Artículo de Contando Estrelas:
Ayer El País publicó un bochornoso artículo titulado “Declaración de guerra a la estupidez”, firmado por el británico John Carlin, el arquetipo del arrogante periodismo progre.
Insultando a británicos y estadounidenses por no votar como él quería
“La victoria de Trump representó una rebelión contra la razón y la decencia”, afirma este tipo. “Fue el triunfo del racismo, o de la misoginia, o de la estupidez -o de las tres cosas a la vez”, añade, y a continuación habla de “poco juicio y del pésimo gusto de 60 millones de estadounidenses”. La semana pasada, en otro insultante artículo, les llamó “analfabetos políticos”, les acusó de “un acto de criminal irresponsabilidad hacia su propio país” y finalmente tachó a EEUU de “manicomio”. Sólo le faltó pedir la cárcel para todos los votantes de Trump. No es la primera vez. Tras la victoria del “Brexit” en el Reino Unido el pasado mes de junio, Corlin tachó a su propia patria de “país hooligan” y acusó a sus compatriotas de haber hecho una “burrada”. Dos días antes, sin saber cuál sería el resultado del referéndum, Corlin había escrito en El País: “Lo ideal sería que se prohibiese votar en este referéndum a los mayores de 55 años”. Imaginaos la que se habría armado si este energúmeno hubiese dicho lo mismo de musulmanes u homosexuales…
Según Carlin los colombianos se volvieron tontos en una semana
Tras el “no” de los colombianos al humillante pacto entre Santos y los narcoterroristas de las FARC, Carlin les acusó de “ignorancia” e “irresponsabilidad”: “se dejan conducir como vacas al abismo. Con perdón de las vacas, que seguramente demostrarían más sentido común”, dijo el mismo que ahora llama xenófobos a los votantes de Trump. Sólo una semana antes había acusado a Uribe, contrario al pacto, de cometer “una grosera falta de respeto a la inteligencia de los votantes”. Por lo visto, para este señor Colombia se volvió tonta en el breve plazo de una semana. Y es que para Carlin la democracia sólo merece respeto si la gente vota lo que él quiere.
El ‘delito’ de desobedecer los dictados del periodismo progre
Una vez más el periodismo progre demuestra que se cree con derecho a insultar a millones de personas simplemente por no seguir sus dictados. Ese periodismo matón lleva décadas lanzándonos mensajes contra el fanatismo y la intolerancia, mensajes hipócritas que siempre han ido repletos de dosis de fanatismo y de intolerancia hacia el que opina distinto. Ni siquiera ha contenido su dogmatismo ideológico en los momentos más delicados. Basta con recordar que el día después de los ataques del 11-S, Carlin firmó un miserable artículo en El País arremetiendo contra los atacados: “Estados Unidos, en lo que a territorio geográfico se refiere, nunca ha sido un país víctima. Estados Unidos ha atacado a otros países, ha sido el agresor.“ Y antes incluso de que un solo soldado yanqui hubiese plantado sus botas en Afganistán para dar con los responsables de ese ataque, Carlin demonizaba ya a priori el ejercicio de la legítima defensa por parte de los atacados, hablando de la “venganza de los Estados Unidos, desde ya salvaje contra su propia gente”.
Lo que pasa cuando ya te importa un bledo que cualquier Carlin te insulte
Tipos como John Carlin y como otros que hoy conjugan ratos de perplejidad y de furia, aderezados con insultos a los votantes de Trump, son miembros de una aristocracia periodística que se cree acreedora del derecho a dictarnos lo que hemos de pensar por el mero hecho de creerse ideológicamente superior al resto de la sociedad. Eso de intentar convencer a la gente con argumentos deben reservárselo a sus colegas de la ultraizquierda, porque con el resto, como podemos ver, sólo se entienden a base de insultos. El problema de esa aristocracia periodística es su cada vez mayor alejamiento de la realidad. Cuando el americano de a pie padece la delincuencia que va de la mano de la inmigración ilegal; cuando se ve agredido en su libertades a manos de los adalides de la ideología de género; cuando ve que la izquierda le saquea fiscalmente para obtener votos entre la gente ociosa a cambio de subsidios; cuando ve que personajes de la élite política como Hillary Clinton salen impunes de todo cuanto escándalo les sacude, a ese ciudadano de a pie que está sufriendo todo eso ya le puedes insultar todo lo que quieras, que no le vas a convencer de que dos más dos son cinco. No puedes estar pisoteando incesantemente la paciencia de la gente y luego lamentarte de que ya no les impresionas cuando les apuntas con el dedo de señalar racistas, fascistas, xenófobos, machistas y homófobos, especialmente cuando has usado esos adjetivos como cínicas excusas para socavar sus derechos fundamentales.
La diferencia entre Estados Unidos y Europa
La gran diferencia entre EEUU y Europa es que aquí no existe la tradición de defensa de las libertades individuales que sí hay al otro lado del Atlántico. En España los partidos mayoritarios o son socialdemócratas (PSOE, PP, C’s) o filocomunistas (Podemos, BNG, ERC, IU). Vivimos en una sociedad que ha delegado el ejercicio de sus libertades en la clase política. A cambio, tenemos impuestos altos, imposiciones y multas lingüísticas, adoctrinamiento escolar, ideología de género obligatoria, impunidad para los “okupas” y una diarrea legislativa que nos obliga a cumplir multitud de leyes (nacionales y autonómicas) que sólo se aplican cuando a los políticos les viene bien. Y al españolito medio, cada vez más atenazado por todo esto, no le queda otra que callarse, no se vayan a enfadar los Carlines, los Cebrianes, los Escolares y los Wyomings y acabe señalado públicamente como ultracatólico, fascista, reaccionario y neoliberal.
Nos exigen respeto para el Islam, el feminismo, la homosexualidad, la transexualidad y los hechos diferenciales autonómicos (bajo pena de ser señalado y perseguido incluso legalmente como machista, racista, islamófobo, homófobo y unos cuantos “fobos” más), pero si amas a España y/o eres cristiano, insultarte es el deporte favorito de la progresía y te tienes que aguantar, porque todo eso les huele a franquismo aunque -como es mi caso- ni siquiera hayas vivido esa dictadura. Pero bueno, queridos Carlines, ¿os habéis creído que nuestra paciencia es infinita y que aquí estáis a salvo de un “trumpazo”? Cuanto más os empeñéis en negar la realidad, cuanto más os esforcéis en insultar y despreciar a los que tenemos la osadía de llevaros la contraria, más rápida será vuestra caída, más influencia perderéis y menos tiempo tardarán los españoles en acabar hartos de vuestros sermones. Así que por favor, ¡no os cortéis! ¡Seguid insultando!
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