Daniel Lacalle analiza el estéril debate del empleo en España, y cómo éste es empleado como arma política para crear clientes y poder gestionar más recursos en lugar de tomar medidas que llevan a favorecer su creación.
Artículo de El Confidencial:
“You just want me bound and gagged”, Ted Nugent
Hay veces en las que uno se da cuenta que el objetivo de algunos políticos no es reducir el paro sino utilizarlo como arma política para crear clientes y gestionar la siguiente remesa de “ayudas” -que paga usted en impuestos-, políticas activas de empleo, subsidios, cursos y cuentos.
Hay veces en las que uno se da cuenta que el objetivo de algunos políticos no es reducir el paro sino utilizarlo como arma política para crear clientes y gestionar la siguiente remesa de “ayudas” -que paga usted en impuestos-, políticas activas de empleo, subsidios, cursos y cuentos.
Este fin de semana, escuchando algunos argumentos en la televisión, me pareció muy obvio.
De repente, alguno ha descubierto la desigualdad… en esta legislatura. A pesar de que la desigualdad se disparó entre 2006 y 2011 un 11% con respecto a la media de la UE y haya caído en 2014 y 2015, según Eurostat. A pesar de que la desigualdad haya crecido en España desde 2005 menos que en Dinamarca o Francia.
El 52% de los parados de España están en Andalucía. La región con más paro de Europa desde hace muchos, demasiados años. Treinta y tres años de asistencialismo, políticas de intervención y redistribución no solo no han cambiado el patrón de crecimiento, han perpetuado el rentismo y la baja competitividad. Y nadie se arrepiente. Será que les ha faltado tiempo. Y aun “exigen” que se aplique el mismo modelo al resto del país.
Nos rasgamos las vestiduras ante la temporalidad y precariedad, pero la temporalidad era del 31% del total de contratos en 2007 y hoy es el 25%. En el cuarto trimestre de 2007 los contratos indefinidos eran el 69% y hoy son el 75%. A finales de 2011 era el 74%. Parece a veces que antes de 2011 vivíamos en Silicon Valley.
El subempleo en España es del 9% del total, según la OCDE, y son menos de un 3% los contratos de menos de tres meses.
Crear 353.000 puestos de trabajo y 528.000 afiliados a la Seguridad Social, cuando desde hace siete años solo hablábamos de destrucción de empleo, debería ser causa de celebración. Que lideremos la creación de empleo de la OCDE es una gran noticia. La calidad, los salarios altos y la mejora vendrán cuando las condiciones de inversión y la certidumbre para crear proyectos a largo plazo mejoren, no cuando lo decida un comité. Y hacer mucho más debe ser una prioridad. Sin embargo quieren que hagamos mucho menos. Introducir mayor rigidez y revertir las reformas para repetir los errores de 2008, sin sonrojarse ni pedir perdón por poner al país al borde de la quiebra.
Es una buena noticia que España sea el segundo país de la Unión Europea en número de nuevos contratos indefinidos entre 2014 y 2015. Pero lo que es más revelador es que el modelo dirigista e intervencionista francés está destruyendo empleo fijo y juvenil.
En el periodo 2014-2015 mientras España ha creado un millón de puestos de trabajo y liderado, tras Alemania, la creación de empleo indefinido, Francia destruía 236.000 empleos indefinidos y Bélgica 47.000, destruyendo ambas también empleo neto.
La Unión Europea gasta en políticas activas de empleo casi el 1% del PIB anual y sin embargo ha destruido empleo mientras aumentaba el gasto.
En mi próximo libro 'Acabemos con el Paro' (Deusto, a la venta 24 noviembre), lo explico. Tenemos un problema. Muchos partidos no quieren acabar con el paro. Quieren gestionar los fondos del asistencialismo. Más parados, más subvenciones, observatorios, comités, fondos y cursos.
Si quisiéramos reducir el paro la prioridad de todos los partidos sería facilitar que los autónomos crecieran, que las pymes tuvieran facilidades para hacer la transición a gran empresa, no escollos burocráticos, normativos e impositivos crecientes. La primera línea de su programa sería mejorar diez o veinte puntos en el ranking de facilidad para crear empresas del Banco Mundial. La segunda sería cambiar una fiscalidad anticrecimiento que penaliza al que desarrolla su negocio y critican todos los organismos internacionales. Una fiscalidad mal diseñada que cobra a emprendedores, autónomos y pymes antes siquiera de haber vendido, no ya de tener beneficios, y que penaliza el crecimiento con una falsa progresión que es regresiva, frena el incentivo a crecer.
El empleo de calidad y largo plazo en España no va a venir del asalto al emprendedor. En un país con un 90% de pymes y a mayor parte microempresas,el empresario no es el Tío Gilito nadando en dinero, es un trabajador más que sufre y pelea cada euro con sus empleados.
El empleo solo va a mejorar cuando dejemos de creer que lo van a crear unos señores que nunca han creado una empresa ni contratado a una persona con su riesgo y su dinero.
La precariedad se terminará el día que tengamos más expertos en crear riqueza y menos en redistribuir la nada y repartirse su comisión.
Estamos cambiando el patrón de crecimiento porque, gracias a Dios, no lo ha decidido un comité en un plan quinquenal. Estamos exportando más y mejor sin hundir la balanza comercial “incentivando la demanda interna”. Hemos reducido a casi la mitad el déficit tecnológico sin tirar de las subvenciones de “desmercantilización de la vivienda” y estudios sobre la migración de patos. Y hemos reducido el paro a pesar de los palos en las ruedas normativos, locales, regionales, sectoriales que introducimos cada dos por tres y que convierten crear una empresa en un ejercicio de Corredor del Laberinto.
Hemos comprobado los errores de copiar los modelos que en Europa han generado estancamiento y desempleo. Y encima no han conseguido mejorar las perspectivas ni de igualdad ni de empleo juvenil.
España puede crear mucho más de dos millones de puestos de trabajo en los próximos tres años.
Como no los va a crear es esperando que lo haga un comité de ocupas, politólogos y creadores de observatorios con nuestro dinero.
Pero reducir el paro significa menos cursos y menos comités. Vaya.
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