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Imagen de 1900 y de 2010:
Un dicho popular asegura que hubo una época en la que una ardilla podía cruzar la Península Ibérica de árbol en árbol sin pisar el suelo. Para enunciar ese dicho correctamente hay que hacerlo con sentida nostalgia, rememorando, aún sin haberla conocido, esa España verde que la industrialización, las ciudades, el cambio climático (contra el que esta semana se celebra la COP22 en Marrakesch) y la vida moderna en general habrían destruido, deforestado y resecado.
No tan deprisa. En contra de la creencia general, España es ahora más verde de lo que era hace cien años, y lo mismo ocurre con el resto del continente europeo: según los datos, la superficie cubierta por bosques ha aumentado más de un tercio desde 1900 hasta 2010. Es la conclusión extraída por un análisis realizado por Richard Fuchs, investigador de la Universidad de Waningen, en Holanda.
Utilizando los datos del impacto que los acontecimientos del siglo XX y principios del XIX han tenido sobre los bosques, los campos de cultivo y los asentamientos urbanos, Fuchs y su equipo han dibujado el mapa de la Europa verde (que puedes consultar aquí al completo), y la conclusión general es que la superficie urbana se mantiene estable, las huertas disminuyen y los bosques se van extendiendo a lo largo y ancho del continente.
Europa en 1900 y 2010:
La madera, el Muro de Berlín y la PAC
La madera, el Muro de Berlín y la PAC
Las razones de esa reconquista, explica Fuchs, son varias. "La madera por entoces, hacia 1900 y mucho antes, se necesitaba para casi todo: para los muebles, para apuntalar minas, para los raíles de los trenes, para la construcción, en las trincheras de las guerras, como combustible, para los barcos... Esto provocó que a principios de siglo apenas quedasen bosques en Europa". Pero tras la Segunda Guerra Mundial, la producción de madera dejó de considerarse necesaria para el crecimiento económico.
Por ese motivo, los bosques aumentaron su superficie, y a la vez se redujeron los campos de cultivo: las innovaciones agrotecnológicas hicieron que con menos superficie se pudiese producir la misma cantidad de alimentos, y a la vez mucha gente se desplazó de las zonas rurales a las grandes ciudades. Así, se han producido durante este siglo tres procesos principales que cambiaron el paisaje: la urbanización (crecieron los asentamientos urbanos, algo que ocurrió básicamente en los alrededores de las grandes ciudades), la reforestación (los bosques recuperaron terreno de cultivo o de pradera) y las dinámicas entre cultivos y praderas (unos se convirtieron en otras y viceversa).
Los cambios entre cultivos y praderas ocurrieron a lo largo y ancho de Europa, y de forma muy pronunciada en los antiguos países comunistas, explica Fuchs. Tras la caída del Muro de Berlín y su entrada en el ecosistema capitalista, muchas de sus granjas dejaron de ser competitivas, de forma que los granjeros abandonaron sus tierras, que quedaron a merced de la naturaleza, convirtiéndose primero en praderas y zonas de arbustos, y después en bosques.
Otro de los grandes factores que señalan Fuchs y su equipo para esta evolución es la Política Agraria Común que la UE puso en marcha en los años 90. Para evitar una agricultura ineficiente, se impulsó que solo las zonas más productivas debían utilizarse para la actividad agrícola. Esto causó que las zonas de cultivo más grandes continuasen creciendo, automatizando su manejo con maquinaria cada vez más avanzada, mientras que los terrenos menores se fueron abandonando poco a poco.
El caso de España
Según el mapa, España es ahora más verde que hace cien años, aunque, como ocurre en el resto de Europa, más por la intensidad de ese verde que por su superficie. Según los datos recogidos por Fuchs y sus colegas, la cantidad de terreno dedicado ahora a asentamientos humanos es similar al que había a principios de este siglo, también se mantiene similar el dedicado a tierras de cultivo, que si bien aumentó a mediados de los 50 y 60, se redujo de nuevo desde los 70 hasta situarse en 2010 a la misma altura que en 1900.
En cambio, el porcentaje de terreno reconquistado por los bosques ha crecido considerablemente, pasando de aproximadamente un 10% a más del 20% en estos 110 años. "A menudo terrenos agrícolas marginales, en zonas menos accesibles y productivas, se fueron abandonando, porque con la maquinaria y las técnicas de regadío se mejoró la producción", subraya el investigador. "España, pero en general también el resto de Europa, podía generar más alimentos en menos terreno gracias a estas innovaciones".
Además, Europa comenzó a importar gran parte de sus alimentos, de forma que la alimentación de su población ya no suponía una presión sobre su propio suelo. Con el tiempo, esos cultivos que ya no eran necesarios se convirtieron en prados y después en bosques.
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