jueves, 22 de octubre de 2015

Cómo la Suecia moderna se beneficia del éxito de su historia de libre mercado

Yonathan Amselem analiza cómo Suecia se beneficia del éxito de su historia de libre mercado, siendo curiosamente envidia de los socialistas progresistas o "democráticos" (al hilo de la entrada de Bernie Sanders en la carrera presidencial norteamericana). 
Artículo de Mises Hispano: 

How Sweden Succeeds in Spite of Itself
La entrada de Bernie Sanders en la carrera presidencial ha desatado una discusión nacional acerca del socialismo y su potencial para arreglar las patologías reales y supuestas sufridas por los estadounidenses. A lo largo de la extensa carrera política de Sanders, este se ha calificado orgullosamente como socialista, aunque teniendo cuidado de distanciar sus raíces ideológica de casos perdidos como Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Bolivia y otras pesadillas colectivistas. Más bien, como la mayoría de los socialistas progresistas, se considera un socialista “democrático”, teniendo más en común como los relativamente ricos países escandinavos.
Es interesante que progresistas como Sanders puedan mirar a un país rico como Suecia y concluir automáticamente que los altos niveles de vida de la nación no derivan de un pasado de laissez faire, bajos niveles de deuda nacional, independencia monetaria, ningún salario mínimo ordenado centralizadamente, fuerte protección legal de los derechos de propiedad, un banco central juicioso, bajos tipos fiscales corporativos o incluso el gradual traslado de Suecia hacia una mayor privatización de la atención sanitaria, la seguridad social y la educación. Por el contrario, los progresistas suponen naturalmente que los altos niveles de vida de Suecia son un producto de sus altos impuestos e industrias nacionalizadas.
Pero imaginemos que LeBron James empezara a fumar. Cualquier éxito en la pista sería a pesar  de su destructivo hábito, no debido a él. El éxito económico de Suecia se ha producido a pesar del socialismo.
Me centraré en solo un país escandinavo, Suecia, dado que ha sido citado a menudo por los progresistas como una especie de paraíso en la tierra. Una (muy) breve historia de este fascinante país podría ayudar a entender mejor los actuales altos niveles de vida suecos y las muchas formas en que el socialismo sueco no ha establecido un tope innecesario a la productividad de la nación.

Suecia: De la devastadora pobreza a la prosperidad no anunciada a través del capitalismo de laissez faire

Hace unos 250 años, el área que hoy conocemos como “Suecia” era una tundra helada habitada por una masa apiñada de campesinos hambrientos. Sus vidas estaban férreamente controladas por una serie de reyes, aristócratas y otros hombres de alto aprecio artificial. Como señala el premiado autor Johan Norberg en este excelente artículo sobre Suecia, hizo falta que una serie de revolucionarios de ideas liberales clásicas arrebatara el control de las élites y pusiera Suecia en la vía a la prosperidad.
Concesores de licencias, un opresivo sistema de gremios y una multitud de otras regulaciones onerosas sobre los intercambios libres, fueron drásticamente reducidos o eliminados. En el siglo que va de 1850 a 1950, la población se duplicó y las rentas reales suecas casi se multiplicaron por diez. A pesar de la casi inexistencia de un estado de bienestar o de cualquier control importante de los sectores económicos, en 1950 Suecia era la cuarta nación más rica del mundo. El crecimiento extraordinario de Suecia durante ese siglo rivalizaba incluso al de Estados Unidos (Suecia no participó en ninguna de ambas guerras mundiales). En realidad, la formación de capital y creación de riqueza resultaron tan abundantes en Suecia durante la depresión global de la década de 1930 que incluso los socialdemócratas en el parlamento practicaban una forma de saludable descuido para asegurar que la prosperidad continuara. Como pasa con cualquier otro país, las existencias impresionantes de capital en Suecia fueron creadas por empresarios operando en un sistema de libre mercado.

El experimento sueco con el “socialismo nórdico” es relativamente nuevo y ha sido desastroso para el crecimiento

Las grandes empresas en busca de protección pública trabajaron junto a políticos ambiciosos y líderes sindicales para obligar a Suecia a adoptar políticas socialistas en las décadas posteriores a su impresionante crecimiento. Con el tiempo, el gasto público fue más del doble y los impuestos en ciertos sectores se duplicaron e incluso triplicaron. A pesar de estos cambios calamitosos, en 1970 la OCDE todavía clasificaba a Suecia como la cuarta nación más rica del mundo. Sin embargo, en 2000 Suecia se hundió al puesto catorce. El Dr. Per Bylund de la Universidad de Oklahoma State ha señalado previamente que, de 1950 a 2005, Suecia no aumentó su empleo en el sector privado. El socialismo nórdico ha paralizado a un pueblo que en su momento fue emprendedor y próspero. Con pocas excepciones, las grandes empresas suecas tienen pocos incentivos para innovar (no tienen ninguno) y muchas empresas ahora sobreviven únicamente con contratos públicos cuyo valor es imposible de evaluar sin un sistema de libre intercambio para establecer precios para bienes y servicios.
Suecia ha conseguido vivir cómodamente durante décadas a pesar de sus muchas políticas torpes socialistas solo por crear tanta existencia de capital en las décadas anteriores (por no mencionar una política monetaria sensata). Aun así, este consumo de capital está erosionando la riqueza de Suecia. En 2007, el profesor Mark J. Perry de la Universidad George Mason apuntaba que si Suecia fuera admitida como 51º estado de la Unión, sería el estado más pobre en términos de desempleo y renta familiar mediana. Sí, más pobre incluso que Mississippi. De hecho, el actual estado social sueco limita tan eficazmente las rentas familiares  a los suecos que un estudio de 2012 de la IEA concluía que los suecos americanos tenían aproximadamente la misma tasa de desempleo que los suecos en Suecia, pero ganaban, de media, un 53% más anual.
En años recientes, los políticos suecos han empezado a privatizar lentamente parte de sus sectores socializados, como atención sanitaria, seguridad social y educación. El año pasado, la revista Reason señalaba que los seguros sanitarios privados habían explotado en un país en el que los pacientes de cáncer pueden esperar por tratamiento hasta un año en el sistema gestionado por el estado. Esta tendencia ha crecido. Suecia, además, ha empezado a externalizar la educación a proveedores privados y no solo ha visto una reducción de los costes, sino un aumento en la satisfacción de los padres y el los resultado del aprendizaje para los graduados.

Bernie Sanders ha tomado las lecciones equivocadas del modelo nórdico

Bernie Sanders ha declarado, en el presente y en el pasado, que le gustaría ver unos Estados Unidos con atención sanitaria universal, baja pagada de maternidad, más seguridad social mediante pagos más altos en nómina, vacaciones obligatorias y bajas por enfermedad, educación secundaria gratuita y aplicación de muchas otras políticas progresistas. Parece que solo ha olvidado prometer yates para los indigentes.
El problema subyacente con socialistas como Bernie Sanders es que en realidad no creen (o no entienden) la economía en absoluto. Como indicó el propio Ludwig von Mises, el socialismo no es una teoría económica: es una teoría de la redistribución. Solo el intercambio libre puede coordinar a los empresarios y sus recursos de una forma que crea bienes y servicios reales que satisfacen las necesidades y deseos de los consumidores. Socialistas como Bernie Sanders no toman parte en este proceso de creación de riqueza: simplemente aparecen después del hecho y reclaman derechos. Suecia ha practicado esta forma de socialismo parasitario sobre su riqueza acumulada y ha afectado significativamente a la productividad sueca.
Las políticas de estilo nórdico defendidas por Sanders han limitado (previsiblemente) el crecimiento económico de Suecia durante décadas. La idea de que podemos implantar el socialismo sueco en una nación de 320 millones de personas sin destruir la movilidad laboral, gravar el capital hasta que desaparezca y dificultar absolutamente la innovación donde se necesite es un completo engaño. Suecia está volviendo lentamente a sus raíces productivas capitalistas. Deberíamos hacer lo mismo.

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