianismo y el chondogyo (una variante coreana del sintoísmo). Aunque la práctica religiosa está prohibida de facto, el Estado patrocina una serie de pseudorreligiones oficiales con la finalidad de mantener las apariencias, de cara al exterior.
En cuanto al aspecto económico, acá empieza lo grotesco. La economía norcoreana está cerrada al exterior. Con escasas exportaciones y aún más escasas importaciones, el PIB per cápita de Corea del Norte apenas alcanza los 1.900 dólares. Su moneda, el won (dividido en 100 chons), no es una divisa presente en el mercado internacional. Un dólar estadounidense equivale, al cambio oficial, a 900 wons.
El Reino de Corea (cuya existencia comprobable se remonta al año 2333 a. C.) fue uno de los Estados más poderosos de la Antigüedad en el Lejano Oriente. Celosamente independientes, aguerridos y belicosos, los coreanos se defendieron a capa y espada de los intentos japoneses por ocupar su territorio. Ya en el siglo XX, en 1905, el Ejército Imperial invadió Corea como colofón de la Guerra Ruso-Japonesa. Esta ocupación fue legalizada en 1910, cuando la península pasó a ser parte integrante del Imperio del Sol Naciente.
La resistencia coreana alcanzó su apogeo durante la Segunda Guerra Mundial: entre 1941 y 1945, innumerables grupos guerrilleros combatieron a los japoneses desde el interior del país. El final de la contienda y el posterior reparto del territorio de los vencidos llevado a cabo por los Aliados implicó la partición de Corea: en la zona norte surgió un régimen títere de Moscú, apoyado por Pekín; en la zona sur, un sistema democrático liberal auspiciado y financiado por los Estados Unidos. Esto, como no podía ser de otra manera, explotó en 1950, con la Guerra de Corea.
Técnicamente aún en curso, esta conflagración detonó cuando Corea del Norte decidió invadir el sur. El apoyo de Mao Tse Tung contribuyó a que la ocupación avanzara rápidamente. Por su parte, Seúl solicitó el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas, la cual decidió enviar una fuerza conjunta encabezada por el general estadounidense Douglas MacArthur. El héroe de Guadalcanal hizo retroceder rápidamente a las tropas comunistas y sugirió al presidente Harry Truman la conveniencia de llegar al corazón mismo de la China maoísta, así como el general George Patton había querido llegar hasta Moscú. Temiendo un conflicto nuclear a escala global, Truman desautorizó y, posteriormente, despidió a MacArthur, conjurando así (quizá) la Tercera Guerra Mundial.
La Guerra de Corea fue, junto a su prima la de Vietnam, la escalada militar más grave de la Guerra Fría. Con una paz de facto y un saldo de dos millones de víctimas, dejó como resultado el establecimiento de una zona desmilitarizada en el paralelo 38, una franja de 250 kilómetros de largo por 4 de ancho en, paradójicamente, uno de los puntos más militarizados del planeta. Adicionalmente, la Guerra de Corea dejó un saldo más significativo en muertos y en tragedia: la dictadura de Kim Il Sung (1912-1994), el Eterno Líder, en Corea del Norte.
Pese a sus constantes ataques a la Iglesia Católica, el régimen que gobierna Corea del Norte basa su folclore y sus ritos en los preceptos fundamentales de la Cristiandad. Un ejemplo básico lo encontramos en la santísima trinidad que presidió la dictadura de Kim Jong Il (1941-2011), hijo del anterior: Kim Il Sung es el Padre Fundador, el Presidente Eterno, el Gobernante-Dios.
Considerado una deidad viviente, su obra es, según textos oficiales, la “auténtica Biblia del Pueblo”. La historiografía oficial lo sitúa como el máximo héroe de la guerrilla antijaponesa, aunque (según apuntan diversos historiadores) sólo fue un mediocre dirigente político de segunda línea, elevado por Moscú a la jerarquía de la resistencia, al estilo de lo sucedido en Europa del Este y diversas zonas de influencia soviética. Luego de sentenciar que Corea del Norte es el “Paraíso” bajo su “tutela inmemorial”, la Agencia Estatal de Noticias norcoreana asegura que Kim Il Sung “recorrió 550.000 kilómetros” para visitar y felicitar a los miembros de “18.000 unidades militares”; lo hizo en unas “8.000 ocasiones”. A su paso, “la niebla se disipaba” y “los árboles florecían repentinamente”, y “el sol salía a su llegada”.
Innumerables edificios, instituciones y espacios públicos de Corea del Norte llevan el nombre del Padre Fundador. Entre ellos, cabe mencionar el Estadio Kim Il Sung (con capacidad para 50.000 personas), la Plaza de Kim Il Sung (ubicada en el centro de Pyongyang) y la Universidad Kim Il Sung (obviamente, el centro de altos estudios más importante de Corea del Norte).
Todo Dios tiene su contraparte femenina. En este caso, hablamos de Kim Jong Suk (1917-1949), madre, creadora e inspiradora. La hagiografía oficial quiere que haya combatido fervorosamente a los japoneses, codo a codo junto a su esposo, el Padre Fundador. Entre las leyendas más desopilantes, se cuenta que curó a soldados coreanos sólo con imponerles las manos; preparó pasteles con harina de pino (sic) para las tropas hambrientas, mientras ella se alimentaba con corteza del mismo árbol; no dormía, ya que prefería coser uniformes para los soldados; rompió las líneas japonesas para recuperar un rifle extraviado y, por si todo esto fuera poco, puso en marcha la industria textil de posguerra. Organismos tan importantes como la Liga Femenina del Partido o la Academia Naval Militar llevan su nombre.
¿Y qué sucede, en la mitología oficial, con Kim Jong Il, padre del líder actual? Con él, la fiebre épica del régimen alcanza cotas insuperables. Como muestra, la enseñanza oficial postula que su nacimiento estuvo marcado por dos arco iris y una estrella en pleno día; que puede controlar el clima a voluntad (y así se afirma en la televisión norcoreana); que es un eximio golfista, ya que consigue hoyos en uno a voluntad; que ha compuesto seis óperas relacionadas con la filosofía del régimen; que es un “experto en internet” (?), cuya aparición predijo; que ha escrito diversos guiones relacionados con la Idea Juche y más de 7.000 libros (algunos de los cuales pueden consultarse en la Biblioteca Nacional de España); finalmente, y con tanto tiempo disponible, diseñó la Torre de Juche (una estructura de 170 metros en pleno centro de Pyongyang, que celebra la vigencia de la ideología oficial).
Desde lo meramente ideológico, el errático y caprichoso devenir de la política norcoreana está marcado por dos filosofías base: la Idea Juche y el kimilsungismo. Ambas son intercambiables e indivisibles. Incomprensiblemente, son el eje de una ingente cantidad de obras escritas (sin ir más lejos, y como se dijo anteriormene, la propia Biblioteca Nacional española registra más de 100 títulos relacionados con ambos términos) …que no arrojan demasiada luz sobre la ideología de Kim Il Sung. Extrapolando algunas ideas y desbrozando entre las obras del Líder, los axiomas podrían ser los siguientes: Kim Il Sung es Dios; el Poder es hereditario; el aislamiento es bueno (de hecho, la URSS habría caído por abrirse al mundo exterior); Corea debe ser una y única; la Idea Juche debe propagarse por todo el mundo; Juche es amor (!) y, en pocas palabras, el pluralismo retrasa la transformación de la sociedad, ya que las masas son perfectas en su inmensa sabiduría. Para tal fin, el Ministerio de Educación norcoreano impone 304 horas anuales de estudio de la infancia de Kim Il Sung, Kim Jong Il y Kim Jong Un en las escuelas primarias. Esa cifra prácticamente se duplica en la secundaria: 567 horas, con contenido agregado especial sobre las “actividades revolucionarias” de la saga de líderes. Aparte de los preceptivos juramentos de fidelidad, los escolares deben realizar (diariamente) ejercicios de respiración y recitado de frases de Kim Il Sung y Kim Jong Il. Los desmanes de la dinastía de los Kim a fin de controlar las mentes de los norcoreanos podrían llenar un libro. Como ejemplo determinante, citaremos lo ocurrido con el director de cine Shin Sang Ok y su esposa Choi Eun Hee, ambos surcoreanos.
La pasión de Kim Jong Il por el cine (era uno de los mayores coleccionistas privados de largometrajes: se dice que poseía veinte mil títulos) le llevó a convencer a su padre para que financiara una película que reflejara el triunfo de la Idea Juche por sobre el imperialismo. Obedeciendo órdenes de Kim hijo, miembros del servicio de inteligencia norcoreano secuestraron al director y a su esposa y los obligaron a dirigir un filme delirante. La película, de título Pulgasari, se estrenó en 1985 y narra la siguiente historia: En plena época feudal, un malvado rey coreano es informado de una rebelión campesina gestada en el interior del país. El monarca decide incautarse de todas las herramientas y enseres de acero –incluyendo los utensilios de labranza y cocina– para evitar la fabricación de armas. Luego de restablecer el orden, el Rey decide encarcelar a un viejo herrero, cuya última creación ha sido Pulgasari, un monstruo –sospechosamente parecido al japonés Godzilla o Gojira– que se alimenta de metal. La sangre de la hija del herrero logra insuflar vida a la criatura, la cual encabezará la lucha de los pobres para derrocar a la violenta monarquía. Según el fallecido Kim Jong Il, esto representaba una “metáfora perfecta de la lucha contra la opresión capitalista”. Huelga apuntar que esta película, virtualmente desconocida fuera de Corea del Norte, no recibió atención alguna por parte de la crítica cinematográfica occidental. El director y su esposa pudieron escapar a Estados Unidos en 1986, aprovechando un descuido de la guardia privada de Kim Jong Il, durante un encuentro de empresarios cinematográficos en Viena.
Ahora bien, es necesario explicar qué hay detrás de tanta farsa y delirio. Según el profesor Pierre Rigoulet, investigador del Institut d’Histoire Sociale de París, el régimen norcoreano ha causado la muerte, desde su instalación en 1946, a unos tres millones de personas. El sistema económico norcoreano, planificado y basado en el estalinismo más ortodoxo, es inviable: infinidad de norcoreanos han muerto por hambrunas producidas por cosechas mal planeadas. La industria norcoreana, atrasada y sobreexplotada, no reúne los requisitos mínimos para competir en el mercado internacional. Corea del Norte, poseedora de armas nucleares, es un factor de peligro y desestabilización en el concierto de las naciones. Sólo una población idiotizada y robotizada por la propaganda oficial puede aceptar el statu quo vigente allí (y creer mansamente lo que desde el Poder se le dice). Es necesario un vasto estudio de las técnicas de captación y agit-prop norcoreanas para comprender la realidad de uno de los fenómenos más grotescos del panorama político internacional.
Mientras tanto, como en los ejemplos mencionados al principio y memes
mediante, Occidente justifica, se ríe y se divierte.
mediante, Occidente justifica, se ríe y se divierte.
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