jueves, 1 de octubre de 2015

El tren militar del dinero: A toda máquina

Andrew Syrios sobre la locura de aumentar más y más el gasto militar en EEUU, la hipocresía conservadora en este sentido (aunque los progresistas hagan lo mismo) y que supone el mejor ejemplo del corporativismo económico reinante hoy en día en los sistemas económicos, para desastre del conjunto de la sociedad, básicamente de sus contribuyentes y consumidores. 

Artículo de Mises Hispano:
The Military Gravy Train: Full Speed Ahead
Hay algo muy extraño acerca del ejército de Estados Unidos que hace que muchos de los más conservadores fiscales más celosos del presupuesto se conviertan en arrobados impulsores sociales del gran gobierno. La hipocresía es impresionante: al mismo tiempo que muchos conservadores están hablando del “descenso al socialismo de Estados Unidos”, impulsan su propia rama de socialismo militar a extremos aún más absurdos.
Con unos abracadabrantes 581.000 de dólares anuales, Estados Unidos ya gasta más en su ejército que todo el resto del mundo combinado. Sin embargo, esa cifra ni siquiera representa todo el panorama. Como ha demostrado Robert Higgs, cuando se incluye todo (desde el Departamento de Veteranos a los gastos en armas nucleares en el Departamento de Estado al interés neto sobre los desembolsos de defensa financiados con deuda, etc.), la suma en realidad está por encima del billón de dólares. A pesar de esto, todos los candidatos presidenciales republicanos están defendiendo aumentar el presupuesto militar. Incluso Rand Paul propone añadir 76.500 millones de dólares al presupuesto de defensa, que por sí solo es más que los presupuestos de todos los demás países del mundo, salvo dos (China y Arabia Saudita).
Los conservadores fiscales aman mostrar ejemplos de desperdicio público como la concesión de 615.000$ que se dio a la Universidad de California en Santa Cruz para digitalizar fotos, camisetas y entradas al concierto de The Grateful Dead o los 175.857$ gastados “para determinar si la cocaína hace que los japoneses se asusten a exponerse a un comportamiento sexualmente peligroso”. Pero muchos de los mejores ejemplos de esos aburridos gastos absurdos provienen del ejército desgraciadamente hinchado de Estados Unidos.
Por ejemplo, en 2007 el Pentágono gastó 998.798$ en dos arandelas de 19 centavos y el Departamento de Defensa gasta más de 10 millones de dólares anuales en mantener cientos de campos golf que posee, presumiblemente en un esfuerzo por mantener a salvo a Estados Unidos. Pero el peor derroche pueden ser el caza F-22. ¿O tal vez sea el F-35? Es difícil decidirse.
De acuerdo con The Washington Post, el F-22 “ha requerido recientemente más de 30 horas de mantenimiento por cada hora en los cielos, impulsando su coste por horas a más de 44.000$”. Ah, y también puede volar bajo la lluvia. Por otro lado, el F-35 se ha comprado al modesto precio de solo 40.000 millones de dólares, un 70% por encima de su coste inicial estimado. Y no puede ni siquiera derrotar al jet de caza al que se supone que reemplaza en un combate aéreo. Estos timos masivos a los contribuyentes se unen a muchos otros proyectos que costaron cientos de miles de millones de dólares para armas que el ejército a menudo ni siquiera quería.
De hecho el “complejo militar-industrial”, como lo llamó Dwight Eisenhower, es uno de los mayores, si no el mayor, ejemplo de bienestar corporativo y actividad ilícita corporaciones/gobierno que existen. Lockheed Martin y otros contratistas militares usan una variedad de medios despreciables que asegurare contratos cada vez más grandes para artilugios militares cada vez más innecesarios a costa del contribuyente.
Un método es extender el trabajo. Básicamente, estas empresas contratarán y subcontratarán el trabajo de cualquier proyecto a tantos distritos congresuales como sea posible para asegurar un amplio apoyo entre congresistas que no quieran ver que su distrito pierda empleos. (Debería indicarse que Eisenhower originalmente quería llamarlo complejo militar-industrial-congresual). Por ejemplo, el F-35 mencionado antes tenía 1.300 suministradores en cuarenta y cinco estados.
Otra táctica es la aproximación del “coste más”, que hace básicamente que el gobierno pague el coste del contratista, más un porcentaje acordado como beneficio. Por desgracia, como resulta probablemente evidente, esto proporciona el incentivo extremadamente perverso para la empresa de dejar que el proyecto se haga tan caro como sea posible para conseguir un beneficio tan grande como sea posible. Y con ejemplos como el del F-35 es difícil creer que estas empresas no hayan aprovechado este incentivo.
Igual que el estado de bienestar degrada la ética y la iniciativa laboral, cuando se observa el evidente despilfarro de estos contratos militares, parece que el bienestar corporativo degrada el dinamismo de una empresa. Como señala Tom Woods en su libro Rollback, la cantidad que ha gastado Estados Unidos en su ejército es absolutamente impactante:
Durante el periodo de 1947 a 1987, [el Pentágono] gastó (en dólares de 1982), 7,62 billones de dólares en recursos de capital. En 1985, el Departamento de Comercio estimaba el valor de las fábricas, equipos e infraestructura de la nación (existencias de capital) un poco por encima de los 7,29 billones de dólares. En otras palabras, la cantidad gastada en ese periodo podría haber doblado las existencias de capital de Estados Unidos o modernizado y reemplazado las existencias existentes.
¿Y qué nos ha dado todo esto? Tom Woods de nuevo:
Tras todo este gasto, el resultado final ha sido en realidad un ejército más pequeño con equipamiento más viejo. Desde los ataques del 11 de septiembre de 2001, se ha añadido más de 2 billones de dólares al presupuesto base de 1999 del Pentágono. Aproximadamente la mitad fue a las guerras de Iraq y Afganistán, mientras que el otro billón fue a gasto no militar. ¿Qué consiguieron los estadounidenses por ese billón de pavos? Una armada y fuerza aérea más pequeños y un aumento trivial en el tamaño del ejército de tierra.
Añadamos a esto que el Pentágono es el único departamento federal exento de auditorías (bueno, aparte de la Reserva Federal si la consideramos un departamento). Y esto tiene perfecto sentido ya que sus cuentas están en un completo desorden. En 2001, Donald Rumsfeld admitía que “según algunas estimaciones, no podemos hacer seguimiento de 2,3 billones de dólares en transacciones”. Y como informa Reuters, el Pentágono “adulteró la contabilidad para ocultar enormes despilfarros”, como cuando “la armada perdió la pista de 5.800 millones de dólares en suministros entre 2003 y 2011 al distribuir equipos entre unidades regulares y de reserva”.
¿Es este el tipo de “gobierno pequeño” que buscan estos conservadores fiscales?
Tal vez lo sea. Como señalaba el conservador Mark Steyn en su libro After America, concretamente con respecto a los hinchados sistemas sociales en Europa y Estados Unidos, así como al declive demográfico de Occidente:
Ante una alternativa entre derechos insostenibles y mantener fuerzas armadas  de alcance global, Estados Unidos, como hizo Europa, abandonará la capacidad militar y arrojará los ahorros en las grandes fauces absorbentes del gasto social. Esto, a su vez, no solo creará un mundo más peligroso sino unos Estados Unidos más vulnerables que, parafraseando al presidente Bush, acabarán teniendo que pelear aquí porque  ya no tendrán la capacidad de pelear allí.
Quizá Steyn debería haberlo rescrito como las “grandes fauces absorbentes del gasto militar se transferirían a las grandes fauces absorbentes del gasto social”. Y, por ejemplo, lo que hizo exactamente la Guerra de Iraq para hacer el mundo menos peligroso o Estados Unidos menos vulnerable se queda sin explicar (por una buena razón).
Y por supuesto la cuestión más importante se deja completamente sin explicación: ¿por qué necesita Estados Unidos o bien un estado hinchado del bienestar o bien un estado hinchado de guerra?
Y esto se reduce a lo nuclear: los dos partidos tiene poco más que dos versiones ligeramente distintas del gran gobierno que quieren imponer al pueblo estadounidense y usan para llenar los bolsillos de sus intereses creados. Solo ligeramente, por supuesto, ya que no es que los republicanos reduzcan el gasto social o los demócratas reduzcan el gasto militar.
Al final, no es tan complicado: un gobierno pequeño con un ejército masivo es un oxímoron. Ya es hora de que los conservadores fiscales se den cuenta de esto.

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