miércoles, 16 de noviembre de 2016

El catolicismo comunista del papa Francisco

Vanesa Vallejo responde a las tristes y cobardes manifestaciones del papa Francisco sobre el comunismo y los cristianos. 

Un nuevo paso del papa peronista...


Artículo de PanamPost:

Jorge Mario Bergoglio fue elegido como sumo pontífice en el 2013Jorge Mario Bergoglio fue elegido como sumo pontífice en el 2013 (Flickr).

En 2013, el mismo año en el que recibió su nombramiento como máximo jerarca del catolicismo, Jorge Mario Bergoglio publicó un manifiesto conocido como el Evangelii Gaudium, donde no solo hizo evidente su simpatía por el socialismo y su repudio por el capitalismo y el libre mercado, sino que dejó claro que durante su período en el Vaticano iba a desarrollar una agenda política e ideológica bastante activa.

Desconociendo el éxito del capitalismo, el sistema que durante los últimos 200 años ha sacado a miles de millones de personas de la miseria y ha aumentado el bienestar de la humanidad como nunca antes se había visto, el papa manifiesta: “Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”. Con declaraciones como estas, y con su actuar en pos de presidentes como Evo Morales y Nicolás Maduro, ya se hacía evidente la admiración que el papa profesa por esta ideología criminal.
Sin embargo, aunque el mundo entero ya lo sospechaba, nadie se esperaba una declaración abierta del comunismo militante del papa. “Son los comunistas los que piensan como los cristianos”, afirmó en una reciente entrevista. El papa no se contenta con proponer al comunismo como la alternativa concreta a lo que él considera una crisis mundial inédita sino que además, sin pudor, afirma que los verdaderos cristianos deberían pensar como comunistas.
Haciendo uso de una potente memoria selectiva, se le han olvidado a Francisco los innegables avances propiciados por el capitalismo y la globalización. Pero, además, parece que no recuerda los horrores que han padecido los ciudadanos de los países donde los comunistas han tenido la oportunidad de implementar sus ideas y, todavía más sorprendente, todo indica que decidió desconocer la persecución que durante el siglo XX sufrieron los católicos por cuenta del comunismo.
Indignados, por ejemplo, deben estar los católicos de Camboya, país donde el régimen comunista de Pol Pot masacró a la mitad de creyentes y donde casi la totalidad de sacerdotes, en una sádica burla a sus creencias, fueron asesinados con métodos que incluían la crucifixión.
Una profunda rabia es lo que deben estar sintiendo los sobrevivientes católicos camboyanos que vieron morir a José Chhmá Salas, el obispo que falleció de agotamiento en septiembre de 1977, mientras hacía trabajos forzados en un campo de concentración dirigido por comunistas.
Se preguntarán los católicos de ese país, por qué Francisco, su líder espiritual, afirma que los hombres que prohibieron la práctica de su religión, destruyeron sus iglesias y mataron a sus familias, son los que de verdad “piensan como cristianos”.
Desconcierto deben sentir también los pocos católicos españoles que todavía recuerdan el horror al que fueron sometidos por cuenta de la campaña de persecución religiosa, liderada en buena medida por facciones comunistas, antes y durante la Guerra Civil. Los miles de familiares de sacerdotes y monjas que cayeron, debido a su filiación religiosa, en manos de violentas hordas marxistas, seguramente quedaron estupefactos al escuchar al papa afirmar que los verdugos de sus seres queridos representan al verdadero cristianismo. 
Habría que preguntarle a Francisco si antes de esa desafortunada declaración tampoco pensó en la Albania del dictador Enver Hoxha, quien llevó al paroxismo la paranoia antirreligiosa del comunismo, prohibiendo todo tipo de manifestación espiritual, expropiando iglesias y monasterios, persiguiendo sacerdotes, criminalizando la libertad de cultos y declarando un “Estado ateo”.
Seguramente Bergoglio tampoco recordó que la doctrina marxista-leninista, piedra angular de la Unión Soviética, propugna por la desaparición de las manifestaciones religiosas. Los comunistas rusos, apoyados en el conocido aforismo de Marx que denuncia a la religión como el “opio del pueblo”, masacraron, solamente entre 1922 y 1926, a 28 obispos ortodoxos y más de 1200 sacerdotes. 
Pero no solo es una cuestión histórica, lo que estoy relatando no es algo del pasado. Los comunistas siguen, en la actualidad, atacando no solo a la iglesia católica sino a cualquier manifestación religiosa. La religión es sin duda un obstáculo para la instauración de sus ideas.
En Cuba, por ejemplo, es ampliamente conocido que los católicos, y todas las diferentes denominaciones cristianas, sufren innumerables atropellos. Intervenciones arbitrarias en sus iglesias, sacerdotes expulsados del país y toda una propaganda de desacreditación a la religión en general, parecen no evitar que el papa tache a los comunistas de tener un pensamiento cristiano.
Bien podría concluirse, frente a este ‘revolucionario’ pronunciamiento, que estamos ante a una redefinición pontificia de lo que significa el cristianismo católico: Francisco inaugura una nueva fe que habría que bautizar como el ‘catolicismo comunista’. Eso sí, este nuevo credo deberá eliminar algunos de los mandamientos cristianos tradicionales: por ejemplo el sexto, que prohíbe matar, tendrá que ser modificado para aclarar que, a veces y si conviene a la ‘revolución’, uno que otro genocidio será permitido. Y con respecto al octavo, que exhorta a no robar, Francisco deberá salir a declarar que no se roba cuando se expropia o se ‘nacionaliza’, aunque evidentemente todas estas prácticas comunistas constituyen un robo.
Eso sí, el ‘catolicismo comunista’ de Francisco, tendrá que borrar para siempre de su libro sagrado el décimo mandamiento, aquel que prohíbe codiciar los bienes ajenos. Eso de elevar la propiedad privada a mandato divino, además de reaccionario y burgués, para Francisco seguramente no corresponde al pensamiento de un auténtico cristiano.  Recuerden que en el comunismo hay que luchar por abolir la propiedad privada.
Las declaraciones del máximo pontífice, entonces, no sorprenden solo por la histórica persecución que el comunismo ha realizado a la religión católica y demás manifestaciones religiosas sino, además, porque las ideas comunistas simplemente van en contravía de los fundamentos de la religión cristiana. No matarás, no robarás y no codiciarás bienes ajenos, son solo algunos de los mandamientos que los comunistas simplemente no entienden.
Ser comunista va en contra de lo que Cristo enseñó” eso es lo que, en mi opinión, debió haber declarado el papa.

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