sábado, 12 de noviembre de 2016

La huella sobre el cristal

Juan Manuel López-Zafra analiza el rotundo fracaso de los politólogos en la victoria de Donald Trump. 


Artículo de El Confidencial:


Foto: Foto: Reuters.Foto: Reuters.


“Habitualmente sucede lo más probable”
Manuel López Cachero, profesor de universidad.
“Llamaremos a los mejores”. La clave de la presidencia del 45º presidente de los EEUU será esa. Ronald Reagan actuó de ese modo y logró recuperar una economía hundida y devolver el orgullo a una sociedad humillada. Lo que tenga que ocurrir finalmente ocurrirá, y nada será como los agoreros han previsto. Estamos en 2016, la globalización es imparable y los EEUU son los principales actores del comercio internacional. Podemos pensar en China, el eje Asia-Pacífico, los cambios de paradigma… pero los EEUU han liderado siempre la lucha en todos los frentes, y lo seguirán haciendo aún muchos años.
Los mismos que nos explicaron por qué Trump era la peste, por qué Hillary era la dama blanca, los mismos que apostaron todo a azul nos explicarán por qué salió rojo. Es humano, es normal y es casi imprescindible. Necesitamos explicaciones que iluminen nuestra oscuridad y que nos alineen con nuestra forma de ver el mundo. Creo que la labor de un profesor universitario es precisamente la contraria, tratar de plantearse escenarios que desafíen lo normal; pensar fuera de la caja, o incluso 'against the box', como siempre ha dicho mi querido Daniel Lacalle.
La primera consecuencia será revisar todos los modelos demoscópicos. Ya lo advertí aquí en junio a raíz de las últimas elecciones legislativas en España. Curiosamente, España se ha convertido en un escenario de batalla anticipado, al ser tan permeable o más que los EEUU a las nuevas tecnologías y haber superado meses antes la convocatoria electoral. El encuestado no tiene incentivos para decir la verdad ante unos profesionales que son percibidos como una extensión de los medios, sus principales clientes; unos medios que hace tiempo olvidaron la separación entre opinión e información y que pasaron a establecer la norma de lo correcto.
Y ahí es donde entra nuestra actividad diaria, lo que hacemos frente a lo que queremos hacer que piensen. Hablamos en el bar, en el trabajo, con la familia… y en Twitter, en Facebook, en WhatsApp (propiedad del anterior, recuérdenlo), en Telegram, en Instagram. Somos seres digitales. Dejamos una huella como el dedo sobre el cristal empañado. Con una gran diferencia: no hay producto químico que la borre. Y el acceso a esa información, a ese rastro que dejamos, se ha popularizado hasta extremos que cualquiera puede acceder a la API de cualquier aplicación y tratar esa información desde un portátil conectado a internet – a coste cero. La información es el principal activo de una empresa, de una persona, y la formación la clave para interpretarlo.
En 2.000 millones de dólares se señala el coste de la campaña electoral de la candidata demócrata frente a los poco más de 100 del republicano. Todo Hollywood (salvo excepciones como Clint Eastwood o James Woods), toda la industria musical, todo el 'show business', todo lo políticamente correcto, el presidente Obama y su mujer (en una demostración de afecto hacia una como de repulsión hacia el otro como no se recuerda en la historia reciente), toda la reserva moral de occidente nos decía lo que tenía que pasar, lo que iba a pasar. Medios como el 'Huffington Post' daban una probabilidad de victoria del 99% a Clinton, mientras aprovechaban para ajustar cuentas con el único analista que se atrevía a rebajarlas hasta el 65%, Nate Silver. Qué rápido ha envejecido Silver. Su modelo, el famoso promedio cocinado de encuestas ha fracasado tanto como los demás.
No ha fallado la ciencia política, han fallado los politólogos. En la era de las redes sociales no se pueden aplicar modelos de hace 40 años. La ciencia política está muy por encima de los prejuicios de unos y otros. Como ya señalé el pasado domingo, gurús como Abramowitz o Lichtman renegaron de sus propios sistemas de análisis, que predecían (sin aplicar data science) una victoria de Trump; ellos también lo sabían, pero se negaron a aceptarlo. “Esta vez me equivoco, seguro”. La intuición, los prejuicios son el peor aliado de la razón. Kahneman y Klein lo debatían en un clásico en un McKinsey Quarterly de 2010. “Overconfidence is a powerful source of illusions, primarily determined by the quality and coherence of the story that you can construct, not by its validity”, señalaba el Nobel, mientras Klein lo confirmaba diciendo “That’s the opposite of saying, ‘This is what my gut is telling me; let me gather information to confirm it.’”
El 'big data' (las cañerías) y el 'data science '(con sus fontaneros, los científicos de datos) suponen la mayor revolución desde la máquina de vapor. Podemos ignorarlo y seguir apostando cada día por Hillary. O adaptarnos, entenderlo, formarnos y disfrutar de una vida que, con todas sus vicisitudes, será cada día mejor. Somos el fruto de cinco mil millones de años de evolución. Sobreviviremos a Trump.

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